Torá desde Jerusalem “He aquí que
hay un pueblo...” (Bamidbar 23:9) “Y vio Balak Ben Zipor todo lo que hizo Israel…” comenta el libro
Shiftei Hajamim: Y vio, puso atención.
Dos grandes personajes tuvieron los goyim de la época de la salida de
Egipto: Balak un rey que sabía observar y Bilam Ben Beor un profeta que llegó a
estar, por sus condiciones, en el nivel de Moshé Rabenu, pero no lograron
beneficiar a sus pueblos. Balak que sabía observar, el odio le hizo perder su reinado y a su
pueblo, pues buscó solamente maldecir al pueblo de Israel. Nos cuenta el Talmud en el tratado de
Berajot que Rabí Meír sufría por el comportamiento de unos vecinos, hasta que
angustiado por las molestias que le causaban, decidió rogar al Todopoderoso que
castigara a sus vecinos, a lo que le contestó su mujer Bruria, si no
consideraba más correcto rogar al Eterno por el buen comportamiento de sus
vecinos en lugar de rogar por su castigo. Bilam, un profeta que al igual que a Moshé, el Eterno le responde toda
vez que se dirige a Él, reconoce delante de los mensajeros de Bilam que todo
depende del deseo Divino y no podrá cambiar en absoluto lo que el Todopoderoso
le indique, pero, sin embargo, se empeña en querer ir tras su deseo, para así
recibir la recompensa que Balak le ha prometido. Dijo el Pérek: Todo el que tiene estas condiciones es alumno de Bilam:
Mala visión sobre las cosas, altivez y deseo; por el contrario: Bien ver,
sencillez y satisfacción, se le considera alumno de Abraham Avinu. La codicia, el orgullo y la envidia
ciegan hasta al profeta más grande que haya conocido la historia. La Torá nos comenta como hasta el asno
de Bilam vio como el ángel se le interponía en el camino una y otra vez. Podríamos aceptar que la primera vez
Bilam no sospechara sobre un acontecimiento tan fuera de lo normal, pero żla
segunda y tercera vez, no hicieron sospechar a Bilam, personalidad de gran
inteligencia, que era un ángel el se interponía en su camino? Los sueños de grandeza y la codicia
llevaron a Bilam al desprecio de Balak y a su trágico final, no sin antes
aconsejar sin beneficio alguno ni esperanza de recompensa, como Balak podría
deteriorar al pueblo de Israel y llevarlo a su perdición. Bilam demuestra su valor a la verdad cuando tras su deseo de maldecir,
relata las condiciones del pueblo de Israel y dice: Di-s no es un hombre para
que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Si Él lo ha dicho, żacaso no cumplirá? Si Él ha hablado, żno quedará
establecido? El que bendijo me dio
orden de bendecir: impedido estoy de desoírlo. No observó incorrección en Yaacob y no vio maldad en
Israel. Hashem, el Todopoderoso es
con él y alabanza de rey en él. La competencia ha llegado a niveles tan inverosímiles, que ha hecho
perder el valor del esfuerzo y del avance personal. Una sociedad donde solamente el éxito del fuerte es
aplaudido, donde las notas del alumno reflejan sus alcances en comparación con
los demás, donde no importa la capacidad sino los alcances, pues así también
era la sociedad de Bilam, mientras que la sociedad de Israel se destacó por la
evaluación personificada, no comparativa, por felicitar el esfuerzo y no los
alcances: “No tenemos que terminar el trabajo, pero no tenemos derecho de
liberarnos de ella” o como dijeron nuestros Sabios: “Según el esfuerzo, el
valor”. Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
www.mesilot.org yeshiva@mesilot.org
Parashá Balak - Balac
Libro Bamidbar / Números (22:2 a 25:9)