Torá desde Jerusalem
Parashá Miketz - Al cabo
Libro Bereshit / Génesis (41:1 a 44:17)

Reflexiones sobre la Parashá

"Y exclamaron ante el `Avrej'" (Génesis 41:43)

¿Qué es la paz? La paz es la unión de los opuestos. "Aquel que hace la paz en Sus Lugares Altos". En "Sus Lugares Altos" hay un ángel de fuego y un ángel de agua... Opuestos.  El agua apaga el fuego.  Pero Hashem hace la paz entre el fuego y el agua, y los une.

Ese rasgo, la unión de los opuestos, es el rasgo distintivo de Yosef ha Tzadik. Porque Yosef une dos opuestos: la benevolencia y el juicio.

Yosef personifica "acercar con la mano derecha", la mano de la benevolencia, y "alejar con la izquierda", la mano del juicio. El perfecto equilibrio. Por un lado, el Yosef que domina y gobierna con juicio. Por otro lado, el Yosef que le da de comer a todo el mundo.

Ese rasgo de "paz" está implícito en su nombre "Avrej". Un av (padre) en sabiduría, y raj (suave, blando) en años.

Dos perspectivas del mundo: una de expansión y una de constricción. La de expansión es la visión de la benevolencia. La benevolencia, por naturaleza, busca expandirse, aumentar, dar, extenderse, ensancharse. Es la cualidad del "Av", del padre, el padre sabio por los años.

Y, por otro lado, raj, blando en años, el aspecto de constricción, de visión limitada, la marca de la juventud y la impetuosidad que no ve más allá de mañana. "¡Queremos el mundo, y lo queremos ahora!".

Benevolencia y juicio. Fuego y agua. Yosef ha Tzadik. La esencia de la paz.

(Iturei Tora)



"Sucedió al cabo de dos años; el Faraón soñó..." (Génesis 41:1)

La causa y el efecto se suelen tomar el uno por el otro. Cuando vemos que alguien tiene éxito en los negocios, pensamos que la causa es su gran perspicacia para los negocios. Pero en verdad es al revés. Hashem decide cuánto dinero ha de tener esa persona, y el efecto es que se le da la capacidad y las oportunidades necesarias para adquirir esa riqueza.  Del mismo modo, no es que el sueño del Faraón haya sido la causa de la liberación de Yosef, sino que Hashem decretó que había llegado el momento de liberar a Yosef, con el efecto de que el "Faraón sonó".

(Beit ha Levi)



"Y el Faraón le dijo a Yosef: `He aquí que te he colocado por sobre todo Egipto'" (Génesis 41:41)

El Sforno explica que el Faraón le daba una advertencia a Yosef, como diciendo "Piénsalo bien. Asegúrate de manejarte de modo tal que las cosas lleguen a su fin apropiado. Pues he colocado en tus manos un asunto muy importante".

¿Por qué hacía falta que el Faraón le diera una advertencia a Yosef? El Faraón ya se había dado cuenta de que Yosef era un hombre de Di-s, sin precedentes tanto en sabiduría como en percepción. Por cierto que una persona así es confiable, y tratará todo lo necesario para evitar el desastre y rescatar al mundo de la hambruna. Sin embargo, el Faraón sí le hace una advertencia. Por lo tanto, debe ser que tanto alguien del calibre de Yosef, hombre de Di-s, quien es consciente de que el más mínimo error puede causar una catástrofe, inclusive semejante persona tiene la obligación de examinar cada uno de sus actos a fin de evitar un paso en falso.

El hombre fue formado con elementos bajos y materiales. Por más grande que sea su intelecto, es un ser que posee una mente muy pequeña y una visión muy limitada.  Por eso, si no revisa constantemente el camino por el que anda, es muy posible que, a pesar de saber que el futuro descansa sobre sus hombros, se vuelva negligente, cayendo así presa del desastre.

(Jidushei ha Lev)



"Sucedió al cabo de dos años: el Faraón estaba soñando..." (Génesis 41:1)

Un verano calurosísimo. El Baal Shem Tov viajaba junto con sus discípulos.  Se habían quedado sin bebida. Ninguna fuente de agua a la vista. 

"Maestro", dijo uno de sus alumnos, "¿qué vamos a hacer? Tenemos que conseguir agua".

Dijo el Baal Shem Tov: "Si tienen bitajón, (confianza en Hashem), tendremos agua".

El día se tornó en noche, y la noche en día. "Maestro, tenemos que conseguir agua", dijo el discípulo.

Dijo el Baal Shem Tov: "Si tienen bitajón, (confianza en Hashem), tendremos agua".

Al tercer día, vieron un pastor a la distancia. El pastor se acercó al Baal Shem Tov y le preguntó si sabia donde estaba su rebaño.  El Baal Shem Tov cerró los ojos. Tras unos instantes, los volvió a abrir y le dijo al pastor: "Tus ovejas están allí". Y señaló al sur. "Te llevaré con ellas". Tras unos veinte minutos de caminata, llegaron al rebaño, que bebía agua junto a un arroyo.

El pastor le dijo al Baal Shem Tov: "Estuve buscando a estas ovejas tres días. No sé cómo agradecerle".

El Baal Shem Tov asentó con la cabeza. Rebi Pinjas MiKoretz, uno de sus alumnos, se acercó a él. 

"Maestro", dijo, "es obvio que Hashem nos envió a este pastor para que llegáramos al agua. Pero hay algo que no comprendo: ¿Por qué el pastor tenía que ir y venir durante tres días?  ¿Por qué no podía haber perdido las ovejas hoy mismo?"

"Ese pastor estuvo deambulando en círculos estos tres días, a la espera de que ustedes tuviesen bitajón. Podría haber venido ayer. Podría haber venido anteayer. En cualquier momento Hashem podría habernos enviado el pastor. Pero no ocurrió hasta ahora, cuando por fin tuvieron bitajón". 

El Midrash cuenta que el Faraón soñó el mismo sueño todas las noches, durante dos años, pero lo olvidó antes de despertarse. Recién después de dos años de haberlo soñado, se despertó una mañana y lo recordó. Si todo el propósito de que el Faraón tuviera este sueño era para que convocara a Yosef, sacándolo así de la cárcel, ¿por qué tuvo que soñarlo dos años enteros?  ¿Por qué no bastó con que lo soñara una sola vez, cuando llegó el momento de que Yosef fuera liberado?

Cada uno de los días en que estuvo encarcelado, Yosef podría haber sido liberado. Todas las noches el Faraón tuvo el mismo sueño: el pasaporte a la libertad de Yosef.  Pero todos esos días Yosef seguía confiando un poquito en que el jefe de coperos del Faraón iba a hablar bien de él, asegurando su liberación. Recién cuando Yosef tuvo bitajón solamente en Hashem, el Faraón finalmente recordó su sueño. 

La redención final puede llegar cualquier día. Los agentes de la salvación de Hashem están dando vueltas alrededor del mundo en círculos, aguardando que Su pueblo se dé cuenta de que solamente Él, y nadie más que Él, podrá salvarnos.

style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif";mso-ansi-language: ES'>(Rabí Pinjas mi Koretz)



"Y que el Di-s Todopoderoso (Kel Shadai) os tenga compasión" (Génesis 43:14)

Este mundo se mantiene en un perfecto equilibrio. Un equilibrio entre dos visiones contrastantes. Uno puede ver el mundo y ver la Mano de Di-s en todo lo que ocurre, percibiendo todo como un rompecabezas Divinamente designado. Uno puede ver la vida como una obra de arte celestial.

O uno puede ver el mundo como garabatos incomprensibles, sin ton ni son...

La elección es de cada uno. El mundo fue diseñado de modo tal que, en todas las cosas, pudiera percibirse orden, o caos. Hashem crea este exquisito equilibrio para que el hombre pueda tener libre albedrío. Porque si la Mano de Hashem fuese demasiado visible, el hombre ya no podría elegir. Se transformaría en una especie de cortesano, frente al trono real, helado del miedo.

Pero si Hashem oculta Su Mano demasiado, entonces el hombre se aleja y afirma que su prueba era demasiado difícil, que era imposible ver la Mano de Di-s. El Nombre Divino que expresa este equilibrio es (no pronunciarlo) Shadai, que significa: "El Que habló y le dijo al mundo: ¡Basta!".  Cuando Hashem creó el mundo, puso en marcha un proceso que, si no se lo controla, se habría expandido ad infinitum. Pero Hashem quería que hubiese un perfecto equilibrio en la Creación, ni demasiado, ni demasiado poco... Por eso, cuando la Creación alcanzó su punto de equilibrio, Hashem dijo: "¡Basta!".  

Con esta idea en mente, podemos ahora entender el enigmático Midrash de Parashat Beshalaj. Cuando Hashem dividió el mar, los ángeles Le dijeron: "¿Acaso Tu Nombre no es Shadai?"  ¿Que querían decir?  ¿Qué tiene que ver el Nombre de Hashem con la división del  mar?  Lo que decían los ángeles era: "¿Acaso no creaste el mundo para que fuera así, y no más; para que siempre existiera la posibilidad de elección?  Al dividir el mar y hacer imposible el ejercicio del libre albedrío, ¿acaso no actuaste en contra del exquisito equilibrio que implica Tu Nombre Shadai?"

Del mismo modo, en la Parashá de esta semana, cuando Yaakov Avinu se vio forzado a enviar a Biniamin a Egipto, a fin de procurar granos, bendijo a los hermanos diciendo: "Y que el Di-s Todopoderoso (Kel Shadai) os tenga compasión" (Génesis 43:14)

En otras palabras: "Que Él que le dijo 'Basta' al mundo también le diga 'Basta' a mi sufrimiento".

Yaakov implicaba que estaba siendo llevado más allá del punto de libre albedrío, habiendo sufrido tanto en su vida. Y Le rezaba a Hashem para que Él revelara el principio del perfecto equilibrio expresado en Su Nombre Shadai.

(Or Gedaliahu, Rabi Shalom Fishbane)



"Cuando el hambre se extendió a toda la faz de la tierra, Yosef abrió todos los almacenes..." (Génesis 41:56)

¿Por qué Yosef abrió todos los almacenes de una sola vez, en vez de poco a poco, según la necesidad? La intención de Yosef era evitar los disturbios de hambre.

Así como hay disturbios de hambre física, también hay disturbios de hambre espiritual. Hay momentos en los que hasta el más valiente desespera; momentos en los que no podemos llevar la sabiduría de la alegría a la desesperación de la depresión; momentos en los que perdemos toda esperanza de servir a Hashem. 

Por eso, en los momentos de santidad especial, las Puertas del Cielo se abren de repente ante nosotros, y nos regocijamos en el brillo de la luz y el optimismo.  Somos como "otra persona", con un espíritu diferente.

La apertura de las puertas del Cielo sirve únicamente para expulsar la desesperación de nuestros corazones, para que sepamos que no hemos perdido nuestra fe, y que Hashem continúa llamándonos. Y así podemos volver a servir a Hashem con renovadas fuerzas y vigor.

(Shem mi Shmuel)



"Y las vacas flacas se comieron a las primeras siete vacas robustas. Y entraron dentro de ellas, mas no era evidente que habían entrado dentro de ellas, pues su apariencia seguía siendo tan inferior como antes" (Génesis 41:20-21)

Es realmente sorprendente. Por más que el judío se aleje de sus raíces, siempre van a ver la menorá prendida en la ventana. Tal vez del otro lado del comedor haya un arbolito de…; tal vez haya hamburguesas con queso en la mesa.  Pero mientras quede una chispa de judaísmo, la menorá de Januká seguirá brillando en la ventana.

Cuando los antiguos griegos profanaron el Templo Sagrado, pasaron por alto un frasquito de aceite. Fue ese mismo frasquito, intacto e incorrupto, el que permitió encender la Menorá cuando Yehudá el Macabeo y los Hashmoneos derrotaron el poderío de Grecia y el Pueblo Judío retornó al Templo Sagrado.

Dentro de cada judío hay una pequeña chispa de santidad, un frasquito de aceite puro, una luz que no se apaga nunca. Todos los "griegos" de la historia, en todas las tierras de nuestro exilio, trataron de ensuciar ese aceite, de apagar esa lucecita.  Pero esta no puede apagarse. ¿Cuántos millones de nuestro pueblo dieron sus vidas por esa pequeña chispa? El mal podrá proclamar su jactancia a los cuatro vientos, pero jamás podrá apagar esa luz.

Si nos ponemos a pensar, tal vez el milagro más grande de todos es que el mal pueda existir. La definición de mal es "aquello que Di-s no quiere". Si el mundo entero no es más que una expresión de la voluntad de Di-s, ¿cómo es posible que pueda existir el mal?

Se trata de un secreto que la mente del hombre tal vez pueda contemplar, pero nunca podrá comprender. Tal vez se pueda explicar diciendo que el mal solo puede existir en virtud de una chispa de santidad que lleva envuelta adentro, y que es la que le proporciona su fuerza vital, su capacidad de existir.

En la parashá de esta semana leemos: "Y las vacas flacas se comieron a las primeras siete vacas robustas. Y entraron dentro de ellas, mas no era evidente que habían entrado dentro de ellas, pues su apariencia seguía siendo tan inferior como antes".

En este versículo, las vacas flacas e inferiores simbolizan las fuerzas del mal. Las vacas sanas representan las fuerzas de santidad. Las vacas flacas se comen a las vacas sanas y, sin embargo, desde afuera, no se percibe en absoluto la chispa de santidad: "mas no era evidente que habían entrado dentro de ellas". No obstante, es la chispa de santidad la que les permite vivir.

El Pueblo Judío se encuentra en su exilio más oscuro.  La presencia de Di-s está tan oculta que ni siquiera nos damos cuenta de que Su ocultamiento es algo oculto. Vivimos en un mundo doblemente ciego en el que el mal parece prosperar, en el que abunda la tragedia, en el que el egoísmo y el materialismo carcomieron hasta la medula. Pero en el medio de todo este mal, hay un punto de santidad. Sin ese componente de santidad, el mal dejaría de existir en un solo instante. Porque, por sí mismo, el mal no tiene punto de apoyo en la existencia.

Sin embargo, esa chispa sagrada arde en el corazón del Pueblo Judío. La menorá representa el corazón de Israel, y en ese corazón arde una pequeña llama que no puede apagarse. Llegará un día en que esa chispa producirá un fuego que consumirá todo el grueso materialismo como si fuese paja, y entonces ya no encenderemos nuestras menorot en las ventanas de Nueva York, Londres o Buenos Aires. Llegará un día en que el Kohen Gadol volverá a ingresar al Santo de Santos y reencenderá las luces que ardieron durante milenios en los corazones judíos, selladas dentro de ese frasco que nunca podrá mancharse ni corromperse.

(Sfat Emet)



"Yosef llamó al primogénito Menashe... y el segundo hijo lo llamó Efraim" (Génesis 41:50-51)

El fuego consiste de dos poderes: el poder de arder y el poder de iluminar.

En los días de Januká, los hashmoneos utilizaron ambos poderes. El fuego para quemar y erradicar la impureza de los antiguos griegos, y el fuego de la Torá para iluminar el Bet HaMikdash, una vez que fue resantificado.

Un fuego para quemar el Mal, y un fuego para iluminar el Bien.

Existe una controversia entre Bet Shamai y Bet Hilel, con referencia al modo de encender las velas de Januká: Bet Shamai dice que hay que empezar con ocho velas la primera noche, e ir reduciendo el número de velas hasta llegar a una sola vela el último día. Por su parte, Bet Hilel dice que hay que empezar con una sola vela, e ir aumentando cada día, hasta llegar a ocho.

El poder de quemar siempre empieza con mucho, reduciéndolo a la nada, a cenizas. Esa es la idea de empezar con ocho velas y reducirlas a cero. Bet Shamai sostenía que el aspecto esencial de Januká que debía comunicárseles a las generaciones futuras era que no se puede dejar ni siquiera la más ínfima cantidad de mal en el mundo, sino que se lo debe quemar hasta erradicarlo por completo, porque entonces el Bien, por la fuerza, ha de brillar y resplandecer.

Sin embargo, el poder de la luz siempre es algo que crece más y más: Bet Hilel afirmaba que la luz de la menorá debe enfatizar el triunfo de la luz, porque donde hay luz, necesariamente debe desaparecer la oscuridad. Por eso, Bet Hilel sostiene que debemos encender una sola vela la primera noche, y que la luz debe aumentar más y más hasta llenar el mundo, y entonces, de por sí, no quedará lugar para la oscuridad.

Los dos hijos de Yosef, Efraim y Menashe, simbolizan el arraigamiento de esos dos poderes, el fuego y la luz, en todo Israel. Menashe es el poder "negativo", el poder de quemar y destruir el mal, con el resultado de que luego ha de brillar la luz. Efraim es el poder "positivo", el poder de iluminar, para que la oscuridad no tenga ningún dominio.

Así como, al final de los días, el Pueblo Judío será llamado por el nombre Efraim, el poder de iluminación, así también la halajá se rige por Bet Hilel, comenzando con una sola vela y agregando cada vez más luz, hasta que desaparezca la oscuridad.

(Rabí Shlomo Yosef Zeven)

Shabat Shalom


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