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Torá desde Jerusalem



Parashá Tetzavé - Ordenarás
Libro Shemot / Éxodo (27:20 a 30:10)

Reflexiones sobre la Parashá


"Harás vestimentas de santidad para tu hermano Aharón, para gloria y esplendor" (Éxodo 28:2)

¿Por qué en Shabat nos ponemos la mejor ropa que tenemos? Uno de los motivos es porque queremos honrar este día tan especial. Pero hay otra razón más.

Otra pregunta: Cuando los Kohanim realizaban el servicio del Beit ha Mikdash, debían llevar vestimentas especiales, y si no, el servicio era inválido. ¿Por qué los leviim no tenían también que vestir ropas especiales?

El servicio del Kohen es un servicio interno. Tiene lugar en privado, lejos de los ojos del mundo. Todo lo interno requiere una vestimenta. El alma, que es interna, requiere una vestimenta cuando llega a este mundo: esa vestimenta es el cuerpo. Los enviados espirituales, los ángeles, necesitan un cuerpo cuando ingresan a esta dimension terrenal.

El trabajo del leví es externo, en público. Los leviim solían tocar instrumentos musicales y cantar en el Beit ha Mikdash. Por ser su tarea algo externo, no requería vestimentas especiales.

El Shabat también es una dimensión de lo interno en este mundo. El Shabat nos demuestra el interior de la Creación, el centro y el propósito de la vida. Por ser algo que revela aquello que es interno, necesita una vestimenta, y por eso vestimos nuestras mejores ropas en Shabat.

(Admor Rabí Abraham de Sokachov)



"Harás vestimentas de santidad para tu hermano Aharón, para gloria y esplendor" (Éxodo 28:2)

Cuando un astronauta emerge de su nave espacial, lleva puesto un traje enorme y abultado. El propósito del traje es simple y, a la vez, vital. Porque si no vistiera ese traje, en cuestión de segundos le herviría la sangre a causa del vacío del espacio. El traje es vital para la existencia del hombre que lo lleva puesto, pero nadie se confundiría, pensando que el traje es parte de la persona. La distinción es clara.

El cuerpo es como un traje de astronauta. Un traje que le permite al alma existir en este mundo. Ese es su propósito. Sin ese "traje espacial del alma", no podríamos sobrevivir en este mundo.

Con anterioridad al pecado de Adam y Java, no existía la vergüenza, y por lo tanto, no había necesidad de vestimenta. Ellos percibían con claridad que la neshamá, el alma, era la esencia de una persona, y el cuerpo era solamente el "traje espacial". Sin embargo, después del pecado, esa distinción se nubló, y fue necesario demostrar que el cuerpo tiene importancia únicamente mientras sirva de soporte de la neshama.

Por ser el cuerpo visible, el hombre fácilmente se confunde, y le atribuye importancia primordial. La ropa, al cubrir el cuerpo, enfatiza que la esencia espiritual interna, la neshamá, que está oculta de la vista, es de una significatividad esencial.  El Midrash (Tanjuma Bamidbar 3) relata que cuando fue erigido el Mishkan, Hashem dijo que la tzniut (ocultamiento, recato) era sumamente adecuado en aquel sitio. El propio mishkan estaba cubierto igual que una novia, con un velo adelante y una cola detrás.

La esencia del Mishkan es la Shejina, la Presencia Divina, que allí reside. Si uno mira solamente la gloriosa estructura, atribuyéndoles santidad intrínseca a los materiales, olvidando la esencia espiritual, entonces el Mishkan se transforma en algo parecido a un ídolo.

Del mismo modo, la Torá ordena un grado extra de tzniut para la mujer judía. En las culturas seculares, las mujeres son menospreciadas y a veces, hasta reducidas a meros objetos físicos. Se pone énfasis en lo que ven los ojos: el traje de astronauta. Sin embargo, la mujer judía se viste de un modo tal que enfatiza la esencia de su ser interno. "Toda la gloria de la hija del Rey es interna".

(Rabí Zev Leff)



"Esto es lo que ofreceréis en el Altar: dos ovejas dentro de su primer año, todos los días (lit. al día), continuamente" (Éxodo 29:38)

Hay momentos en la vida en que todo parece estar bañado del  resplandor rosado del sol de la mañana.

La vida está llena de promesas y optimismo. Pero hay otras veces en que todo parece nublado y oscuro, y las tinieblas  y la incertidumbre están al acecho.

Al describir la Mitzvá de la ofrenda diaria, la Torá emplea una construcción gramatical inusual. En lugar de decir baiom, de día, prefiere decir, laiom, al día.   A partir de esta anomalía, aprendemos una ley: el sacrificio de la ofrenda diaria debía hacerse a la luz directa del sol. La ofrenda matutina debía sacrificarse en la parte occidental del patio, para que el muro oriental no tapara los rayos del sol naciente. Y la ofrenda de la tarde debía sacrificarse en la parte oriental del patio, para que el muro occidental no tapara los rayos del sol poniente.

Ahora, que ya no gozamos de la cercanía a Hashem que nos ofrecía el servicio del Beit ha Mikdash, tenemos, en cambio, el servicio del corazón: el rezo.

Cualquiera sea la luz que brille en nuestras vidas, tanto sean los rayos optimistas del sol naciente, o el crepúsculo vacilante del atardecer, debemos tomar esa luz y hacer que ilumine nuestros corazones para que sirvamos a Hashem.

(Basado en Rashi)



"Aceite puro prensado para iluminación" (Éxodo 27:20)

La luz de la Menorá representa la luz de la Torá. El aceite de la menorá debía prensarse cuidadosamente, de a una aceituna por vez. No debía aplastarse, porque de ese modo se dejarían en las partículas y sedimentos. Y si bien estos podían filtrarse posteriormente, el aceite de la Menorá debía ser puro desde el comienzo, no "colado" después.  Esto puede entenderse como un paradigma de la enseñanza de la Torá: debemos transmitir la Torá pura y sin ningún tipo de adulteraciones, no "disfrazada" para que encaje en lo que es "políticamente correcto".

La Tora no precisa de ningún "adorno" para hacerla más "apetecible".

La jeringa es como el sedimento en el aceite.

Aunque pensemos que la podremos filtrar más tarde, la Torá, como el aceite de la Menorá, debe ser pura desde el comienzo.



"Sobre él Aharón traerá el incienso de especias..." (Éxodo 30:7)

La publicidad es el símbolo de la sociedad contemporánea. El arte de la publicidad no consiste en vender un producto, sino en venderle a la gente la percepción de ellos mismos que ha de resultar de comprar el producto. Tal vez las rayitas azules si te ayuden a mantener los dientes blancos. Tal vez no.  Sin embargo, lo que hace vender el producto no es la promesa de dientes más blancos, sino el estilo de vida de la gente que tiene dientes más blancos. Como todo el mundo sabe, la gente con dientes más blancos nunca están tristes. Nunca están cansados. Se la pasan yendo de una fiesta a la otra como si nada. Viajan por todo el mundo sin siquiera pensar en el gerente del banco o la hipoteca. Y todo por el precio de un tubo de dentífrico. ¡Eso es a lo que yo llamo "todo el valor a cambio de su dinero"!

En una era en que la ilusión se ha transformado en realidad, en que la gente envía coronas a los canales de TV cuando "mueren" las estrellas de los teleteatros, no hay cosa más fácil que vender el Obelisco.  Lo único que hace falta es un montón de dinero. Y tiempo en el aire.  Sin embargo, la verdad se vende a si misma. No le hace falta publicidad. No hay nada más contagioso que la verdad.

Existe un judío que vive en un departamento muy modesto de Yerusahalaim. Nunca apareció en la TV. Nunca lo entrevistaron. Nunca lo publicitaron. Pero igual el mundo judío acude a su puerta cuando necesita una decisión halájica. Su fama proviene enteramente de su piedad, además del hecho de que, en la mayor parte de las áreas del judaísmo, conoce la ley mejor que cualquier otra persona. Y todos lo saben.

En el Beit HaMikdash, el ketoret, el servicio de quemar el incienso, se llevaba a cabo en privado, lejos de los ojos del público. Pero su esencia podía detectarse hasta en Jericó, a más de veinte millas de distancia.

Cuando una persona invierte todos sus esfuerzos en vivir como se debe, en conformidad con la verdad de la Tora, por más que no publicite sus virtudes, la nación lo va a buscar. Su vida podrá ser el epitome de la modestia, pero sus actos han de irradiar pureza y santidad igual que un faro.

(Rabí Moshé Feinstein)



"Y tomarás aceite de oliva puro prensado para la iluminación" (Éxodo 27:20)

El Pueblo Judío es como la aceituna: así como la aceituna solamente da aceite cuando se la aplasta y se la estruja, así también el Pueblo Judío revela su verdadero rango después de sufrir opresión.

Y así como el aceite no puede mezclarse con ningún otro líquido, sino que flota por encima, el Pueblo Judío nunca desaparece en el crisol de razas. Y no solo eso, sino que a pesar de ser perseguido y sometido a las pruebas más difíciles, el Pueblo Judío siempre se eleva por encima de sus opresores, distinguiéndose de ellos.

(Tzror Hamor)



"Y ahora, les ordenarás a los Hijos de Israel..." (Éxodo 27:20)

A partir de la descripción de su nacimiento al comienzo de Séfer Shemot (Éxodo) hasta Séfer Devarim (Deuteronomio), el nombre de Moshá aparece en todas las parashiot. Todas, a excepción de una. La parashá de esta semana. El Gaón de Vilna explica que Moshé murió el siete de Adar, y esa fecha suele caer en la semana de la Parashat Tetzave.  Así como Moshé fue quitado de este mundo en esa semana, su nombre fue "quitado" de la parashá de esta semana.

Las palabras del tzadik reverberan. Son como los surcos en la laguna, que van hacia afuera y se perciben hasta en la lejana costa.

Después de que el Pueblo Judío Le fue infiel a Di-s en el incidente del becerro de oro, Moshé Le imploró a Hashem. Dijo: "Bórrame de Tu Libro que has escrito".

Moshé pidió que él fuera aniquilado, no el Pueblo Judío. Y si bien Moshé habló por pura abnegación, no obstante sus palabras causaron una impresión, y por esa razón su nombre fue "borrado" de la parashá.

(Gaón de Vilna, Baal HaTurim, Najal Kadmonim en Iturei Tora)

Shabat Shalom.