Torá desde Jerusalem
Parashá Ajaré Mot - Después de morir
Libro Vayikrá / Levítico (16:1 a 18:30)

Enfoques sobre la Parashá

"Tras la muerte de los dos hijos de Aharón..." (Vayikrá 16:1)

La persona que oye las malas lenguas y no realiza ninguna objeción o, por lo menos, demuestra desagrado, en realidad está de acuerdo con lo que se dijo.  Es como si ella misma hubiera pronunciado esas palabras, y por lo tanto, es merecedora del mismo castigo.

Cuando los Bnei Israel viajaban por el desierto, Moshe y Aharón los conducían, seguidos por Nadav y Avihu, y, luego, por el resto de la nación.

Una vez, Nadav le dijo a Avihu: "¿Cuándo van a fallecer estos ancianos, así podremos llegar al liderazgo?"  Entonces Hashem dijo: "Veremos quién entierra a quién".  Y Él dejó que ellos cayeran, y finalmente fueran castigados con una muerte Divina.

Se entiende que Nadav haya sido castigado, pero ¿cuál fue la culpa de Avihu?  Él se quedó callado.  Avihu fue castigado porque no reaccionó con el desagrado que merecían las palabras de Nadav.  Y por eso, era tan culpable como su hermano.

(Najal Kadomim)



"Y él (Aharón) colocará el incienso en el fuego delante de Hashem" (Vayikrá16:13)

En la primera parte del servicio de Yom Kipur, en el Beit HaMikdash, el Cohén Gadol quemaba incienso en el Santo de los Santos.

Los Tzedukim (seduceos), quienes negaban la autoridad de la Tora Oral, afirmaban que el incienso primero debía colocarse en el fuego, en un brasero afuera del Santo de los Santos, y recién entonces el Cohén Gadol debía llevarlo adentro.  El Talmud (Yoma 53) cita el versículo antedicho como prueba de lo contrario: que el incienso debía colocarse en el fuego "delante de Hashem". 

En cada generación, el pueblo judío tiene sus "tzedukim", los que desean introducir todo tipo de novedades al judaísmo a partir de lo que vieron "afuera", imitando el mundo secular y trayendo "mejoras", "ajustes" y "modernizaciones" a la santidad de Israel.  Los Sabios de la Torá de cada generación libran una batalla amarga y constante contra dichas "mejoras".

Lo cual no significa que la Torá se haya estancado en una época pasada.  Por el contrario, la Torá le habla a cada generación acerca de todos los aspectos de la vida: a veces, introduciéndose en los más rebuscados detalles de la ciencia, a fin de expresar el modo en que se aplica la Halajá a todo lo que pertenece al mundo moderno.  Pero esa perspectiva se extrae de la esencia interna de la Torá, no al revés.

La Torá se dirige al mundo moderno, no en términos de un compromiso formal, no aplaudiendo la ideología de la hora, no siguiendo los dictados de las modas del mundo.  La Torá ve al mundo a través de principios intrínsecos conservados dentro de criterios inalterables.

(Basado en Hadrash ve ha Iyun)



"No imitéis las prácticas de la tierra de Egipto, en la que habitasteis..." (Vayikrá 18:3)

Un grupo de gente vive en la cima de una montaña que culmina en un brusco peñasco, tras lo cual hay un abismo de enorme profundidad.  Un ciudadano con sentido cívico, por propia iniciativa, construye un vallado de seguridad para evitar que las personas se acerquen demasiado al borde del peñasco y, sin darse cuenta, se caigan al precipicio.  ¿Acaso alguien va a quejarse de que esta persona está limitando su libertad de movimiento al reducir la probabilidad de que se caiga al precipicio y muera?  Cuántas veces oímos decir, a aquellos que no comprenden la verdadera naturaleza de la legislación rabínica, que nuestros rabinos restringieron nuestra vida a través de leyes y prohibiciones adicionales, innecesarias y complicadas.  Sin embargo, la persona que entiende la gravedad de transgredir la ley de la Torá, los devastadores efectos que tal acción tendrá en su neshamá, en su vida eterna, y en el mundo en general, se siente mucho más seguro de saber que se erigieron vallas de seguridad para evitar que caiga en el precipicio espiritual.

(Rabí Zev Leff)

Shabat Shalom


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