Torá desde Jerusalem
Parashá Tzav - Ordena
Libro Vayikrá / Levítico (6:1 a 8:36)

“He aquí... (Vayikrá 29:1)”

En el contexto de la parashá de esta semana, Parashá Tzav, en la que la Torá nos relata las obligaciones de los sacrificios, con tantos detalles que llegamos a preguntarnos qué relevancia podrían tener estos sacrificios en nuestra era.  Una época donde los países desarrollados entre comillas, se enorgullecen de sus sociedades protectoras de animales, en lucha por las especies en peligro de exterminarse y vaya a saberse por cuáles otros intereses también luchan. 

Pero qué interesante resulta, cuando se trata del derecho de un indefenso humano como lo es el feto de una mujer embarazada; de pronto los derechos de los débiles se borran de la conciencia.  ¿No será que no luchamos por los derechos ajenos sino que queremos tranquilizar nuestra conciencia a través de la protección de aquello que no nos incumbe?

Cuando escuchamos que existen países donde la Shejitá ha sido prohibida por crueldad, eso nos demuestra la equivocación sobre los conceptos, en la que nos encontramos.  ¿Podríamos pensar que la Torá permite sufrir innecesariamente, cuando el Talmud nos relata, que Rabí Yehudá Hanasí recopilador de la Mishná estando en su liská del Sanhedrín en el Santuario, vio escapar un animal que era llevado para su sacrificio y esconderse debajo de su silla, y al verlo Rabí Yehudá se dirigió al animal y le criticó por qué huía del sacrificio para el que había sido elegido?, por ello él fue criticado y castigado a doce años de enfermedad, por no entender el espíritu del animal que huía de la muerte.

 La Torá critica el no comprender y el hablar mal a un animal y no le critica haciéndole sufrir innecesariamente.

La Torá posee escalas de valores y pone el valor de la vida humana por encima del valor de la vida animal, por lo que se nos permitió sacrificar la vida de un animal para nuestra comida, para nuestra medicina y hasta para realizar estudios médicos.

La Torá comenta cómo el Cohén preparaba la ceniza que debía usar todo aquel impuro, para purificarse.  Sobre este precepto dijo el Rey Salomón: “Me acerqué para entenderla y ella se apartó de mí”.  No dijo que no se podía entenderla, sino que no llegó a entenderla.

En la Torá no existen misterios ni tabúes, todo es entendible y debe ser entendido, pues la falta de conocimiento aparta a la persona de su buen cumplimiento. Así como todo lo material tiene sus leyes físicas que la definen, donde sólo conocimientos muy profundos llegan a entender con muchas limitaciones el comportamiento de dichas leyes y las fuerzas que la dirigen, ya que es más lo desconocido que lo conocido, mucho más lejano se encuentran de nosotros los conocimientos de las leyes que rigen el mundo espiritual.

Sólo mentes atrofiadas intentarían enseñar a un niño ingeniería, ya que éste no cuenta con los conocimientos previos para entenderla, así mismo la Halajá critica a quien intenta entender las leyes de la pureza espiritual y su comportamiento, sin antes de entender las leyes que rigen la vida cotidiana y material del humano.

En días tan indecisos como los actuales, por los que atraviesa el mundo, debemos apoyarnos en la seguridad que da la Torá a quien la estudia y la alegría que obliga la Halajá en especial en este mes de Adar, concluiremos con las palabras de nuestros Sabios: “Una gran obligación es estar siempre en alegría” y “No hay alegría como el esclarecimiento de la duda”.

Shabat Shalom

Rab. Shlomó Wahnón


www.mesilot.org             yeshiva@mesilot.org