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Torá desde Jerusalem



Parashá Balak - Balac

Libro Bamidbar / Números (22:2 a 25:9)

Reflexiones sobre la Parashá


"Amalek es la primera de las naciones" (24:20)

Uno de los factores más críticos en la operación de un paciente que sufre de una enfermedad patológica es la necesidad de quitar el tumor entero. Porque si queda un poco de tejido enfermo, éste vuelve a crecer y a atacar al paciente con renovado vigor.

El mundo físico es un reflejo del espiritual. Israel y Amalek están situados en los extremos opuestos del espectro. El papel de Israel consiste en ser una nación sagrada, que vive una vida de kedushá. Todo lo que hace Amalek está destinado a destruir esa vida. La Torá se refiere tanto a Israel como a su archi enemigo, Amalek, como "primeros". Lo que es primero contiene todo lo que necesita ser: la semilla es un microcosmos perfecto del árbol que habrá de ser algún día.

La célula microscópica contiene todo el código genético necesario para construir la vida humana. En efecto, cualquier parte de la anatomía humana cuenta con el código genético necesario para erigir toda la estructura.

Israel es llamado "primero". "Santo para Hashem es Israel, el primero de Su producto". Para cumplir con la obligación de la Torá de separar el diezmo de los levitas, lo único que hace falta es un solo grano (Julín 137).

Amalek también es llamado "primero": "Amalek es la primera de las naciones". Del mismo modo, hace falta un solo granito de tumá (corrupción espiritual) para que la enfermedad se extienda por todo el cuerpo e infecte todo.

Por eso, la Torá nos ordena, con los términos más fuertes, que erradiquemos hasta el último vestigio del patógeno espiritual cuyo nombre es Amalek. Porque si quedare la más mínima huella, volverá a crecer con vigor inusitado.

(Rabí Mordejai Y.L. Zakash)


"Y desde allí vio el borde del pueblo" (22:39)

“Y sin que nuestro héroe lo supiera, el malvado conde Carlo lo estaba mirando desde arriba. Había colgado un enorme yunque de metal, destinado a caer desde sesenta y cinco pies de altura hasta el piso del granero, convirtiendo así a nuestro héroe en albóndigas...” Unos cuantos pies más y se encontraría directamente bajo el yunque.

"¡Je, je, je!", se rió Carlo en silencio. "¡Esta vez, queridísimo amigo, no te escaparás de mis garras!". Paso a paso, nuestro héroe se acercaba más y más a su trágica némesis. Paso a paso. Y allí estaba: directamente debajo del inmenso yunque.

El conde Carlo disfrutó el momento unos cuantos instantes, y entonces, muy suavemente, soltó la cuerda. El yunque, liberado de su freno, cayó como una roca, como un caballo de carrera ansioso por salir de las cuarteras.

Murmuró, el fiel sirviente del conde: "¡Amo, soltó el yunque!".

"¡Ya sé que lo solté, infeliz!"

"Pero amo, el final de la cuerda está atado a su pierna derecha".

"¿Qué? ¡Pero qué tonto eres!, ¿cómo es posible?"

"Fui yo, amo", dijo Baklava. "Noquería que perdiésemos el yunque".

"Rápido, tonto, toma la cuerda, tal vez con el peso de los dos podamos detener el yunque y me salvé de una muerte segura"

"Qué buena idea, amo... pero ya no estoy tan pesado como antes. Empecé a ir a Obesos Anónimos"

"¡No discutas conmigo, tonto, tontísimooo...!"

En el tiempo que lleva decir "Tres tigres comen trigo...", el Conde Carlo y Baklava asieron la cuerda. El yunque se detuvo de pronto en su caída en picada. Pero no iba a rendirse sin ofrecer batalla. El yunque colgó a los dos hasta la polea que había en el techo del granero, y allí quedaron colgados como un par de pollos atados. El yunque fue a pararse en forma abrupta unos cuantos centímetros por encima de la cabeza de nuestro héroe.

Nuestro héroe podría haber jurado que oyó algo. Miró en derredor, pero no halló nada extraño. Suspiró apocado y salió del granero hacia el sol matutino, sin darse cuenta de que había estado a unos cuantos centímetros del borde de su vida.

Hay algo muy poco usual en la historia de Balak. Si la Torá no hubiese revelado el episodio de cuando trata de maldecir al Pueblo Judío, nunca nos hubiésemos enterado de que tuvo lugar. Hay otros acontecimientos que registra la Torá con relación al Pueblo Judío que también podían saberse a través de la tradición, pero no la parashá de esta semana.

Cuando la parashá de esta semana tenía lugar, el Pueblo Judío no podía oír lo que ocurría. Se los ve a lo lejos, en la cima de la montaña; del otro lado del campo; en el desierto. Pero nunca los vemos de cerca. Son como los extras de su propia película. De no ser por la Torá, nunca nos hubiésemos enterado de que nos salvamos por poco. El Pueblo Judío transita por la parashá de esta semana sin tener idea de los planes de Balak y Bilaam.

A fines del siglo sexto, el Imperio Bizantino destruyó por completo el asentamiento judío en la Tierra de Israel. Sin que lo supieran los judíos de Babilonia, los bizantinos decidieron dejar a Babilonia "Judenrein" (término nazi que significa "limpio de judíos"). Sin embargo, antes de que pudieran implementar sus planes, la revolución musulmana los derribó del poder.

Los judíos jugaron un papel preeminente en el derrocamiento de la Rusia Zarista y en el gobierno soviético subsiguiente.  No obstante, en 1953, en forma secreta, Yosef Stalin trató sin éxito de aniquilar a los judíos en lo que se vino a llamar "El complot de los Médicos".  De acuerdo con una teoría, si el Complot de los Médicos hubiese llegado a su punto culminante, habría habido una expulsión en masa de los judíos soviéticos.  Pero, gracias a Di-s, esos planes murieron junto con Stalin en 1953.

El Salmo más breve, el Salmo 117, habla de un mundo en la época del Mashíaj: "Alabad a Hashem todas las naciones; ensalzadlo todos los pueblos; pues Su bondad con nosotros fue inmensa".

Una vez, un príncipe ruso le preguntó a Rabí Ytzale de Volozhin por que los no judíos debían alabar a Hashem por Su bondad con Israel. Rabí Ytzale le respondió: "Los príncipes de las naciones todo el tiempo planean aniquilarnos, pero nuestro Di-s compasivo les arruina los planes. Ustedes mantienen sus planes tan en secreto que nosotros, los judíos, ni siquiera nos damos cuenta de las muchas veces que trataron de hacernos daño y de las muchas veces que Di-s nos salvó.  Solamente ustedes, las naciones del mundo gentil, conocen verdaderamente el grado de la benevolencia de Di-s con nosotros, y por lo tanto, solamente ustedes pueden alabarlo como corresponde".

(Rabí Reuven Subar)


"No puedo transgredir la palabra de Hashem, mi Di-s, para hacer algo pequeño o grande"(Bamidbar 22:18)

Di-s no puede tener un nombre. El nombre distingue al ser de todo lo demás. Separa. El nombre dice: "Esto es esto, no aquello".

Al decir que Hashem es Uno, no es solamente que Él es el Di-s Único, sino que no existe nada fuera de Él. Él es Uno y es Todo. Por lo tanto, es obvio que Él no puede tener un nombre, porque un nombre Lo separaría a Él de Todo.

Y, sin embargo, Hashem sí tiene nombres. La palabra misma "Hashem" significa "El Nombre". Al decir que Hashem tiene nombres, es solo en el contexto de Su conexión con el mundo que Él creo. Los nombres de Hashem se relacionan con los modos en que percibimos que Él dirige el mundo. A veces, percibimos la compasión de Hashem. Otras, vemos que Sus actos están en conformidad con la ley. Los nombres de Di-s se refieren únicamente al modo en que percibimos Sus acciones.  Porque, finalmente, Él no es ni compasivo, ni justo, ni ningún epíteto o cualidad. Porque esos adjetivos se relacionan únicamente al modo en que nosotros Lo comprendemos.

En el versículo que citamos, Bilaam dice que no puede "transgredir la palabra de Hashem, Elokai (mi Di-s) para hacer algo pequeño o grande". El orden de la oración es muy interesante. Si Bilaam no puede cometer una transgresión pequeña, entonces mucho más no va a poder cometer una transgresión grande. Entonces para qué la Torá específica "grande opequeño". Si me dicen "pequeño" automáticamente deduciré también "grande". El método de Bilaam para maldecir al Pueblo Judío consistía en invocar contra ellos los nombres de Di-s que representan la justicia inflexible: Elokim y Ka. Así, suponía él, habría la posibilidad de que sus maldiciones surtieran efecto. Sin embargo, cuando trató de emplear el nombre Elokim, la boca se le cerró en forma prematura y pronunció el nombre Keil, que es un nombre que expresa compasión. Y cuando quiso pronunciar el nombre Ka, la boca experimentó un momento de “garrulousness
”. La lengua se le adelantó y lo que pronunció fue el nombre de cuatro letras de Hashem que es símbolo y epitome de la compasión de Hashem.

Por eso, Bilaam dijo que "No puedo transgredir...", significando que "No puedo cambiar estos dos nombres, ni para acortar Hashem a Ka ni para alargar Keil a Elokim".

(El Gaón de Vilna)


"Y ahora, te ruego vengas y maldigas a este pueblo para mí, porque es demasiado poderoso para mí" (Bamidbar 22:6)

¿Qué hace el judío cuando se encuentra en problemas? Va a ver a un gran tzadik y le pide una berajá. Le reza al Creador para que lo salve. Pero ¿cómo reaccionan las naciones ante los problemas? Cuando Balak hijo de, rey de Moab, les tuvo miedo a los judíos, fue a ver a Bilaam y le pidió, no que lo bendijera a él, ¡sino que maldijera a los judíos! Así es como obran los malvados. En vez de buscar una bendición para sí mismos, prefieren una maldición para los demás.

(Jafetz Jaim)


"Y Hashem abrió la boca de la burra..." (Bamidbar 22:28)

¿Qué significa que una burra se pone a hablar? La diferencia esencial entre el Hombre y los animales reside en el poder del habla. El hombre es llamado "El  Hablador", que es la cualidad que sintetiza su elevación por encima de los animales. El poder del habla le fue dado al Hombre para que eleve al mundo físico, para que inyecte espiritualidad a lo físico.

Al describir la creación del Hombre, la Torá dice que Hashem "infundió en su nariz un espíritu de vida".  Targum Onkelos traduce esta frase como "le infundió en su nariz un espíritu de habla". En hebreo, la palabra "cosa", “davar”, tiene la misma  raíz que “dibur”. El habla es el umbral entre el mundo de las cosas, el mundo físico, y el mundo espiritual.  Cuando el Hombre emplea su poder de habla para  agregarle espiritualidad al mundo, está cumpliendo con su objetivo verdadero, sintetizando el "espíritu de habla". Está elevando tanto a sí mismo como el mundo que lo rodea. Pero cuando degrada el poder del habla empleándolo para maldecir y para denigrar, entonces el Hombre no es más que un burro que habla.


"Bilaam respondió... 'Si Balak me diere su casa llena de plata y de oro, no puedo transgredir la palabra de Hashem, mi Di-s, para hacer nada pequeño o grande" (Bamidbar 22:18)

Rashi nos dice que este versículo revela la codicia de Bilaam. Al hablar de plata y de oro, está dando a conocer lo que ocupa un lugar de importancia en su cabeza.  Pero hay aquí un problema. ¿Acaso no fue el propio Rey David el que dijo: "Mejor es para mí la Torá de Tu boca que millares en oro y en plata"? ¿Por qué no se considera que la comparación del Rey David también revela una veta mercenaria? Asimismo, en Pirkei Avot, Rabí Yosi ben Kisma dice: "Aunque me diesen todo el oro y toda la plata, todas las piedras preciosas y todas las perlas del mundo, no habitaría en ninguna parte sino en un lugar de Tora". ¡Qué lista de compras! ¿Por qué en este caso no se revela también una naturaleza mercenaria?

La diferencia es simple y a la vez fundamental.

Bilaam dijo que "no puede transgredir la palabra de Hashem". No dijo que no lo haría, simplemente que no puede hacerlo. Dado el potencial, ¡seguro! ¿por qué no?. Por el contrario, el Rey David y Rabí Yosi ben Kisma dijeron que no cambiarían la Torá por todo el dinero del mundo, no que no pueden.

(Or Yael)


"¡He aquí! Es una nación que habitará solitaria y no se la contará junto a las naciones" (Bamidbar 23:9)

Un hombre se tira del último piso del Empire State. Y mientras cae a 33 pies por segundo, alguien saca la cabeza por la ventana del piso 29 y le grita:

"¿Está Ud. bien?" Sonriendo, el hombre responde: "Hasta ahora, fenómeno".

El Pueblo Judío es, en esencia, un ente que existe en forma solitaria. Un ente que está apartado del resto de la sociedad debido a que es esencialmente diferente de las demás naciones. Como el aceite y el agua, que no pueden mezclarse. Y cuando da la impresión de que se mezclan, la separación posterior es violenta y trágica, en directa proporción al deseo de mezclarse en el crisol de razas. Los judíos de Alemania proclamaron su irrevocable lealtad a una Alemania que los mató y los torturó. Fueron los hornos y las cámaras de gas los que finalmente nos recordaron que Berlín no era Jerusalem.

Norteamérica ha demostrado ser un hogar sin igual para el Pueblo Judío. Además, tiene el mérito de sustentar el estudio de la Torá en cifras inigualables. Sin embargo, la rampante asimilación también constituye una faceta de la vida norteamericana que debería hacernos pensar. No podemos darnos el lujo de reclinarnos en el sillón y decir "Hasta ahora, fenómeno".

En la parashá de esta semana, hallamos una alusión a la naturaleza solitaria del Pueblo Judío: "¡He aquí! Es una nación que habitará solitaria y no se la contará junto a las naciones". En hebreo, la expresión "es" que aparece en esta frase se dice "hen". "Hen" consiste de dos letras: hei y nun. La guematria (equivalente numérico) de hei es 5. El cinco es un número singular. Habita solo. No tiene más compañero que él mismo. En la serie de números del uno al nueve, todos los otros números se combinan los unos con los otros para formar el número diez: el uno con el nueve, el dos con el ocho, etc. Sin embargo, el cinco se combina con sí mismo. Habita solo y solo se combina con sí mismo para formar el diez.

Del mismo modo, la letra nun se encuentra exactamente a mitad de camino del alfabeto hebreo extenso de 27 letras. La nun es la letra numero 14. Si se une la primera letra con la útima, la segunda con la penúltima, etc. cada letra tiene su compañera. Hasta la letra numero 14. La hei y la nun son como el Pueblo Judío. Una nación que habita sola.

(Rabí Menajem Nisel)


"Declamó su parábola y dijo: '¡Quién vivirá cuando Di-s haga esto!"

Oculta bajo la superficie de este versículo hay una oscura profecía: Bilaam profetizaba que por encima de las setenta lenguas raíces del mundo, Di-s había unido Su Nombre únicamente a dos naciones: al Pueblo Judío, Israel, y a las naciones árabes, Ishmael. Y prosigue Bilaam: ay de aquél que viva en "la época de Ishmael".

Nosotros vivimos en la época de Ishmael. Nosotros vimos a un pueblo que fue arrojado del último plano de la historia a la primera plana. La tremenda pobreza de esas naciones de hace apenas cien años se ha transformado en fortunas fabulosas.

No obstante, la fuente del poder de Ishmael no reside en el petróleo, ni en sus vastas poblaciones, ni en su retórica, sino en su arma secreta: el poder de la plegaria. Tal como lo implica su nombre: "Ishma-el": Di-s oirá.

¿Acaso hay algún político árabe que concluya su discurso sin agregar "con la ayuda de Ala"? ¿Acaso hay algún musulmán que tenga vergüenza de extender su alfombra de rezar y de arrodillarse en dirección a la Meca cinco veces al día, hasta cuando se encuentra en el país occidental más secular que pueda existir? Por cada musulmán orgulloso, les puedo encontrar por lo menos un judío al que su religión le resulta "demasiado judía".

Millones de musulmanes realizan cada año el Haj, el peregrinaje a la Meca. La mayoría de los judíos que vienen a Israel sienten que el viaje oscila entre nostalgia cultural y unas buenas vacaciones en la playa, con sol garantizado. Hubo una época en la que todo el Pueblo Judío hacía el peregrinaje tres veces al año al Templo Sagrado de Jerusalem. Hoy en día, el hito del peregrinaje judío probablemente sea llegar a una disco en Tel Aviv o a catar una finísima selección de vinos en el Golán.

¿Con qué poder el mundo musulmán controla el Monte del Templo? La mezquita de El Aksa yace en el Monte del Templo hace ya cerca de mil trescientos años, mientras que la sublime luz del Templo Sagrado apenas si irradió desde aquel mismo lugar solamente ochocientos años. ¿Acaso no es irónico que a pesar de las milagrosas victorias de la Guerra de los Seis Días, el Pueblo Judío no haya podido conquistar el sitio más sagrado de toda la tierra? ¿Cuál es el poder que le permite a Ishmael mantener posesión de ese lugar? Es el poder de la plegaria, que aparece sintetizado en su nombre.

Cuando Yitzjak se ofreció como ofrenda en el sitio del Templo Sagrado, se transformó en la fuente eterna de la capacidad que tendría el Pueblo Judío de dar la vida por Di-s. En hebreo, esa capacidad se denomina mesirut nefesh: "dar el alma". Sin embargo, uno puede ser moser nefesh sin necesidad de morir. Cada vez que un judío se dirige a Di-s en su plegaria, Le está dando su alma a Di-s. Cada vez que sinceramente Le pide a Di-s que le provea sus necesidades, está siendo moser, le está entregando a Di-s su alma, su nefesh, su mismísima existencia. En efecto, está diciendo: "Di-s, mi vida está en Tus manos". Esa es la esencia de la plegaria.

En hebreo, la plegaria se denomina “avodá”, término que comparte la misma raíz que eved (siervo). Cuando un siervo pide algo, no basa su petición en sus propios meritos, sino que confía en la bondad de su amo. Cuando Le pedimos algo a Di-s, somos como siervos ante el Rey de Reyes. Esta relación aparece sintetizada en nuestro nombre: Isra-el, que significa "Iasher-kel": "Di-s es justo". Con nuestro propio nombre estamos declarando que no tenemos derecho a nada. Di-s es justo; Él hará lo que considere mejor para nosotros.

El concepto de plegaria de Ishmael es muy diferente. Podemos ver esto en su nombre: "¡Di-s oirá!". Su idea de plegaria es que Le puede decir a Di-s qué hacer, igual que un hijo malcriado que todo el tiempo le pide regalos a su padre.

Sin embargo, hay esperanza para el Pueblo Judío. Esa esperanza no consiste en promesas de príncipes, ni en pedazos de papel. Esa esperanza no reside en el poderío y las armas de gran sofisticación. La plegaria de Ishmael prospera únicamente cuando a la plegaria del Pueblo Judío le falta entusiasmo. La mezquita de El Aksa solo puede existir cuando el Monte del Templo está en ruinas.

Ishmael ocupa el vacío creado por la vacuidad de nuestros rezos. Pero si Le damos a Di-s el alma, si admitimos que todo lo que hace Di-s es justo, aunque no siempre lo podamos entender, entonces estaremos viviendo a la altura de nuestro nombre, Israel.

(Pirkei de Rabi Eliezer, 30; Rabenu Bejaie; Rabi Menajem Nisel)

Shabat Shalom