La pérdida es mayor
Extraído del nuevo libro de David Wolpe
"Sacar Provecho de la Pérdida"
 

David J. Wolpe se ha presentado numerosas veces por radio y televisión y protagoniza la popular serie "La Biblia y sus Misterios".   Es rabino en el Templo Sinai de Los Angeles, se ordenó en el Regis Theological Seminary of América donde ha dictado clases, así como también en la Universidad del Judaísmo en Los Ángeles. Es autor de cuatro libros.

 

 

 

 

 

 

 

Cuando la gente fallece, la lloramos. Las sociedades realizan complicadas ceremonias para consolar a aquellos que lloran la muerte de familiares y amigos. Pero, ¿qué sucede con otras cosas que mueren? ¿Cómo las lloramos? ¿Cómo las entendemos?

Hace varios años, vi una entrevista por televisión a una señora mayor cuya amiga había fallecido. Cuando el entrevistador le preguntó que extrañaba más, esta noble mujer dijo con voz firme: "Ya nadie me volverá a llamar Rosie". Su apodo se fue con su última amiga. Su mundo se hizo más frío.

Tarde o temprano todos nos hacemos expertos en perdidas. Uno de nuestros trajes favoritos se desgasta y nos deshacemos de él; se cierra una tienda vieja; los meses pasan; aquello que hemos atesorado en nuestra juventud se ha desvanecido; amigos que  pensamos que siempre estarían a nuestro lado se han ido lejos y de vez en cuando suena el teléfono para recordarnos que una vez estuvimos juntos.

Algunas de estas pérdidas pueden parecer triviales, pero nos dicen que el tiempo  borra lentamente aquello que nos importa y amamos. No sólo somos ciudadanos del presente, sino de lo que un poeta llamó “la tierra del contenido perdido: aquellos felices caminos que he recorrido y por los cuales no volveré”.

En los últimos años se ha recurrido a los psicólogos para comprender mejor  las perdidas sufridas en la vida, pero la lucha humana no es simplemente producto de entrenamiento y genética. La psicología es un minero que busca desenterrar la rica y cruda información de la mente. La religión, además, es un montañista, que se trepa sobre ésta para entenderla.  La psicología espiritual se fundamenta sobre la idea de que existe algo externo, sin lo cual es imposible comprendernos. En el universo existe una fuerza que hace nuestros esfuerzos valiosos y nuestras perdidas significativas.

Una gran tradición religiosa no niega el dolor de la pérdida. Según el Rebe de Kotzker:  "El único corazón es el acongojado". Nadie puede caminar por este mundo sin sufrir una pena. No existe una vida sin sufrimiento. El comienzo de la Sabiduría es aceptarlo,  a sabiendas que nuestro corazón se resquebrajará.

Los predicadores dicen tener la respuesta de por qué el mundo está constituído de manera que perdemos aquello que amamos, lo cual con frecuencia es hermoso y hasta convincente hasta que sufrimos la pérdida y luego se desvanece como las nubes al anochecer; la oscuridad borra la belleza.

Buscamos una respuesta al "por qué" debido a que deseamos el control, queremos asegurarnos de que no volveremos a perder. D-os no le concede este privilegio a nadie. Una vez entendido ésto, comenzamos una búsqueda propia, no de una respuesta, sino de una solución.

En el fondo, no buscamos un por qué, sino un cómo:  ¿Cómo hacemos nuestra pérdida significativa? Su origen es un misterio. ¿Cuál sera su final? ¿Podríamos con la fuerza de nuestras propias manos y corazones, con la ayuda de quienes amamos, convertir una perdida dolorosa e inexplicable en un generador de propósito y esperanza, y hasta de bendiciones?

Estas preguntas son eternas. Cuando la religión se convierte en un explicador en vez de un Creador, pierde su misión principal, y ésta no es responder preguntas.

La vida no es un rompecabezas, es una preciosa y única oportunidad que tenemos de crecer, y ésto no se logra respondiendo adivinanzas sino creando significado.

La bendición que buscamos  no es vivir sin dolor, sino que éste tenga significado. Una persona espiritual busca vivir plenamente, a pesar del temor, porque permitir a éste dirigir nuestras vidas añaden el dolor de anticiparse al sufrimiento de la pérdida. La cualidad esencial en la vida es el coraje. La pérdida es arbitraria; nuestro valor de vivir y la determinación de darle sentido a la vida, es Sabiduría.

Cuando sufrimos una pérdida, la gente trata de reponerla. No soportamos ver a quienes no están bien, debido a que somos tan miedosos, que estaremos seguros en la medida que podamos ayudar a los demás.  Las perdidas profundas son irreparables; no obstante, y mientras mayores sean éstas, más inapropiado es intentar reponerlas.

Quienes sufren un problema necesitan el consuelo de sus seres queridos. Debemos ser capaces de mirar por encima de su pena, ayudándolas a sobreponerse. Podemos compartir su tristeza, pero no reparar su dolor.  En el libro de Job, cuando sus amigos lo encuentran después de todas las tragedias que le acontecieron, se sentaron en el suelo a su lado y lloraron. Su primera reacción es admirable. Solo después, cuando le explicaron a Job por qué le habían sucedido las desgracias, son condenados. La pérdida no pide una reparación o explicación, sino que sea compartida y, eventualmente, encontrarle un significado.

En la Biblia, D-os con frecuencia le habla a Moisés. En una sola oportunidad se da una comunicación Divina directamente con su hermano, Aarón: después de la muerte de su hijo, la cual al comienzo parece paradójica para luego tener sentido. Esta gran tragedia transforma a Aarón, una parte de él se parte, aunque en su dolor pudo escuchar lo que hasta ahora estaba muy apagado. Es a través del dolor que Aarón escucha la voz de D-os.

Lo peligroso de la pérdida es lo que hacemos para evitarla.  Sabemos que no podemos vivir sin ella, aunque este conocimiento no evita que busquemos protegernos, de manera que achicamos nuestras almas, y nos encogemos cada vez más, sintiéndonos más seguros cuando no estamos abiertos al mundo con todo su sufrimiento.

Al estrecharnos, terminamos más adoloridos que si fuésemos libres, ya que mientras más nos protegemos caemos con mayor frecuencia en aquello que puede producirnos sufrimiento. Mientras más cerramos el círculo, mayor se hace el espacio fuera de éste, aumentando las razones que podrían ocasionarnos dolor. Así, el recluso que está solo dentro de una celda sufre más que aquel que se encuentra entre otros, aunque igualmente esté preso. Una vez me dijo un amigo que prefería vivir con dolor que con sufrimiento. En otras palabras, puede soportar los dolores de la vida,  pero sin arruinar  la riqueza de la vida con el temor del dolor inevitable. Viviría con los brazos abiertos, sabiendo que puede soportar el dolor,  y hasta crecer.

Mis peticiones más profundas a D-os eran que me librara de las penas de la vida que yo tanto temía, y ahora me doy cuenta que ésa era la plegaria de un niño atemorizado. Ahora, no rezo por una vida sin sufrimiento, sino:  "Querido D-os, sé que en la vida hay sufrimiento, tristeza y pérdida. Por favor, dáme la fortaleza de crear una vida junto a aquellos con quien convivo, donde la pérdida no sea vacía ni el dolor carezca de sentido. Ayúdame a tener fe para sacarle provecho a la pérdida".