Torá desde Jerusalem “Haced el censo de toda la Congregación...” (Bamidbar 1:2) Una vez más nos comenta la Parashá sobre la obligación del censo, no
solamente del pueblo de Israel sino de cada tribu, así como de cada jefe de
familia. El orden, la pertenencia familiar son valores intrínsecos de la
Torá. Nos dijo Rashi: siempre que el
pueblo se demostró disconforme e idólatra, encontramos desorden dentro del
mismo. Cuarenta años andarán por el
desierto, todos ordenados bajo la bandera de su tribu y dentro de la tribu bajo
la pertenencia familiar con responsables, guardias y jueces para cada diez,
cincuenta, cien y mil miembros. ¡Qué orden!, el que nos expresa la Torá. Cada diez mayores tenían un juez y él mismo subyugado al de
cincuenta, y así al de cien hasta llegar al de mil y de ahí a la Gran Asamblea
de ancianos. Quién se puede imaginar
algo así hoy en día, en una ciudad donde la población que el pueblo de Israel
tenía en el desierto era de dos millones de miembros. Gran parte de nuestra realidad cotidiana donde cada vez nos
encontramos con más realidades marginadas: drogas, robos, asesinatos, bajos
fondos, no ocurrirían si el mundo aceptara la realidad de la Torá. La democracia como el menor de los males se
demuestra impotente frente a las grandes fuerzas de intereses que gobiernan la
sociedad. La libre economía que tiene
casi todo permitido con tal de vender, que no perdona valores ni permite
limitaciones, ha llevado a una realidad de contradicciones insoportables: nos
incentiva al consumo de cosas y efectos negativos como el cigarrillo y otros
placeres, pero nos lo prohíbe en ciertos lugares, ciertas edades..., nos coloca
en una lucha continua entre el intelecto y el deseo. El gobierno de las masas elegibles cada cierto número de años ha hecho
irresponsables a quienes nos tienen que dirigir y nos han llevado a la realidad
en la que nos encontramos. Donde no
existe sino intereses y gobierno, y donde ideales y valores suenan anticuados,
donde el pueblo se siente impotente y apático y apenas ejerce su única
obligación: la de elegir a quien lo represente. La Torá nos enseñó un sistema piramidal donde el ejemplo personal es
la piedra de base donde la sabiduría y el conocimiento son los peldaños, donde
la experiencia y la edad son la garantía.
De juez de diez llegará al de cincuenta, y éste al de cien y de ahí
llegará al de mil y entonces, después de esa larga experiencia de
responsabilidad, ejemplo y entrega por el público con la conciencia de la
importancia de sus hechos y de su trascendencia, podremos encontrarnos con
dirigentes como Moshé Rabenu o el profeta Samuel o el Rey David o Rabí Yehuda
Hanasí, etc. Una casi interminable
lista de grandes hombres inteligentes y responsables concientes de su
obligación que no solamente dirigieron a su pueblo sino que a la cabeza del
mismo los guiaron pudiendo decir, en los últimos días de sus vidas: ¿Acaso os
pedí un animal para transportarme? Cercanos a Shavuot, nuestra Parashá Bamidbar nos recuerda la
importancia de la identidad, la pertenencia a la tribu y en general a nuestro
pueblo; el mensaje de responsabilidad para con nuestra obligación: “Y seréis un
pueblo de sacerdotes”. “Cohanim en su
obligación. Levitas en sus puestos e
Israel en sus lugares”, todo ordenado.
Ni el Cohén puede denegar de su lugar, ni el Leví puede ocupar su
puesto. ¡Orden, orden y más orden!. ¡No hay libertad sino para el que se dedica al estudio, al
conocimiento!. La expresión “freedom” tan escuchada por los jóvenes, en especial, y
generalmente mal entendida por los mismos no nos permite ser esclavos de las
pasiones, sino la libertad verdadera es la de quien gobierna las mismas y las
controla. ¿Quién es el valiente? “El que
controla sus pasiones” dijeron nuestros Sabios en el Pirké Avot. Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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Parashá Bamidbar - En el desierto
Libro Bamidbar / Números (1:1 a 4:20)