Mesilot HaTora Logo Mesilot HaTora Banner


Rambam - Halajot



Selección de Leyes



Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 1

(1) Las mujeres, los esclavos y los menores de edad están exentos del estudio de la Torá. Sin embargo, el padre está obligado a enseñar Torá a sus hijos, como dice: "Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando acerca de ellas..." (Deuteronomio 11:19). La mujer no está obligada a enseñar Torá a sus hijos, porque sólo quien está obligado a estudiar, tiene el deber de enseñar.

(2) Así como el padre está obligado a enseñar a sus hijos, también debe hacerlo con sus nietos, como dice: "Y las harás conocer a tus hijos y a los hijos de tus hijos" (Deuteronomio 4:9). A pesar de esto todos los Sabios de Israel tienen obligación de enseñar a todos los alumnos, aunque estos no sean sus hijos, como está escrito: "Y las enseñarás a tus hijos" (ibíd. 6:7). Aprendemos de la Torá Oral que aquí "tus hijos" se refiere a tus alumnos, como cita el versículo: "Y salieron los hijos de los profetas" (Reyes II, 2:3). De ser así, ¿por qué fuimos ordenados a enseñar a nuestros hijos y nietos? Para priorizar la enseñanza al hijo con respecto a la del nieto, y la del nieto frente al resto de los alumnos. Hay obligación de pagar un maestro para los hijos, pero no hay obligación de enseñar al hijo de otro sino que se disponga del sevicio de un maestro gratis.

(3) A quien su padre no le enseñó Torá, está obligado a estudiarla cuando tome conocimiento de esa obligación. Pues dice: "Para que las aprendas y cuides realizándolas" (Deuteronomio 5:1). Y así encontrarás en todo lugar, que el estudio antecede a la acción. Pues el estudio lleva a la acción, pero la acción no conduce al estudio.

(4) Quien desea estudiar Torá y tiene un hijo que también desea aprender, el padre tiene prioridad. Pero tiene prioridad de aprender el hijo si es más vivaz e inteligente para comprender que el padre, aún así, el padre no debe abandonar sus estudios, porque así como al padre le fue ordenado enseñar a su hijo, también tiene que estudiarla él mismo.








Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 3

(1) Es una gran virtud que la persona se sustente con el trabajo de sus manos, lo cual caracterizaba a los piadosos de antes. Quien así obra merece todos los honores y las bondades de este mundo y del Mundo Venidero, como dice: “Cuando comas el fruto de la labor de tus manos, serás feliz y te irá bien” (Salmos 128:2), “serás feliz”, en este mundo y “te irá bien”, en el Mundo Venidero, que es todo bondad.

(2) Las palabras de la Torá no permanecen con los que son negligentes con ellas, ni tampoco con aquellos que andan entre los placeres, la comida y la bebida, sino con quien se mata por ellas, aflige su cuerpo constantemente y no prodiga sueño a sus ojos ni descanso a sus párpados. Los Sabios infirieron del párrafo: “Esta es la ley aplicable cuando un hombre muere en una tienda” (Números 19:14), la Torá sólo se sostiene gracias a aquellos que dejan sus vidas estudiando en las tiendas de los sabios... Igualmente dijo el sabio rey Shlomó: “Si desfalleces en el día de la adversidad, eres ciertamente débil” (Proverbios 24:10), o sea, si te descuidas de la Torá, los ángeles no te ayudarán para resolver dudas (Rashi).  También dijo: “En tanto (af) que mi sabiduría permanecía conmigo” (Eclesiástes 2:9), la sabiduría que aprendí con entusiasmo (be-af) es lo que he conservado.  Dijeron nuestros sabios: Se ha establecido un pacto que dice, que quien se fatiga estudiando la Torá en las sinagogas, no la olvida con facilidad. Y: “quien se fatiga en el estudio discretamente, será sabio”, como dice: “Pero a los modestos los acompaña la sabiduría” (Proverbios 11:2). Quien estudia en voz alta no olvidará lo aprendido, pero quien lo hace en voz baja pronto lo perderá.

(3) Aunque es un mandamiento estudiar de día y de noche, la persona obtiene mayor sabiduría del estudio de la noche. Por lo tanto, quien desee la corona de la Torá se cuidará de estudiar todas las noches, sin desperdiciar ni siquiera una de ellas por dormir, comer y beber, conversar, etc., sino con el estudio de la Torá y las palabras de la sabiduría. Los Sabios dijeron: El clamor de la Torá es sólo en la noche, como dice: “Levántate, clama de noche” (Las Lamentaciones 2:19). Quien se ocupa de la Torá por las noches, un hilo de bondad lo envolverá durante el día, como está escrito: “De día el Eterno dispensará Su bondad, y por las noches Su canción estará conmigo. Y elevaré una oración al Di-s de mi vida” (Salmos 42:9). La casa donde no se escuchen palabras de Torá por la noche será consumida por el fuego, como dice: “Toda clase de tinieblas está reservada para él. Un fuego no soplado lo devorará” (Job 20:26). “Quien las palabras de Di-s despreció...” (Números 15:31), se refiere a aquel que no se preocupó de la Torá en absoluto. Igualmente, se refiere a todo aquel que puede dedicarse al estudio de la Torá y no lo hace, o bien, quien habiendo estudiado la Torá escrita y la oral la abandona y la desprecia para ir tras las vanidades de este mundo. Quien descuida la Torá siendo rico terminará por descuidarla siendo pobre. Quien estudia Torá siendo pobre terminará estudiándola siendo rico. Esta idea está explicada en la Torá, pues dice: “Por no haber servido al Eterno con alegría y corazón dispuesto cuando tenías abundancia de bienes. Por eso servirás a tus enemigos” (Deuteronomio 28:47, 48). Y dice: “A fin de humillarte y probarte para que te beneficie en el futuro” (ibíd. 8:16).








Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 4,1

(1) Se debe enseñar Torá sólo a aquellos alumnos que demuestren un comportamiento digno y respetable o bien a los que la candidez gobierne su personalidad. A aquellos que andan por malos caminos, primeramente hay que hacerlos retornar a los senderos del bien hasta que alcancen un comportamiento correcto. Posteriormente hay que examinarlos y si percibimos que ha cambiado positivamente, entonces les damos acceso al Bet Hamidrash o Casa de Estudios para enseñarles lo necesario. Nuestros Sabios, de bendita memoria, dijeron: Aquel que instruye a un alumno con malas cualidades es comparado a aquel que lanza una piedra para Markolis (antigua figura de idolatría a la que se acostumbraba lanzar piedras como señal de adoración), tal como versa: “Como quien liga la piedra a la honda, así es el que da al necio honores” (Proverbios 26:8). El honor va relacionado con Torá, pues así está dicho: “Sólo los sabios heredarán la honra” (ibíd. 3:35).

(2) Asimismo, el Rab que no se conduce por buen camino, a pesar de que pueda ser un gran sabio y todos necesiten de su sabiduría, está prohibido recibir de él instrucción hasta que recomponga su actitud, tal como se dijo: “Los labios del cohén serán los portadores del conocimiento, de su boca demandarán Torá, es como un ángel del Di-s de los Ejércitos” (Malaquías 2:7). Así enseñaron los Sabios: Si el Rab se comporta como un ángel del Di-s de los Ejércitos, entonces, “de su boca demandarán Torá”, si no lo hace, entonces no demanden Torá de su boca.

(3) ¿Cuál es el método que hay que seguir para enseñar? El Rab se sienta a la cabeza y los alumnos lo rodean en forma de corona, con el fin de que todos lo vean y escuchen sus palabras. No deberá el Rab sentarse sobre una silla mientras que los alumnos lo hacen sobre el suelo, o todos se sientan en sillas o todos en el suelo. En tiempos remotos se acostumbraba a que el Rab se sentaba y los alumnos atendían de pie. Antes de la destrucción del Segundo Templo adoptaron que los alumnos se sentaran mientras aprendían.








Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 4,2

(1) Quien acostumbre enseñar personalmente a sus alumnos, que así haga, pero si suele hacerlo a través de un intérprete, que se coloque este en medio, entre él y sus alumnos, el Rab habla al intérprete y este a los alumnos. Para preguntar, igualmente, el alumno pregunta al intérprete y este traduce al Rab, quien responde y el traductor lo transmite al alumno. No alzará su voz el Rab por encima de la del intérprete y este no elevará la voz más que la del Rab cuando le pregunte.

(2) El traductor no tiene permiso para añadir o restar nada de lo que escucha, ni cambiar, a menos que sea este padre o Rabino del sabio a quien traduce. Cuando dice el Rab al intérprete: Así me enseñó mi Rab o así dijo mi padre y maestro, al transmitir el intérprete lo escuchado al público, debe hacerlo en nombre del sabio, haciendo mención de su padre o su maestro si procede y dirá: “Así dijo Rab Fulano”, aún cuando el Rab no mencionó su nombre, puesto que está prohibido mencionar a alguno de ellos sólo por su nombre.

(3) Si los alumnos no comprenden lo que quiso decir el maestro, no debe este enfadarse ni malhumorarse con ellos, sino que volverá a repetir las veces que sean necesarias hasta que entiendan el fondo de la Halajá. Asimismo, no deberá el alumno decir: “He entendido”, sin haberlo hecho, sino que deberá preguntar las veces que sean necesarias. En caso de que el Rab demuestre enfado con él, le dirá: “Rabí, esto es Torá y yo debo aprenderla aunque no sea muy avispado”.








Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 4,3

(1) No se debe preguntar al Rab hasta que haya entrado al Bet Hamidrash o aula de estudios y se acomode. Tampoco debe el alumno hacer preguntas hasta después de haberse acomodado. No deben preguntar dos a la vez. También queda prohibido preguntar al Rab por otro asunto diferente al tema que se está tratando, para evitar avergonzarlo. El Maestro debe procurar equivocar a los alumnos con preguntas o con actuaciones con la finalidad de agudizar sus ingenios y para que sepa si recuerdan lo que les enseñó o si, por el contrario, lo olvidaron. No hace falta decir que el Maestro tiene permitido preguntarles sobre otros temas con la intención de motivarlos.

(2) No hay que hacer preguntas mientras se está de pié, ni hay que responder de igual forma. Igualmente desde lo alto, o desde lejos, o desde detrás de los ancianos sabios. No se pregunta al Rab sino sobre el tema que están leyendo en él y, además, con sumo respeto. Tampoco deberá preguntar sobre un tema más de tres Halajot.

(3) Dos preguntaron, uno sobre el tema y otro sobre otro tema, se atiende al primero. Uno sobre un caso práctico y otro no, se atiende al primero. Preguntó uno sobre Halajá y otro sobre Midrash, se responde al de Halajá. Uno sobre Midrash y otro sobre Hagadá, se responde al de Midrash. El primero sobre Hagadá y el segundo sobre una inferencia lógica “a fortiori”, se responde al segundo. Uno sobre una inferencia lógica “a fortiori” y otro sobre una inferencia comparativa, se atiende al primero. Preguntaron dos, uno sabio y otro aprendiz, se atiende al sabio. Ante la pregunta de un alumno y otro no instruido, se presta atención al alumno. Preguntaron dos sabios, o dos alumnos, o dos ignorantes, o dos cuestionaron sobre Halajot, o sobre respuestas, o dos preguntas sobre dos casos prácticos, el traductor tiene la potestad para dar preferencia.








Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 5,1

(1) Al igual que debemos respetar y venerar al padre, asimismo debemos respetar y venerar al maestro más aún que al padre, ya que el padre lo trajo a este mundo, pero el maestro con la sabiduría que le enseña lo lleva a conseguir el Mundo Venidero. Si tuviere que devolver algo perdido a su padre o a su maestro, el maestro tiene la preferencia. Si encuentra a su padre y a su maestro portando sendas cargas, ayudará primeramente a descargar a su maestro y después a su padre. Si ambos, el padre y el maestro estuvieren cautivos, deberá primero liberar al maestro y después al padre. Si el padre fuese un erudito en Torá, debería prevalecer la liberación del padre en primer término. Si el padre fuese erudito en Torá, aunque menos que su maestro, aún así, deberá devolver la pérdida a su padre y después a su maestro. No existe mayor honor que el que merece el maestro, ni mayor respeto que el que merece el maestro. Dijeron nuestros Sabios: “Sea el respeto hacia tu maestro igual que el que prodigas al Eterno”. Por esto se dijo: “Todo el que se enfrenta a su Rab se enfrenta al Todopoderoso”, como está escrito: “Datán y Aviram... los que provocaron a Moshé y Aharón en su intento por provocar al Eterno” (Números 26:9).Quien contiende contra su Rab se considera como si contendiera contra Di-s, como versa: “Esas son las aguas de Merivá (contienda), por las que contendieron los hijos de Israel contra El Eterno, y donde al fin, Él fue santificado” (ibíd 20:13). Además, todo el que murmura contra su Rab es como si murmurara contra el Todopoderoso, como reza el párrafo: “Vuestras quejas no se dirigen hacia nosotros, sino hacia El Eterno” (Éxodo 16:8) y dijeron: Quien desconfía de su maestro, desconfía de Di-s, como se expresó: “Y murmuró el pueblo contra Di-s y contra Moshé” (Números 21:5).

(2) Está prohibido que el alumno llame a su maestro por su nombre, aún en su ausencia. Este es el caso donde es un nombre conocido y quien lo escucha sabe a quien se refiere. Tampoco mencionará su nombre en su presencia, aunque se dirija a otra persona con el mismo nombre, igual como lo hace con su padre. Hará una leve modificación del nombre, aunque su maestro haya fallecido. No saludará a su maestro como a sus amigos. Inclinará la cabeza ante él y le dirá con reverencia y respeto: La paz sea con usted, Ribí. Si su rabino le adelanta en el saludo, entonces le contestará diciendo: Shalom Rabí, mi maestro.

(3) Si su Rab se encontrara a más de doce millas puede responder ante una pregunta de Halajá. Para impedir una transgresión le está permitido intervenir incluso en presencia de su maestro. ¿De qué forma? Si vio a alguien incumplir un mandamiento, ya sea por ignorancia o por maldad, debe intentar impedirlo diciéndole que está a punto de transgredir la Ley, aunque estuviere delante su maestro e incluso sin pedirle previamente permiso, pues donde hay peligro de que se profane el Nombre de Di-s, el honor del maestro pasa a un segundo plano preferencial. Todo esto que hablamos se dijo sólo en casos concretos y esporádicos, pero no puede uno nombrarse a sí mismo para impartir dictámenes halájicos de forma permanente, aunque se encuentre él en un extremo del mundo y su maestro en el extremo opuesto. Tiene prohibido dictaminar hasta que haya fallecido su maestro, a menos que, previamente, le haya dado permiso. Y no sólo el hecho de que haya perecido su maestro le otorga la libertad de dictaminar en temas de Torá, sino que, además, debe estar lo suficientemente cualificado para ello.








Rambam. Leyes sobre el Estudio de la Torá. Capítulo 5,2

(1) Un alumno que no está cualificado para enseñar y lo hace es considerado impío, estúpido y arrogante. Sobre esta persona está dicho: “Porque ella ha dejado muchos muertos” (Proverbios 7:26). Por el contrario, un erudito cualificado para enseñar que no lo hace, priva a otros de su Torá y se le conceptúa como si pusiese obstáculos ante un ciego. Sobre éste está dicho: “Y poderosos son todos los que ella ha matado”. (ibíd.). Aquellos insignificantes alumnos que aún no aprendieron suficiente Torá y que buscan engrandecerse ante los ignorantes y sus conciudadanos, y corren a sentarse en la tribuna para juzgar y dar instrucciones al Pueblo de Israel, son los culpables de las rencillas, los que destruyen el mundo, apagan la luz de la Torá y dañan la viña del Eterno de los Ejércitos. Con respecto a ellos, el rey Shelomó en su sabiduría dijo: “Atrapemos a los zorros, los pequeños zorros que arruinan los viñedos” (Cantar de los Cantares 2:15).

(2) Está prohibido que el alumno llame a su maestro por su nombre, aún en su ausencia. Este es el caso donde es un nombre conocido y quien lo escucha sabe a quien se refiere. Tampoco mencionará su nombre en su presencia, aunque se dirija a otra persona con el mismo nombre, igual como lo hace con su padre. Hará una leve modificación del nombre, aunque su maestro haya fallecido. No saludará a su maestro como a sus amigos. Inclinará la cabeza ante él y le dirá con reverencia y respeto: La paz sea con usted, Ribí. Si su rabino le adelanta en el saludo, entonces le contestará diciendo: Shalom Rabí, mi maestro.

(3) No se quitará los tefilín ni permanecerá recostado en su presencia, sino que se sentará como lo haría ante un rey. No rezará ni delante, ni detrás, ni a los lados de su maestro. Tampoco caminará a su lado, sino detrás de él a cierta distancia, y allí podrá orar. No entrará en la sala de baños junto a su maestro, ni se sentará en su lugar. En su presencia no impondrá su opinión ni le contradirá. No se sentará delante de él hasta que se lo indique. Igualmente, no se levantará hasta que se lo diga expresamente. No le dará la espalda al retirarse de su presencia, sino que caminará de espaldas sin perder de vista la cara de su maestro.






Ir a Página siguiente