La nueva religión
Editorial por David Suissa
David Suissa es un afamado publicista de Los Angeles. Es director de la revista Olam en Inglés que hoy traducimos al Español en esta versión virtual
 
 

 

 

 

 

 

 

La tierra está siendo invadida por una nueva religión, que se extiende como el fuego. Podría ser llamada la religión de lo Nuevo.

Por la mañana, por la tarde y por la noche, mientras manejamos, trabajamos o descansamos somos sorprendidos con otra “novedad”.

En publicidad "nuevo" es la palabra más atractiva. Los publicistas saben por investigaciones científicas, que lo que más desean los consumidores es cambiar sus vidas. Ellos saben que nuestro incansable anhelo de transformación forma parte de nuestro ADN;  nacimos con una sed insaciable de buenas sorpresas.

Esa es la razón de etiquetarlo todo como "nuevo y mejorado". La verdad no importa. El  móvil de la cultura popular es la promesa de que "vamos a cambiar su vida". Diariamente somos bombardeados con nuevas fórmulas, empaques, soluciones  mágicas, todo ello en aras de alimentar nuestra sed de cambio.

Por supuesto, la atracción por lo nuevo no es nada actual. Hace miles de años, en Egipto, se promovía las maravillosas propiedades de las glándulas de cocodrilo para preservar la juventud. Sin embargo, la novedad consiste en la penetración, el hecho de que la novedad  se encuentra ahora en todas partes y no podemos escapar de ella.

Quisiera pensar que ésto no es necesariamente algo negativo. De hecho, si nos pone en contacto con nuestra profunda necesidad de una verdadera transformación, entonces las cosas podrían voltearse. No importa que nuestra búsqueda de novedad esté estimulada  por lo que podría llamarse basura para el alma; viene y se va dejándonos con una sensación de vacío.

El caso es que estamos siendo conducidos hacia una transformación personal sin importar que nos percatemos de ello a través de nuestras ansias de riqueza. Pero en medio de esta arremetida ¿cómo podemos distinguir entre la novedad "falsa" y la "verdadera?”. ¿Cuáles son los indicios?

La Torá nos ofrece una paradoja: Por una parte es muy conocida la cita del Rey Salomón que se encuentra en su libro Eclesiastés: "No hay nada nuevo bajo el sol."  No obstante, la plegaria matutina establece de que el creador renueva toda su creación diariamente. Según la tradición mística jasídica, el Alter Rebbe Schneur Zalman comenta que nuestra finalidad es sentir esta renovación realmente. 

Esto se podría traducir como 7.6 en la escala espiritual de Richter. Sentir la renovación de la Creación. Como seres humanos tenemos la obligación de ver y percibir todo como la primera vez. De hecho, ésto emparejaría las reglas de juego: ahora todo puede ser "nuevo y mejorado", aún lo invariable. Es aquí donde comienzan a suceder las cosas.

Cuando vemos de esta manera el mismo viejo amigo, el árbol, las tradiciones, las obras de arte, las plegarias, las enseñanzas, las canciones, cualquier cosa antigua, comenzamos a saborear la verdadera novedad que transforma, a fundir los estereotipos y a recuperar nuestra sensación de sorpresa. Vemos lo nuevo en lo viejo y es más difícil de que seamos engañados por lo viejo en lo nuevo.

Al cambiar nuestra percepción de las cosas, nos convertimos en los agentes de cambio. Nuestras vidas se llenan de deliciosas sorpresas que nosotros creamos. Sentimos la renovación de la creación y terminamos renovándonos. Es cuando sufrimos los dolores de parto de la verdadera transformación - el despertar que nos recuerda que todo es posible, porque la vida recién comienza.

En esta primera edición de OLAM ("mundo", en Hebreo) hemos tratado de no decir nada nuevo, sino sólo aquello que renueva. Nuestra misión de compartir la luz universal de la Torá y del Judaísmo con el mundo entero es antigua, se nos entregó hace más de 3.000 años pero, como observarán, nunca nos cansamos de revelar sus múltiples facetas de novedad.

Tal vez no necesitemos un nuevo Orden Mundial para el próximo milenio, quizás sólo  un mismo corazón para el mismo mundo, uno que renueve nuestra conexión con la religión universal de lo eterno.