Torá desde Jerusalem
Parashá Vayigash - Y acercóse
Libro Bereshit / Génesis (44:18 a 47:27)

“Y no pudo Yosef contenerse...” (Bereshit 45:1)

Tras reconocer su error los hermanos de Yosef, Vayomer Yehudá: “Ma nomar laadoní ma nedaber umanistadak haelokim maza et havón avadejá...”, “Y dijo Yehudá: ¿Qué diremos a mi señor?  ¿Qué podemos hablar y qué podremos justificar?  ¡Hashem encontró nuestro error!”.  Yosef demuestra no ser menos, cuando después de escuchar el arrepentimiento de sus hermanos y haber visto a Binyamín, no puede retener sus sentimientos y pide sacar a todos los sirvientes de delante suyo.

Comenta Rashi: No podía soportar que estuvieran los egipcios presentes cuando sus hermanos se avergonzaran cuando él se diera a conocer.  Yosef piensa en todos los detalles, es sensible hasta en lo más pequeño, puede que aunque claramente la sorpresa adueñaría a todos, pudiera ser que alguno sintiera reparo por la situación.  ¡Yosef no puede permitir que sus hermanos pasen vergüenza en público!, pero criticarlos, ¡Sí!.  No han sido ustedes los que me han puesto acá, sino Él me ha puesto como señor y gobernante... pero, avergonzarlos en publico, ¡No!.

Yosef sabe y publica en todo momento la Hasgajá (Control Divino).  Ya le había dicho al Faraón: “No procede de mi, Hashem será quien responda...” y a sus hermanos les corrige diciéndoles “Yo soy Yosef vuestro hermano, a quien vendieron a Egipto y ahora no se entristezcan ni se molesten por haberme vendido, pues para sustento me envío Hashem antes que ustedes...”.

Todos cometemos un gran error, cuando vemos en nosotros o en nuestros semejantes la razón de los hechos, y no solamente el medio o el enviado para realizarlos.

El Pirké Avot comenta cómo en una víspera de Shabat la mujer de Rabí Janiná Ben Dozá se equivocó y colocó vinagre para encender las velas en lugar de aceite.  No pudiendo corregir el hecho, suplicó a su marido sobre qué hacer, a lo que éste le respondió con sencillez: “Quien ordenó al aceite encender, ordenará al vinagre que encienda”, y la esposa sin dudar en lo más mínimo sobre las palabras de Rabí Janiná, encendió las velas con vinagre y éstas quedaron encendidas todo un día hasta la salida del Shabat. 

Qué creencia la de Rabí Janiná Ben Dozá y mucho más la de su esposa quien no solamente creyó sino que no dudó en encenderlas.  Acaso ¿el milagro de la esposa de Rabí Janiná Ben Dozá no es más grande que el milagro de Janucá?  En verdad sí, pues hacer encender vinagre es un cambio de la naturaleza aún mayor que el del aceite que encendió ocho veces más de su tiempo.  Pero Rabí Janiná sabía que la naturaleza es un gran milagro, y en el nivel de la confianza que la persona pone en el Todopoderoso, se encuentra el nivel del milagro.

“Od Yosef Jai...”.  “Y aún vive Yosef ...” y revivió el espíritu de su padre Yaacob, la alegría de la noticia le devolvió el espíritu a Yaacob, a lo que Rashi comenta, le volvió el espíritu de la profecía, ya que no se encuentra la profecía, como dice el Talmud en el Tratado de Shabat (30:1): La Divinidad no se consigue dentro de la tristeza, ni dentro de la vaguedad, ni dentro de la risa, ni dentro de la payasada, ni dentro de la conversación, ni dentro de cosas sin contenido sino dentro de la alegría, y como dijo el Rey David, “Y ahora tráiganme al músico, y será cuando toque la música y será sobre mí la Mano Divina”.  La música, seguramente, y no esos “ruidos” que a veces se escuchan en ciertos lugares, era el medio por el cual el Rey David llegaba a su nivel más alto de espiritualidad, y seguro que una música con su armonía y contenido ayuda a la persona en todos los niveles desde el sistema nervioso hasta el sicológico.

La alegría verdadera, esa sensación de plenitud y sosiego que trae consigo el cumplimiento de las obligaciones, lejos del jolgorio, la juerga...

El Rey David comenzó los Salmos justamente con estas palabras: “Ashrei Haish... Bendita la persona que no anduvo en los consejos de los perversos, ni en los caminos de los equivocados, no anduvo ni se sentó en los lugares de los burlones”.  Los burlones parecen simpáticos, ¿quién no se ha reído de alguna de sus bromas? 

¡Alegría sí, burlas no!.  La alegría es el motor de nuestro hacer y la tristeza la puerta del pecado.  A Yaacob le volvió la profecía por la alegría, y al Rey David con la música, pero ninguno de ellos la encontró en los “pubs” ni en la discotecas, sino dentro de la verdadera alegría.

Shabat Shalom

Rab. Shlomó Wahnón


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