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Todopoderoso
Piense
por un instante en el origen de la palabra "Hitbodedut". Es una palabra hebrea que literalmente significa
“encontrarse a sí mismo”, y constituye la
práctica más fácil pero más poderosa de toda la meditación judía:
Conversar con Di-s.
Mucho antes de que esta sofisticada palabra formara parte de mi vocabulario,
el concepto de Hitbodedut fue implantado en mi alma, a sabiendas o no,
por mi vieja abuela viuda, aunque seguro estoy de que nunca la mencioné.
En Londres, en la decada de los 50 durante los cuales transcurrió mi niñez,
la mayoría de los judíos aspiraban a integrarse a la cultura existente, así que mi abuela polaca,
con sus yidishismo y su corazón judío siempre abierto, significó para
mi una intrigante reliquia de lo que parecía un mundo perdido. Vivía sola,
no muy lejos de nosotros, así que la visitaba
con frecuencia. Me confiaba pensamientos y sentimientos que prefería no revelar a
sus propios hijos, y pude escuchar cómo, noche tras noche, acostada en su cama sin poder
dormir, entregaba su pena y dolor al Todopoderoso.
Cuando era un muchacho no pod&iacte;a entender muy bien lo que me decía. El rabino
de nuestra sinagoga nunca mencionó que podíamos hablarle a Di-s a nuestra
manera y con palabras propias. Más tarde, cuando hacía mis
propios esfuerzos por probar la existencia de Di-s, había leído
muchos monólogos de Shakespeare como
para pensar que podía dirigirme a Él de manera informal. Sin embargo,
finalmente, y a pesar de mis heroicas fantasías de reñir con D-os cara
a cara, mi educación inglesa me había vuelto muy
autocriítico y cínico como para emitir ni una sola palabra.
A los 25 años de edad, comencé una verdadera búsqueda espiritual y no
fue la falta de intelectualismo de las tradiciones occidentales lo que
primero me atrajo, sino que relajarme, repitiendo silenciosamente un
sencillo mantra, dejando mis pensamientos y sentimientos fluir libremente,
me parecía un maravilloso antídoto a las complejidades de la vida contemporánea.
Sin embargo, como estudiante de psicología, no estaba satisfecho simplemente
con calmar mis cuestionamientos. Comencé sesiones de terapia y
así fue que por primera vez aprendí
a arrancarme las máscaras sociales y a profundizar en mi
aspecto emocional. En mi inconsciente descubrí profundas raíces
del dolor y lágrimas infantiles reprimidas, y me encontré
sollozando en el sillón.
Fue en esta epoca que por primera supe del Rebbe Najman de Breslav, maestro
jasídico del siglo dieciocho, y sus seguidores actuales, los jasidim
de Breslav. El principio de su tradición es apartarse diariamente en
un lugar privado (en el hogar, en un parque u otro lugar tranquilo) para
contarle a Di-s todas sus necesidades y sentimientos, llorando, sollozando,
riendo, cantando; en otras palabras, Hitbodedut. El Rebbe Najman resaltaba el
valor y la importancia de esta práctica no s&oacue;lo para adeptos
avanzados sino como una técnica sencilla aplicable a
todo tipo de personas, hombres, mujeres y niños, cada uno en su propio
nivel.
"Usted debe entregar sus pensamientos y problemas a Di-s como un
niño que se queja y molesta a su padre. Se debe rezar por todo.
Si su ropa se rompe y debe adquirir una nueva, pídaselo
a Di-s. Hágase el hábito de rezar por todas sus necesidades,
grandes o pequeñas, especialmente por la principal: Que Di-s le ayude
a apegarse a Él. La meditación puede realizarse en pensamiento,
pero lo más importante es expresar sus pensamientos con palabras."
La terapia ayudó a darle sentido a ésto (además, era mucho
más económico). Podía darme cuenta cómo, trabajando
regularmente en todo tipo de problemas
y asuntos en mi vida, me acercaba a la madurez emocional y a la verdadera
realización. Durante los últimos
20 años el Hitbodedut ha sido la única y más
importante practica en mi vida.
Su fuente se encuentra en la Biblia, donde vemos a Jana, que era
estéril, afligida por las burlas de la otra esposa de su marido,
entraba al Santuario donde en susurros descargaba su pena
a Di-s, y fue respondida con el nacimiento de un hijo que luego se convirtió
en el profeta Samuel. De hecho, muchos de los Salmos son plegarias personales del Rey David.
Es útil ser audaz. Si de verdad desea creer en Di-s,
concédale el beneficio
de la duda y sólo sostenga una conversación con Él.
Probablemente no escuchará una voz desde
los cielos que le responda. Sus respuestas son mucho más sutiles.
Si no lo intenta, nunca lo sabrá. Es algo entre usted y Él.
Debe encontrar su manera
particular de hacerlo. ¿Le parece extraño hablar con Di-s? Siga
intentándolo; hable, susurre, grite o
converse. Diga exactamente lo que piensa y siente, sinceramente:
¿Dónde estás? ¿De verdad me escuchas? ¿Te importa?
¿Eres Tú realmente? Entonces,
dejame decirte algo..."
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