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Torá desde Jerusalem



Parashá Tazría - Concibiere
Libro Vayikrá / Levítico (12:1 a 13:59)



Comentario sobre la Parashá


“Si alguien tuviera la llaga de la lepra…” (Vayikrá 13:9)

“Si alguien tuviera la llaga de la lepra…”.  Comienza la Torá a dictaminar los diferentes tipos de Zaraat (tipo de lepra según los síntomas de la Torá) en la persona, en las ropas y en las casas.  La zaraat, normalmente traducida como un tipo de lepra, era una de las demostraciones más claras de la Hashgajá (control y dirección) Divina, tanto cuando la aparición de la enfermedad como su cura eran, claramente, no sobre los conceptos lógicos de la medicina, y aparecían por causas como el mal hablar (lashón hará) y se definían solamente con el dictamen del Cohén, quien declaraba como Zaraat el caso en cuestión.  Su cura no era menos espectacular, cuando tras el encierro de siete días y un proceso de purificación el Cohén le declaraba purificado.

En Melajim II nos cuenta como Naamán, ministro militar del Rey de Asiria tras sufrir de lepra fue aconsejado por el profeta Elishá a sumergirse siete veces en el Río Jordán.  Naamán no llegó a comprender de que le podía servir sumergirse en un río del tamaño del Jordán, cuando ya lo había hecho anteriormente, sin esa intención, en ríos como el Tigris y el Éufrates, ambos sin comparación en su tamaño con el Rio Jordán y no había comprobado cura a su problema.  El profeta Elishá que conocía los conceptos de la Torá y sabía que en el nombre se encuentra la clave a la pregunta, descubrió que existen en la Torá tres párrafos que comienzan y terminan con N como el nombre de Naamán:

1 - Nega zaraat ki tihye vehuvá el hacohén...

    Cuando ocurriera la lepra y lo traerás al sacerdote...

2 - Nahnu naavor haluzim lifnei Hashem Eretz Kenaan veitanu ahuzat nahalateinu meever layardén...

    Nosotros pioneros pasaremos delante de Hashem a la tierra de Kenaan y con nosotros nuestras pertenencias del otro lado del Río Jordán..

3 - Naví mikirbeja mehajeja kamoní yakim lejá Hashem Elokeija elav Tismaún...

    Profeta de dentro de tu pueblo, como yo te impondrá Hashem, a Él le escuchareis...

Tres frases interesantes directamente relacionadas con la respuesta del profeta Elishá a Naamán, en el que la cura de una enfermedad, hasta entonces incurable, se realiza por medio de un pequeño consejo del profeta.

Muchos de nosotros nos preguntamos a veces por la falta de maravillas y milagros que la Torá nos relata, y acondicionamos nuestro nivel de fe a esa falta, a lo que debemos saber que la fe nunca puede estar condicionada a las maravillas ya que estas son efectos temporales, momentáneos, por lo que nuestra creencia sería como tal, temporal y momentánea.  Nuestra creencia puede ser consecuente y duradera solamente cuando esté basada en el conocimiento y de ahí, que la Torá nos obligue el estudio y la enseñanza a nuestros hijos: “Y le dirás a tu hijo...” o en la obligación de la Mishná en la que se nos indica el valor del estudio comparándolo con el cumplimiento de toda la Torá: “Y el estudio de la Torá como todas ellas”.

Ya en la noche de Pésaj, nos recuerda la Hagadá nuestra obligación de enseñar a los diferentes hijos, desde el inteligente deseoso de saber, hasta el inculto que no sabe ni qué preguntar, pasando por el malvado mal intencionado quien demuestra su desprecio a los hechos; hasta a él tenemos la obligación de enseñar aunque sea en su idioma: “Y le golpearás en los dientes y le dirás...”.

Épocas muy difíciles atraviesa nuestra generación, donde confundimos los conceptos de educación con enseñanza, nos contentamos con enseñar a nuestros jóvenes mucho material, y no hay duda que nuestros jóvenes saben mucho mas que nuestros abuelos, pero no confundamos eso, que no es educar: educar es guiar, encaminar, corregir, limitar cuando es necesario.

Es cierto que el Talmud recordó la obligación del padre con su hijo en enseñarle un oficio del cual podrá sustentarse, pero la obligación de educarlo la tiene desde el momento en que el pequeño entiende y al nivel de lo que entiende; no confundamos los conceptos y no olvidemos nuestra obligación.

Shabat Shalom.

Rab Shlomó Wahnón