Purim
Cuentos de Purim
Los Purim Shpilers
(extraído de El Narrador I (c)Edit. Kehot Lubavitch Sudamericana)
Hace muchos años, en
un pequeño pueblo vivía una joven pareja. Antes de su casamiento, el muchacho
había sido un estudiante de yeshivá
y continuó sus estudios durante un tiempo después de la boda. Luego decidió que había traído consigo una
dote, y ello le permitió comenzar un pequeño comercio. El negocio prosperó y en poco tiempo se
convirtió en un hombre rico. A medida
que su éxito crecía, más ocupado estaba en sus negocios. Era muy poco el tiempo que hallaba para
estudiar; mucho más le interesaba hacer más y más dinero.
En su pequeño pueblo
había mucha gente pobre. Casi no pasaba
un día sin que alguien golpeara a la puerta y pidiera ayuda.
La joven esposa, un
alma bondadosa y de corazón generoso, jamás negaba ayuda a quien se la
pidiera. Pero su esposo no era como
ella, tenía el genio de los avaros. Mientras no había sido rico, acostumbraba a dar la décima parte de sus
ganancias para tzedaká; pero a medida que sus ingresos fueron creciendo
rápidamente, sus donaciones comenzaron a escasear. Más rico era, menos daba. Se volvió tan miserablemente avaro que hasta prohibió a su mujer que dejara
entrar en su casa a los mendigos.
De todas las festividades judías, Purim era la que menos
disfrutaba. Purim es la fiesta en la
cual se debe enviar mishloaj manot (envío de regalos) a los amigos y dar una
cantidad extra de tzedaká a los pobres. ¡Y eso era mucho más de lo que él podía soportar!. Por supuesto que nadie enviaba ningún tipo
de regalos a este miserable ricachón. Ni tampoco existía alguien a quien él deseara enviar este tipo de
obsequios. De modo que preparó una
bandeja de mishloaj manot, con un Homentash y un higo, y se la envió a su
esposa pensando que así cumplía con la mitzvá. Y para los pobres, daba sólo unas pocas monedas a los mendigos presentes
en el Bet Hakneset cuando iba a escuchar la lectura de la Meguilá.
Cuando este joven hombre se sentó a la mesa para disfrutar
de una deliciosa Seudá de Purim, el Banquete de Purim, acompañado solamente de
su esposa, se escuchó un fuerte golpe en la puerta.
Estaba
sorprendido. ¿Quién podía ser? Hacía mucho que nadie golpeaba a su
puerta. Envió a su esposa a ver quién
estaba allí, y de pronto escuchó un coro de alegres voces que cantaba:
¡Feliz Purim! ¡Feliz Purim!
Hoy es Purim, mañana
no lo es más.
¡Dennos ya algo de
dinero y dejaremos su puerta en paz!
En ese momento,
recordando las estrictas órdenes de su esposo, la mujer les pidió que
esperaran. Pero no fue necesario; la
voz de su esposo se escuchó claramente desde el comedor: "¡Échalos! ¡No tengo nada
para ellos! ¡Ya cumplí con mi obligación!”. La mujer se sintió terriblemente avergonzada
mientras cerraba lentamente la puerta, dejando afuera a los desilusionados
Purim Shpilers...
Al día siguiente,
cuando el esposo volvió a sus negocios, sufrió una gran pérdida. Lo mismo ocurrió el día siguiente, y así
comenzó una caída pendiente abajo, con los negocios de mal en peor. Todo lo que intentara para mejorar la
situación, terminaba en el fracaso. En
poco tiempo había perdido toda su fortuna, contrayendo, para colmo, enormes
deudas. Poco a poco se vio obligado a
vender todo lo que tenía, inclusive su casa y las joyas de su esposa.
Al final llegó el día en que tuvo que decir a su mujer que
eran tan pobres que lo único que podía hacer era salir a mendigar. Entonces puso ante ella dos opciones: podía
acompañarlo y ambos mendigarían juntos, o ella podía disculparle el dinero que
le hubiera correspondido por su Ketuvá (contrato matrimonial) y estaba
dispuesto a darle el divorcio, ya que no podía mantenerla más.
La joven mujer hacía
tiempo se había dado cuenta del error cometido al casarse con un hombre tan
ruin. Aceptó el Guet (divorcio)
y sintió alivio al liberarse de él.
Tiempo después le fue
presentado un delicado joven viudo, que también estaba en una buena posición
económica. Se casaron y vivieron muy
felices en un pueblo cercano. Su esposo
era un hombre muy generoso a quien gustaba ayudar al necesitado, y alentaba a
su esposa a imitarlo. La buena fortuna
sonrió a esta joven y bondadosa pareja, y fueron bendecidos con dos hermosos
hijos, un niño y una niña. El suyo era
en verdad un dichoso y feliz hogar judío.
Cuando Purim estuvo
próximo, toda la familia, padres e hijos, estaba muy atareada con la
preparación de cestas para mishloaj manot. Tenían muchos amigos que les enviaban mishloaj manot, y muchos amigos a
quienes ellos debían enviar. Su casa
estaba abierta a cualquiera que viniera por una donación, y los niños estaban
particularmente entusiasmados con los Purim Shpilers que nunca dejaban de
visitarlos. Cuando ya acababa la tarde
hubo un poco más de calma, y la familia se sentó a la mesa para la seudá de
Purim, con muchos invitados llamados especialmente para acompañarlos en la
comida festiva.
En medio del banquete
se escucharon golpes a la puerta. La
mujer fue a abrir y se encontró con un harapiento mendigo que parecía
hambriento. "Entra. Pasa, por favor; has llegado justo a
tiempo", dijo la mujer haciendo presurosa un lugar para él junto a la
mesa. El esposo se puso de pie para
recibir el nuevo huesped. "¡Feliz
Purim! ¡Shalom Aleijem!”, lo saludó
cálidamente estrechándole la mano. "Por favor, lávate las manos y acompáñanos!".
El mendigo se lavó las manos y tomo asiento en
silencio. Luego comenzó a comer con
desesperación, como si durante días no hubiera probado bocado. Las delicias seguían llegando: pescado,
pollo, sopa con kreplaj, y bastante licor para bajar la comida.
Los ojos del mendigo se llenaron de lagrimas. ¿Eran lágrimas de gratitud, o lágrimas de
pena y piedad por sí mismo, al recordar que alguna vez él podía también
permitirse una Seudá de Purim semejante?
Sólo el mendigo lo
sabía. Después de que el mendigo y todos
los demás invitados se retiraran, el esposo comentó a su esposa: "Estoy
feliz de que hayamos podido ayudar a ese hombre que parecía tan triste. Me hizo recordar que unos años atrás yo
estaba en una situación parecida a la suya, cuando era pobre y estaba
hambriento y tenía que mendigar. Cierto
Purim, tuve una horrible experiencia en un pueblo cercano. Estaba muriéndome de hambre y decidí probar
suerte en la casa de un hombre rico que vivía allí, a pesar de que se sabía que
no era muy amable. Pero pensé que
probablemente al menos en Purim sería diferente. Al acercarme a la casa vi un grupo de Purim Shpilers ante su
puerta, una puerta que les fue cerrada en la cara. Perdí entonces el coraje necesario para pedir una comida y me fue
de allí hambriento...
Pero gracias a Di-s,
ahora vivo bien. Di-s me bendijo con
una maravillosa esposa y con hermosos hijos, y estamos en posición de ayudar a
personas menos afortunadas que nosotros. ¿Quién sabe? ¿Quizás este pobre
hombre alguna vez estuviera en buena posición, o incluso haya sido rico? Di-s es quien hacer girar la rueda de la
fortuna, “Hace caer al gallardo, y levanta al humillado”. “Tienes razón, mi querido esposo”, asintió
su mujer, secando una lágrima de su rostro. "Fue realmente un hombre rico
alguna vez". "¿Cómo puedes saberlo?", preguntó
el esposo.
"El fue aquel
hombre rico ante cuya puerta viste a los Purim Shpilers...". "¿Cómo lo sabes con tanta
certeza", volvió a preguntar su marido, cada vez más asombrado. "Lo se, pues yo estaba allí cuando
sucedió", contestó la mujer. "Verás ...", agregó en voz baja, "aquel fue mi primer
esposo...".
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