Cuenta el Talmud
Cuenta el Talmud (Baba Metzia 59 b) una discusión entre Rabí
Eliézer y sus colegas. Rabí Eliézer aportó
todos los argumentos posibles, mas sus colegas no se declararon
convencidos. Entonces, Rabí Eliézer dijo: "Si la Ley me concede
la razón, pruébelo este algarrobo". Y el algarrobo se trasladó
a una distancia de 60 metros, pero sus
compañeros le replicaron: "Ninguna prueba puede aportar un
algarrobo". Rabí Eliézer porfió:
"Si la Ley está< de acuerdo con
mi punto de vista, sea una prueba este arroyo". Y el arroyo dio media vuelta. Sin embargo,
sus compañeros le dijeron: "Un arroyo nada
puede probar". Rab Eliézer entonces les dijo: "Si la Ley aprueba mi
parecer, demuéstrenlo las paredes de esta
yeshivá". Las paredes se
hendieron y amenazaban desplomarse.
Rabí
Iehoshúa les reprendió: "Si quienes estudian la Ley discuten entre sí acerca de
alguna regla, ¿qué os importa?".
Y, por respeto hacia Rabí
Iehoshúa, las paredes no se derrumbaron, pero tampoco volvieron a su primitiva
posición, por deferencia a Rabí Eliézer, y quedaron
inclinadas.
Finalmente, Rabí
Eliézer exclamó: "Si la
Ley está de mi parte,
envíenos el Cielo una prueba de ello". Entonces se oyó
una voz celestial que decía: "¿Por qué
estáis contra Rabí Eliézer? La decisión legal siempre está de acuerdo con su opinión". Se levantó Rabí Iehoshúa y dijo : "La Ley no está en los cielos" (Deuteronomio 30:12). No atendemos, pues, a voces celestiales, ya que está escrito:
"Se decide acorde a la mayoría" (Éxodo 22:2). ¿Qué hacía en ese momento Di-s? Sonreía y decía: "¡Me habéis vencido,
hijos, me habéis vencido!".
Sin ninguna duda, éste es uno de los párrafos más
significativos del Talmud. En él, un judío se levanta
frente a Di-s a decirle que no va a aceptar su ingerencia, y Di’s lo
admite. ¿Por qué Rabí
Iehoshúa se consideraba con derecho a decirlo? ¿A qué Ley se
refiere? En la respuesta a estos
conceptos encontramos algunas de las claves para entender quiénes somos.
En Shavuot fundamentalmente rememoramos la entrega de la
Ley, y esta Ley fue dada por Di’s. Entonces, ¿cómo puede el Talmud decir que no se
acepta su ingerencia? El tema es
simultáneamente muy complejo y muy claro.
Al darle Di’s a los hombres la Ley, y al aceptar éstos cumplirla, se
concreta un pacto, un Brit, una alianza, y este concepto rige toda la vida judía. Di’s y el pueblo tienen un contrato, el
pueblo debe cumplir la Ley y Di’s a cambio lo cuidará,
le dará bienestar y sabiduría. En cambio, si el pueblo se aparta de la
Ley, Di’s lo castigará. Pero Di’s no puede modificar este
pacto, él mismo se ha auto-restringido, y la interpretación de la Ley es
tarea de los hombres, ya que el hombre es libre, tiene autodeterminación. De esta manera, se crea una forma de
vida donde el conocimiento, el estudio de la Ley, pasan a ser lo más importante y
dominante. La imposibilidad de
error en la misma, dado el autor, y las aparentes contradicciones encontradas
en el texto, obligaron a acentuar la capacidad de interpretación. Asimismo, la necesidad de adecuar lo
escrito con la realidad cambiante a lo largo de las épocas generaron permanentes
reinterpretaciones.
¿A qué Ley se hace
referencia? No solamente al
Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia entregados a Moshé, sino
también al Tanaj y a la Ley Oral.
El
judaísmo tiene históricamente dos leyes, la Ley Escrita (Tanaj), y la Ley
Oral. El Tanaj, o Biblia Judía, está
compuesto de tres partes, la Torá
(Pentateuco), Neviim (Profetas), y Ketuvim (Escritos). Por una característica del
hebreo, donde la K puede leerse como J, y dado que no se escriben
las vocales, surge la palabra Tanaj, con las primeras letras de los tres
cuerpos de libros y el agregado de vocales para pronunciarlo.
La Ley Oral tiene la misma antigüedad que la Ley Escrita, y
cuenta la Torá que Moshé
reunió a los ancianos y se las
transmitió ya que él la había recibido en el Sinaí. En
la práctica, la Ley Oral es toda la jurisprudencia que se va formando desde
Moshé en adelante. Esta Ley estaba
prohibido ponerla por escrito, pero luego de la destrucción del Segundo
Templo, un gran rabino, Iehuda A. Nasi, formalizó
un código de leyes denominado Mishná,
por miedo a la pérdida de la tradición. Otros elementos tales como leyes, explicaciones, relatos,
conocidos como Baraitas, Toseftas, y Midrashim, coexistían. En la interpretación de éstos, los sabios discutieron durante
varios siglos, lo que fue recopilado en el Talmud, del cual hay dos cuerpos,
uno escrito en Babilonia, y el otro en la Tierra de Israel. La interpretación de la Ley, generando nuevas
normas, adaptándola a la vida actual, respondiendo a la necesidad del
hombre, sigue hasta nuestros días. Existieron grandes comentaristas, como Rashi, Maimónides,
Yosef Caro, autor de la última síntesis de la Ley (Halajá), aceptada por todos los sectores hasta nuestros días, y el
Shuljam Aruj, para mencionar sólo a los más conocidos. A esta Ley, la Escrita y la Oral, se
refiere Rabí Iehoshúa.
Encontramos entonces en Shavuot dos elementos básicos, el
nacimiento de la Ley, ajena al dictado del gobernante de turno, y la introducción en la
historia de la humanidad del concepto de monoteísmo. Ambos elementos son totalmente
revolucionarios para su época.
En el desarrollo de esta ley, el judaísmo construyó un mundo de normas que, entendiendo la naturaleza
humana, tienden a crear una sociedad justa y equitativa.
Shavuot marca el inicio de este largo camino que lleva
recorrido el pueblo judío, el intento de vivir sometidos solamente a una Ley, nunca
a un hombre.
Toda imagen humana está prohibida por tener implícito un ídolo. El Di-s judío
es innombrable, invisible, totalmente abstracto. El monoteísmo marcado en
Shavuot es tan intenso que resulta totalmente incomprensible para las
sociedades de su tiempo, e inclusive en nuestros días
para algunos sectores.
Solamente a través de un
profundo desarrollo de la capacidad de abstracción
puede llegarse a captar la idea.
La libertad dada al hombre en el judaísmo
es total. El concepto de fe, tal
como se propaga en la cultura moderna, es totalmente ajeno. Al hombre se lo mide en primera
instancia por sus actos y se contemplan sus motivos, pero nunca por sus
sentimientos, ya que éstos pertenecen
totalmente al fuero íntimo de la persona y no
son medibles. La observancia de la
Ley es el camino que nuestra tradición nos ha
dado para participar en la Creación y
perfeccionamiento del mundo. El
sentido de la vida está claramente marcado en nuestras raíces: Respetar la Ley para construir un
mundo donde sólo reine la justicia.
Nuestra visión moderna debe, por lo tanto,
rescatar totalmente de este mensaje sus valores, y viabilizarlos. El día de descanso, el pago justo, la
igualdad ante la Ley, la independencia de la justicia de la voluntad de los
poderes de turno, la denuncia de los abusos, la corrupción y los falsos
testimonios, la eliminación de todo tipo de esclavitud, la lucha contra la idolatría en todas sus
formas por más inocua que pueda aparentar ser, para nombrar sólo algunos de
los valores dados en Shavuot, siguen siendo, con la misma fuerza y compromiso
que en nuestra historia, los objetivos que pretendemos lograr para realizarnos
como judíos y como seres humanos.
Los Diez Mandamientos son el marco ético
que el judaísmo le ha dado hace 3.500 años al
mundo. El ejemplo de su
cumplimiento es nuestra razón de ser.
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