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Torá desde Jerusalem



Parashá Toledot - Genealogía
Libro Bereshit / Génesis (25:19 a 28:9)



Comentario sobre la Parashá


“Y hubo hambre en la Tierra,...” (Génesis 26:1)

“Y hubo hambre en la Tierra, además de la primera hambruna que hubo en los días de Abraham…”. Nos reitera la Torá que hasta que Abraham no llegó a la tierra de Kenaan, la Tierra Prometida no conoció el concepto de hambre, pues así nos dijo: “... además de la primera hambruna...”. ¡Qué manifestación de confianza y acato la que demostró Abraham, y mucho más su hijo Yitzjak, cuando siguiendo los pasos de su padre y poniéndose en camino a Egipto, tal como lo hiciera su progenitor, se le aparece Hashem y le dijo: “No desciendas a Egipto, reside en la tierra que Yo te diga...”.

La Torá que irrumpe en todos los detalles, a veces hasta en los pensamientos de nuestros patriarcas, no nos relata cómo pudo ser que Yitzjak no se preguntara sobre las promesas que hizo el Eterno a su padre y a él; y ¿por qué le exige a él lo que no le requirió a su padre, el no abandonar la Tierra de Israel?

La confianza de nuestros patriarcas solamente se puede comparar con la que un niño tiene en su padre, sobre quien no duda que no solamente encontrará en él el refugio por todo peligro, sino esa firme esperanza de que todo lo que hace su padre es correcto y por su bien.

No negamos la existencia Divina ni ponemos en duda Su omnipotencia, pero en verdad ¿esa confianza se traduce en la vida cotidiana?

Se cuenta sobre un jasid que se vanagloriaba de su total confianza y creencia en su Rebí, hasta que un día el Rebí quiso demostrarle que no era tan absoluta esa confianza, sino solamente en teoría, por lo que decidió ponerlo en prueba por su propio bien, para que fuese consciente de la realidad y no viviera en la ilusión.

Se le ocurrió al Rebí comentarle al jasid, en el mayor de los secretos, que había soñado que Hashem le revelaba el número de la lotería que le tocaría, a lo que el jasid sin dudar en absoluto de la veracidad del relato y de la capacidad del Rebí en soñar con la Voz Divina, hizo todo lo imposible para conseguir dicho número, al que guardó con cariño y completa seguridad que sería el número premiado.

Al cabo de los días el Rebí pidió a otro de sus alumnos, a quien le comentó toda la razón de los hechos, que intentara por todos los medios hacerse del número. El alumno lógicamente empezó por ofrecer al jasid un precio superior al real y, tras la negativa de vendérselo, pues el Rebí había soñado con el número por lo que no dudaba del premio, motivó que el alumno fuera subiendo la oferta, con lo que iba corroyendo la confianza del jasid hasta que en un momento llegó a pensar, si en verdad no sería el deseo de su Rab asegurarse con el valor que le ofrecian de premio, y entonces no dudaba de que sería el afortunado, y ya comenzaba la incertidumbre sobre qué hacer.

El Talmud dice: “todo el que tiene pan en la bolsa y se pregunta que comerá mañana, pertenece al grupo de los que no creen mucho”. ¿Quién de nosotros hoy podría llegar a ese nivel de tener tan sólo un pedazo de pan y no preocuparse por el mañana?, si hasta el Shulján Aruj en las Halajot de Tzedaká dictamina que todo el que no tiene para vivir de su patrimonio durante un año se considera con derecho a pedir tzedaká. En muchos países se necesita alrededor de 30.000 dólares anuales para sostenerse, es decir que facilmente se necesitaría medio millón de dólares en inversiones para poder vivir un año de los beneficios o intereses.

No olvidemos el dicho en la Mishná de Avot: “Toda Torá que no es acompañada por un oficio, al final se suprimirá y caerá en el error”. ¿Acaso el Tana en la Mishná no confiaba en la bondad Divina?

“Con el sudor de tu frente comerás tu pan”, fue la maldición con la que castigó Hashem al primer hombre tras su equivocación. La realidad del mundo había cambiado, los arboles no darán su fruto y la tierra no dará su cosecha hasta que el hombre no la trabaje, y la Torá nos obligó: “Y vivirás en ella”, dentro de esa obligación se encuentra el esfuerzo, pero no debemos olvidar la razón de la vida con la necesidad, el hombre no nació para trabajar sino que necesita del trabajo cuando lo necesita. Ya dijo el Paitán (compositor de cánticos): “Pues no se llevará todo lo que hizo, el día de su muerte...”. No debemos olvidar la meta de nuestra vida y no confundirla con los intereses o necesidades que nos rodean, pues debiéramos preguntarnos algo muy sencillo: ¿Cómo nos explicamos que el homo sapiens es el ser menos exitoso de la creación ya que muchos animales se sienten satisfechos en su realidad cotidiana, y sin embargo el homo sapiens, como nos dice el Talmud, que no hay quien vea ni la mitad de sus deseos cumplidos: ¡El que tiene cien quiere doscientos y el que tiene doscientos quiere cuatrocientos!.

La falta de confianza nos hace ser codiciosos, la incertidumbre incentiva la pertenencia. Abraham e Yitzjak sabían sobre la Hasgajá Celestial, del control y programación del universo, que ellos eran siervos a la Orden del Creador, y no buscaron ni seguros de vida ni codiciaron los bienes ajenos: “Elevo mi mano al Eterno... que ni un hilo ni un cordón tomaré de todo lo que es tuyo para que no digas que yo enriquecí a Abram”. Tenían claro su función en la tierra: “Y la trabajarás y la gobernarás... le ordenó el Eterno a Adam Harishón, esa es la función de la persona sobre la tierra, ser partícipe de Su Creación y gobernarla. Dijeron nuestros Sabios: La persona debe sentir la que toda la Creación fue realizada solamente para él. Qué responsabilidad! ¿Cómo puede dormir una persona con ese pensamiento?; ¡toda la Creación solamente para él! ¡Qué responsabilidad! De pronto el ejemplo toma otra expectativa, de pronto cada minuto de nuestra vida se hace importante. Acaso, ¿podría el presidente del Mundo descansar más de lo necesario?

Shabat Shalom.

Rab Shlomó Wahnón