Torá desde Jerusalem
Parashá Vayigash - Y acercóse
Libro Bereshit / Génesis (44:18 a 47:27)

Enfoques sobre la Parashá


"Dijimos a mi Señor: Tenemos un padre anciano y hay un niño, de su ancianidad, menor" (Génesis 44:20)

"Tenemos un padre que es muy anciano"- nuestro "padre" representa el ancestral patrimonio del Pueblo Judío. Nuestro continuo éxito en sobrevivir y florecer como una nación santa está fundado en el mantenimiento de fe hacia nuestro "padre". También tenemos un "hermano menor" (aquellas generaciones que aun no han nacido por las que tenemos la responsabilidad de pasarles la antorcha de la Torá). Nosotros somos la conexión de la cadena entre el pasado -"nuestro padre" y el futuro, "nuestro hermano menor". No importa cuánta presión tengamos sobre nosotros en el presente, tenemos la responsabilidad tanto con "nuestro padre" como con "nuestro hermano menor" de que esta cadena dorada del pasado hacia el futuro se mantenga intacta.


"Dijo Yosef a sus hermanos: Yo soy Yosef!" (Génesis 45:3)

Cuando estudiamos historia y aprendemos sobre las guerras, pogromos y el holocausto; cuando leemos sobre los desastres naturales en los diarios y vemos fotos de continentes arrasados por el hambre, surge la pregunta "¿Dónde está Di-s?" Desde el momento que los hermanos llegaron a Egipto a comprar comida se encontraron con un problema atrás de otro. Los hermanos se preguntaban, ¿Por qué Di-s nos está haciendo esto? Así como con las palabras "Yo soy Yosef", todas las preguntas de los hermanos fueron contestadas y el propósito de los 22 años anteriores fue aclarado, así también en el futuro, cuando el mundo escuche las palabras "Yo soy Di-s", todos los dilemas de la historia serán resueltos en un instante.

(Jafetz Jaim)


"...Él (Yosef) se echó sobre su cuello y lloró sobre su cuello mucho". (Génesis 46:29)

Mientras que Yosef derramó su corazón en un mar de lágrimas cuando vio a su padre después de tantos años, la reacción de Yaacob no es mencionada en absoluto. De hecho, en ese mismo momento, Yaacob estaba recitando el Shemá. ¿Por qué Yaacob eligió este preciso momento para decir el Shemá? La respuesta es que un tzadik (justo) aprovecha cada oportunidad y emociones para el servicio de Di-s. Cuando Yaacob sintió un supremo oleaje de alegría y amor al ver a su querido hijo, su primer deseo fue suprimir su alegría personal y encaminar sus emociones en una sublime expresión de amor hacia el Creador. Es por eso que recito el Shemá, la aceptación más elevada de la soberanía de Di-s: "Y deberás amar a Hashem, tu Di-s con todo tu corazón..."

(Gur Arie)

El Sefat Emet, comentando en el mismo versículo, dice que la naturaleza de Yaacob era ser removido y elevado completamente afuera y más allá del mundo natural. Por eso, en su amor por Di-s, el removió su atención completamente del amor natural que tenia por Yosef. Por otro lado, la naturaleza de Yosef era estar inmerso en amor por Di-s aun mientras estaba sumergido en el mundo natural, por eso pudo decir el Shemá mientras besaba a su padre.


"Y Yehudá se acercó (a Yosef) y le dijo, `Por favor, mi Señor, dejad a vuestro sirviente hablar a oídos de mi Señor'" (Génesis 44-18)

En tiempos de la Rusia de los Zares, hubo fuertes decretos contra los judíos. El Jafetz Jaim, fue una vez a hablar con un alto oficial zarista, acerca de éstos. Como el Jafetz Jaim no hablaba ruso y el oficial por supuesto no hablaba idish, usaron los servicios de un intérprete.

El Jafetz Jaim habló con toda la sinceridad y sentimiento que emana de un corazón puro, y al acabar un gran silencio llenó la habitación. Al cabo de un rato el interprete empezó a hablar "Su Señoría... este judío dice que...". ¡No necesito traducción, el oficial ruso dijo, lo entendí todo!

Como resultado de esta reunión los judíos se salvaron de quien sabe cuántos horribles decretos.

Antes de revelar su identidad, Yosef habló con los hermanos solo a través de un intérprete, así que Yehudá creyó que no podía entender hebreo. Sin embargo quiso hablar con Yosef "en sus oídos", creía que sus palabras no serían entendidas, pero quería comunicarse con Yosef con los sentimientos, porque las palabras que salen del corazón, son las que llegan al corazón de quien las escucha.

(Basado en Rabí Yosef Dov, Rosh Ha Yeshiva de Brisk en Yerushalaim)


"Y Yehudá se acerco" (Génesis 44-18)

Dos mundos: Yehudá y Yosef. El mundo revelado y el mundo oculto, Yehudá empieza el linaje del Rey David, la majestad revelada del Pueblo de Israel, clara y aparente, que todo el mundo puede ver. Yosef es la majestad oculta.

Yosef reconoce a sus hermanos pero sus hermanos no le reconocen. El es la chispa oculta que alumbra el exilio, en todos los Egiptos de nuestra historia. Es la vela que nunca se apaga, la llama eterna. Aunque exteriormente Yosef parezca el gobernador de una nación gentil, por dentro, está el resplandor de su judaísmo, y tiene grabado en su corazón nuestra santa lengua. Esta imbuido de santidad a pesar de habitar en medio de la bajeza de un mundo hostil. Yehudá acercándose a Yosef. Majestad revelada acercándose a Majestad oculta. Yosef es como las aguas de un pozo profundo, ocultas, selladas con una gran piedra. Selladas por las ligaduras del mundo físico y sus preocupaciones. Yehudá. Es como la vasija que va a dentro las profundidades del pozo y saca del agua pura. Yehudá revela a Yosef para beneficiarse de él.

"Y Yehudá se acerca a Yosef".

El encuentro de dos mundos. Prefigurando la redención final. Yosef llorando al reunirse con sus hermanos.

Cuando lloramos por Israel, lloramos por todos nuestros hermanos que todavía están en Egipto, cuando lloramos por todo el odio y la violencia, debemos recordar que tal como Yosef se reveló a sus hermanos con lágrimas en los ojos, así también nuestra redención final llegará con lágrimas. Solo así, El Mashíaj, descendiente del Rey David, que es a su vez descendiente de Yehudá, gobernará en majestad revelada, con la cabeza alta, para que todos puedan verle.

(Basado en Rabí Shlomo Yosef Zevin, L'Torá Ul'Moadin)


"Yo (Hashem) voy a bajar contigo (Yaacob) a Egipto, y también subiré a arriba" (Génesis 46-4)

Hay dos personas a la entrada de una profunda cueva, uno es un experto con experiencia, el otro es la primera vez que desciende a una cueva y está nervioso. Naturalmente es el experto el que desciende primero. Esto es lo que Hashem está aquí diciendo a Yaacob, "Yo voy a ir primero y tú vendrás después. Y cuando salgamos de la cueva, tú saldrás primero y yo seré el último en salir.


"Y él (Yosef) cayó sobre el cuello de su hermano Binyamin, y lloró. Y Binyamin lloró sobre el cuello de Yosef" (Génesis 45:14)

El "amor libre" era el slogan de los años sesenta. Pero más que "amor" era lujuria. Y "libre" quería decir que uno era libre de hacer "lo que quisiera" a toda costa. Lo cual significaba que el que pagaba era el otro. Esa "libertad" resulta demasiado cara. Sin embargo, el "amor libre" sí existe.

Cuando una persona ama a su prójimo no por un motivo en especial, sino simple y únicamente porque es una creación del Amo del Universo y un reflejo de Su Majestuosidad, ese Amor Libre es un amor que acerca la Redención Final. El Beit HaMikdash (Templo Sagrado) fue destruido a causa del "odio libre", un odio gratuito, injustificado, sin razón. Y lo que ha de acercar su opuesto es precisamente lo opuesto: el amor libre, el amor que no depende de ninguna condición. "Y lloró": Yosef lloró por los dos Beit HaMikdash que habrían de construirse en la parte de la tierra que le pertenecería a Binyamin, y que serían destruidos. "Y Binyamin lloró": por el Mishkán (Tienda de la Reunión) que sería erigido en la parte de la tierra que le pertenecería a Yosef, y que con el tiempo también sería destruido.

¿Por qué lloraban por la pérdida del otro, y no por la propia?

Cuando los hermanos se volvieron a encontrar tras 22 años de separación, se dieron cuenta de que lo que los había separado era el "odio libre": el odio de los hermanos hacia su hermano Yosef. De inmediato percibieron la futura destrucción del Templo, que sería producto del odio libre. Y lloraron, porque así como el odio libre los había separado todos esos años, también habría de destruir el Templo en un futuro.

La cura para el odio libre es el amor libre: sentir el dolor del otro como si fuera el propio. Por eso cada uno lloró por la destrucción del Beit haMikdash del otro. Yosef y Binyamin estaban marcando el camino para las generaciones que vendrían, enseñándonos el modo de curar el "odio libre".

Porque si bien el Beit HaMikdash de Binyamin no sería construido hasta que fuera destruido el Mishkán de Yosef, su existencia dependía de la desaparición del otro, no obstante Byniamin lloró por la destrucción del Mishkán. Binyamin hubiera preferido que el Beit HaMikdash no se construyera, y que el Mishkán de Yosef hubiera permanecido por siempre. Tal es el poder del "amor libre".

(Basado en Rabí I. Mi Kuzmir en Iturei Torá)

Shabat Shalom.


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