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Torá desde Jerusalem



Parashá Vayetzé - Y Salió
Libro Bereshit / Génesis (28:10 a 32:3)

Enfoques sobre la Parashá


"Y he aquí que había una escalera afirmada sobre la tierra y su cabezal llegaba hasta los Cielos y he aquí que los enviados de Di-s ascendían y descendían por ella" (Génesis 28:12)

El hombre es como una escalera, aunque sus pies están necesariamente "fijos en el suelo", en el mundo físico, y él está obligado a involucrarse en la existencia material; de todas maneras si todo lo que hace es en nombre de los Cielos, "su cabeza llega hasta los cielos".  Las acciones de la persona en este mundo tienen influencia directa en la manera que el reino espiritual influencia en la Creación, y esto inclina la balanza para el lado positivo o negativo.  "Los enviados ascienden y descienden por ella".  Aún los ángeles (enviados) dependen de la escalera que el hombre crea con sus acciones en este mundo.  El hombre es la fuerza dominante y el centro de toda la Creación, tiene inclusive el poder de bajar o elevar a los ángeles.

(Maianá shel Torá)



"Pero Labán tenía dos hijas, el nombre de la mayor era Lea y el nombre de la menor era Rajel.  Y los ojos de Lea eran dábiles..." (Génesis 29:16-17)

Cuando todas las puertas de los Cielos están cerradas, la puerta de las lágrimas está siempre abierta.  Nuestros Sabios nos enseñan que los ojos de Lea eran débiles por el llanto constante al pensar que, siendo la hija mayor de Labán, tenía que casarse con el hijo mayor de Itzjak, el malvado Esav.  Pero, a pesar del amor que sentía Yaacob por Rajel y el haber trabajado por ella siete años, y a pesar de todas las precauciones que tomó Yaacob para que Labán no lo engañe y lo case con Lea en lugar de Rajel, fue el rezo lloroso de Lea por asistencia Divina, que tuvo éxito no solo en revertir el decreto de que debía casarse con Esav, sino que incluso ella tenia que ser la primera mujer de Yaacob.



"Ella (Lea) concibió otra vez, y tuvo un hijo y declaró: 'Esta vez voy a alabar a Hashem en agradecimiento' y por eso llamó a su hijo Yehudá..."  (Génesis 29:35)

Sra. Jacobs, aquí está su salario mensual. 

Muchas gracias

Sra. Jacobs, además de su salario mensual; aquí tiene un regalito que no se esperaba.

Muchísimas gracias, no se como agradecérselo.

No nos es fácil, a veces, dar gracias por algo de lo que no nos sabemos merecedores, Lea sabia que daría luz a tres de las doce tribus, de eso se sabía merecedora, pero al tener al cuarto hijo, Lea sintió que había recibido un regalo inesperado, y por consiguiente dio gracias a Hashem de todo corazón.  También es posible que al tener al cuarto hijo Lea sintiera que no se merecía ni siquiera a los tres previos... que todo en esta vida es un regalo de Hashem... y así podía estar tan agradecida por los tres primeros hijos como por Yehudá.

(Basado en Rabí Jaim Shmuelevitz z”l)



"Y de todo lo que Tu me das voy a dar diezmos..."  (Génesis 28:22)

Al dejar este mundo lo único que nos pertenece son las Mitzvot que cumplimos.  Todas las riquezas y honores, queramos o no, las dejamos aquí con el cuerpo.  Así lo expresa Yaacob Avinu en este versículo: “De lo que Tú me das Hashem, lo ínico que "tengo" son los diezmos que di, eso va a quedarse conmigo, lo demás va a quedarse atrás en este mundo terrenal.  Las Mitzvot no solo quedan contigo sino que las mandas por anticipado al mundo venidero.

(Basado en Kometz Ha Minjah)



"Esta no es otra que la Casa de Di-s..." (Génesis 28:17)

No como Abraham que la llamó (Beit Hamikdash) “Montaña”, ni como Itzjak que la llamo “Campo”, sino como Yaacob que la llamó “Casa” (Pesajim.88a).

¿Qué es una casa?  Básicamente cuatro paredes, una puerta, y tal vez una ventana.  Las paredes sirven para tres funciones: Primero, crean un espacio interior, un dominio privado, separado del dominio público.  El hogar judío debe crear un medio ambiente con valores morales judíos, un centro de espiritualidad que nos sirva de fundamento para practicar la Torá.  En segundo lugar las paredes forman unos compartimentos que ayudan a unir a los habitantes de ese dominio privado.  Cada individuo en esa casa se siente parte de un todo, cada uno usando sus talentos individuales para mejorar la comunidad.  Finalmente las paredes sirven de barrera para protegerse del mundo exterior, y su influencia hostil a los valores de la Torá.  Una vez que este espacio interior esta impregnado de santidad, entonces la luz de adentro se emana por las ventanas y la santidad es proyectada al exterior, al mundo en general.

Yaacob percibió ese aspecto de “Casa” que tiene el Beit Hamikdash y estuvo dispuesto a  exiliarse a un lugar donde sus hijos serían, como el polvo de la tierra, pisados por todas las Naciones del mundo, pero a la vez, una fuente de inspiración para toda la humanidad.  En el exilio, el concepto de Casa de Di-s, seria aceptado como Casa de Oración, Casa de Estudio y también la casa particular de cada judío, que debe reflejar la idea de Casa de Di-s.  Estos tres conceptos son como un preservante que guarda al pueblo judío en el exilio entero, hasta la venida del Mashíaj y el retorno a Israel, cuando podamos tener la verdadera casa “El Tercer Templo.

(Adaptado de Rabí Zev Leff)



"Ella concibió y dio a luz un hijo y declaro: `Esta vez quiero alabar con gratitud a Hashem' por eso lo llamó Yehudá..." (Génesis29:35)

Cuando alguien te hace un favor, ¿cuántas veces le dices “gracias”?

¿Una vez, dos, tal vez tres veces?  ¿Cada vez que te encuentras con esa persona?  ¿Por el resto de tu vida?  ¿Por toda la eternidad?

El Talmud relata que desde el día en que Hashem creó el universo, nadie Le agradeció hasta el momento en que Lea le agradeció su cuarto hijo (Rabí Yojanan en nombre de Rabí Shimon bar Iojai / Berajot 7b).

¿Cómo es posible que antes que Lea nunca nadie Le hubiera dado gracias a Hashem?

¿Acaso Abraham, Sará, Itzjak, Ribká y Yaacob eran todos unos ingratos?

Además, ¿por qué la propia Lea aguardó hasta tener su cuarto hijo para agradecerle a Hashem?  ¿Tres hijos no eran bendición suficiente?

La respuesta es que Lea sabía, gracias a su visión profética, que habrían de nacer doce tribus a Israel.  Como Yaacob tenía cuatro mujeres, cuando Lea tuvo su cuarto hijo, se dio cuenta de que Hashem le había dado más de lo que por derecho le correspondía (Rashi).

Y al darse cuenta de eso, de que le habían dado más de lo que se merecía, Lea reconoció que en realidad no "se merecía" ninguno de sus hijos; que en la vida todo es un regalo enorme del Amo del Universo.

No es que nadie Le hubiera dado gracias a Hashem en absoluto antes que Lea, sino que nadie Le habia agradecido del modo que ella Le agradeció.

Con este cuarto hijo, Lea quiso decirle “Gracias” a Hashem de una manera única y maravillosa.  Y al bebé lo llamó "Yehudá", que proviene de la raíz "agradecer".  Para que a lo largo de todas las generaciones, hasta el Final de los Días, cada vez que alguien le pusiera de nombre a su hijo "Yehudá", perpetuará el agradecimiento y la alabanza que Lea sintió hacia Hashem cuando llamó a su hijo "Yehudá".

(Adaptado de Mizmor le Todá por Rabí Daniel Travis)



"Y tomó de las piedras del lugar, y las colocó alrededor de su cabeza, y se recostó en aquel lugar" (Génesis 28:11)

El Midrash nos explica que cada una de las doce piedras quería tener el mérito de ser la piedra en la que apoyaría la cabeza el gran Tzadik, Yaacob.

Unos versículos más adelante, la Torá habla de una piedra, lo cual implica que las piedras se habían transformado en una sola.  ¿Qué significa que las doce piedras se transformen en una?

Las doce piedras simbolizan a las doce tribus de Israel.  La discusión entre las piedras giraba en torno a cual de las tribus constituiría la esencia del pueblo judío.

¿Acaso era Leví, y sus descendientes, quiénes realizaban el servicio en el Templo Sagrado?  ¿O Isajar, quien se dedicó al estudio de la Torá?  ¿O Zevulún, quien, por medio de sus negocios, daría sustento a Isajar, para que este pudiera concentrarse en el estudio de la Torá?

Cada una de las piedras clamaba ser ella la esencia del pueblo judío, hasta que Hashem las tomó a todas y las transformó en una sola.  Porque ninguna "parte" del pueblo constituye su esencia, sino que la verdadera esencia de Israel es su unidad, pues solamente en un ambiente de unidad Israel será capaz de cumplir con su objetivo, que es reflejar la Unidad del Creador, quien Une a todos los objetos y seres en Uno Solo.

(Rabí Calev Gestetner)



"Está en mi poder hacerte daño; pero el Di-s de tu padre Se dirigió a mí anoche, diciendo: Cuídate de hablar con Yaacob, ni bien ni mal" (Génesis 31:29)

Si Labán quería asustar a Yaacob, diciéndole que estaba en su "poder hacerte daño...", ¿por qué luego destruye toda su credibilidad admitiendo que Hashem le dijo que tuviera cuidado de "hablar con Yaacob ni bien ni mal"?

Así actúan los que buscan ganar status y poder a los ojos de los demás.

Siempre que pueden, dejan oír un nombre importante.  Y Labán no pudo resistir la tentación: le dijo a Yaacob que nada más ni nada menos que Hashem le había hablado, si bien tal mención habría de frustrar todas sus amenazas.

(Rabí Mordejai Perlman)


"Y Yaacob trabajo siete años por Rajel y le parecieron unos pocos días, a causa de su amor por ella" (Génesis 29:20)

El hombre entra al restaurante y le pide al mozo: "¿Qué hay hoy de rico?"  Cuando el mozo le responde: "¡El pescado está de maravillas!", el hombre sonríe y dice: "¡Excelente!  ‘Me encanta el pescado!"

En realidad lo que dice este hombre es que "se encanta a sí mismo", porque si en realidad le importaran un poco los peces, colgaría un cartel en la entrada del restaurante, que dijera: "Este restaurante asesina a los peces".

Todos los "amores" de este mundo, ya sean amor por un objeto o por una persona, todos los amores convencionales, no son amores puros de aquel que ama hacia lo que ama, sino mas bien al revés: el que ama en realidad se ama a sí mismo.  El objeto de su cariño no es más que un medio para su auto gratificación.

Cuando el amor consiste de tomar para sí, de auto gratificarse, entonces cada hora en la que no se cuenta con ese objeto, las ansias son insoportables.

Pero en el amor que consiste de dar, ese amor se efectiviza cuando damos.  "Yaacob trabajó siete años por Rajel".  A partir del momento en que Yaacob empezó a trabajar, le estaba dando a Rajel, y entonces "los años le parecieron unos pocos días, a causa de su amor por ella".

El héroe romántico le protesta a su “amada”: ¡Querida... cada minuto que pasó, desde que te vi por última vez, ha sido para mi una eternidad...!  Los minutos fueron como años, las horas como siglos.  ¡Qué diferentes son los sentimientos de las novelas al amor sin tiempo que Yaacob sentía por Rajel!

El "amor" que toma para sí expande el tiempo, pero el que da lo contrae.

(Adaptado de Rabi Eliahu Lopian)

Shabat Shalom.