Torá desde Jerusalem Enfoques sobre la Parashá "En el desierto..." (Bamidbar 1:1) ¿Por qué la Torá fue dada específicamente en el desierto? Porque así como el desierto es gratis
-nadie va a quejarse si conduces dentro del desierto y te llevas dos toneladas
de arena- así tambien la Torá es gratis:
Nadie va a impedirte venir, sentarte y estudiar tanta Torá como tengas
ganas... ¿Por qué la Torá fue dada específicamente en el desierto? Porque para que una persona aprenda
Torá, debe liberarse de toda distracción.
Vaciarse hasta que quede desposeída como el desierto. "UN MOMENTO, recién me dijeron en el párrafo anterior que la Torá
es gratis. Ahora me están diciendo
que me va a costar todo lo que tengo, y que tengo que abandonar todo y ser como
el desierto. ¿Cuál es la respuesta
cierta? " "Son ambas; la Torá es libre, todo el mundo puede disfrutar de la
incomparable fascinación intelectual de aprender Torá, pero si quieres que la
Torá te cambie -te eleve y te refine-, entonces debes estar preparado para
liberar tu vida de toda distracción y convertirte en un desierto para que la
Torá florezca en él. (Rab. Mordejai Perlman) "En el desierto..." (Bamidbar 1:1) ¿Por qué la Torá fue dada específicamente en el desierto? Las personas que viven en un área
geográfica, por razones pragmáticas de sobrevivencia y un mutuo interés propio,
tenderán a formar una sociedad. En función de que esta sociedad funcione, una constitución será
formulada, leyes promulgadas y elaboradas y una legislación complicada crecerá
para cubrir las necesidades de cada posible situación. Esto es el modelo histórico de cada
nación excepto del Pueblo Judío.
Todos los otros pueblos que comienzan con una tierra y un sentido común
de interés propio, solamente después desarrollan una constitución. Sin embargo, la entrega de la Torá, la
"constitución" del Pueblo Judío, antecede a su locación geográfica en
la tierra de Israel. Es por esto
que la Torá fue entregada en el desierto, para mostrar que el propósito de
vivir en Eretz Israel es para cumplir la Torá, y no viceversa. "Y con vosotros estarán un hombre por cada
tribu, cada hombre será la cabeza de su familia" (Bamidbar 1:4) Un ignorante, el producto decepcionante de una línea distinguida de
estudiosos, estaba presumiendo delante de un talmid jajam (sabio) que no tenía
antecedentes de su familia de origen. "La diferencia entre tú y yo", dijo el ignorante, "es
que yo provengo de una familia de grandes rabinos y tú, en cambio, vienes de la
nada". "No", dijo
el sabio, "la diferencia entre nosotros, es que tú eres el final de tu
línea... mientras que yo soy el principio de la mía". Así el versículo aquí nos enseña: "Cada hombre debe ser la cabeza
de su familia". La cabeza y
no la cola. (Mejelet Majshevet) "Di-s habló a Moshé en el desierto... Eleva (censa) a toda la congregación de
los hijos de Israel..." (Bamidbar 1:1-2)
La parashá de esta semana es la primera parashá del cuarto libro de la
Torá, Séfer Bamidbar. El cuarto
libro también se llama "Jumash HaPekudim", el libro de los Números,
porque Israel es contado nuevamente.
Los países del mundo, acostumbran censar a la población para determinar
el crecimiento y las necesidades de la sociedad. Un censo, transforma a cada persona en un número. Rashi explica que el Pueblo Judío fue
contado más de una vez "porque eran amados por Di-s y debido a eso Él los
contaba constantemente".
Debido a que cada vida judía es tan valiosa para Di-s, la Torá utiliza
la palabra "eleva" para expresar que el deseo de Di-s era que cada
judío se sintiera especial. Este
censo "elevó" a cada judío.
Di-s no necesitaba que
Moshé fuera a contar al pueblo, pero fuimos contados para que cada judío
supiera que tenía un propósito determinado en el mundo. (Basado en Rabí Z.S. Suchard) "Eleva (censa) a toda la congregación..."
(Bamidbar 1:1-2) Cuando el Pueblo de Israel se
conduce de la manera apropiada, entonces el propósito de cada individuo se
puede cumplir. Para el Pueblo
Judío en el desierto, esto significaba entrar a la Tierra de Israel rápidamente. El censo de Di-s significaba el deseo
de ver al Pueblo Judío en su estado más elevado. Sin embargo, si no se comportaban de la manera apropiada,
como una "Luz para las naciones", cuidando los mandamientos de Di-s,
esta cuenta podría separarlos unos de los otros para la muerte. De la misma manera, Yosef utilizó el
término "elevará" para describir tanto el perdón del jefe de los
coperos, como la muerte del jefe de los panaderos. (Basado en el Rambán y el Seforno) "Cuenta a los hijos de Leví... todo varón de un
mes de edad en adelante habrás de contar' (Bamidbar 3:15). La cuenta de los Levitas desde la temprana edad de treinta días (el
mínimo periodo de tiempo para saber si un bebe puede sobrevivir) demuestra que
la función de los Levitas va mucho más allá de su servicio en el Mishkan. El servicio y cuidado del Mishkán
durante los viajes y mientras acampaban solo empezaba a los treinta años de
edad. La cuenta desde pequeños
demuestra que los Levitas tenían una función especial a parte del cuidado del
Mishkán. Esta era una función que
podían cumplir a una edad más temprana, pero requería que toda su educación
fuera dirigida hacia él. Y
efectivamente, la tribu de Leví no solo protegía y cuidaba el Mishkán, sino que
también eran maestros de Torá y enseñaban cómo observarla. Su misión era demostrar al pueblo que
el cuidado de la "casa" de la Torá era responsabilidad de todos. El Rambam nos dice que los Talmidei
Jajamim (Sabios) son los Levitas de nuestro tiempo, y es por eso que debemos
educar a nuestros hijos desde que nacen y cuidarlos a lo largo de su
crecimiento y seguir cuidándolos aún después. (Basado en los Rabinos S.R. Hirsh y Moshe
Fainshtein) "En el desierto..." (Bamidbar 1:1) 1. La desolación del desierto es eternamente la antítesis de la vida y
la actividad. El símbolo de la
civilización, del flujo y la vitalidad de la vida, es la ciudad. La ciudad está compuesta de casas, y
las casas, de piedras. Las
palabras de una oración son como piedras.
Así como cada piedra por sí misma está desprovista de vida, pero, al
combinarse una piedra con otra, se forma una casa, el medio de la vida y la
vitalidad, lo mismo ocurre con las letras de la palabra. Cuando están solas, no irradian luz ni
vida. No son más que piedras
inertes. Pero cuando se combinan,
construyendo palabras y oraciones, frases y párrafos, irradian la luz del
intelecto que le infunde vida al hombre, conduciéndolo y guiándolo. "Con la palabra de Hashem, se hizo el cielo". Todo el mundo fue creado con la
combinación de las letras del Alef-bet hebreo. Las letras y las palabras se expanden y dispersan por toda
la faz de la tierra. Si, a través
de ellas, logramos reconocer y ver el hilo de divinidad que invade todo el
mundo, si son como las cuentas de un collar, que revelan el hilo de divinidad
que teje al mundo, entonces este ya no es un desierto de desolación, sino una
populosa ciudad, vibrante de vida y de sentido. Pero si no comprendemos la escritura de la Mano Divina; si
no hacemos ningún esfuerzo por ensamblar las letras de la existencia en palabras
y oraciones, entonces el mundo es un desierto desolado. Es como dos personas que leen en voz alta el mismo libro. Uno lo lee con comprensión y con
inteligencia, y el otro vomita las palabras sin sentido. El primer lector enciende la luz de la
sabiduría que hay dentro de las palabras; les da vida. El segundo, lo único que tiene es una
colección de piedras muertas. El
mundo es un gran libro. Dichoso
del que conoce la manera de leerlo y comprenderlo. 2. Igual que el enamorado tiene una obsesión con su amada, el
verdadero estudiante de la Torá está obsesionado con su "amada": la
Torá. Ella ocupa sus pensamientos
todo el tiempo, y no hay nada que le importe más que ella. Él debe sentir que únicamente la Torá
le da sentido a su vida, y que por ella está dispuesto a renunciar a todo el
confort material de este mundo, a transformarse en un desierto, vacío y sin
dueño. Su alma tiene que ser el
lienzo virgen sobre el cual la Torá habrá de pintar su paisaje. La Torá nos fue dada en el desierto. Y para absorberla con profundidad, para que ella pueda
"regar" nuestra alma, debemos tener sed de su agua viva, igual que el
hombre tiene sed de agua en el desierto. Debemos ser humildes como el desierto; olvidar todos nuestros
conceptos previos, y estar dispuestos a renunciar a nuestros deseos materiales
y a los efectos distorsionadores de la pasión. Porque recién cuando permitamos que la Torá moldee nuestros
procesos mentales, recién entonces Hashem abrirá nuestros ojos al mundo real. (Adaptado de Rabí Shlomó Yosef Zevin Torá U Moadim) 3. Cada año, en la fiesta de Shavuot, el pueblo judío recibe
nuevamente la Torá. El Shabat
previo a Shavuot nos preparamos para tal evento. Históricamente hablando, el Shabat nos fue dado antes que la
Torá, y fue el poder del Shabat el que nos condujo hacia el Sinai. Pues el Shabat crea la unidad en el
pueblo judío. Y la unidad del
pueblo es prerrequisito para recibir la Torá. Al sentarnos juntos a la mesa del Shabat como hermanos, como
una gran familia, estamos recreando esa misma unidad que fue necesaria para
recibir al Torá en el Sinai. Si la unidad que crea el
Shabat es un modo de prepararnos para recibir la Torá, otro modo más es el
renunciamiento del Shabat: en vez de sentirnos "llenos de nosotros
mismos", nos transformamos en un desierto, vacío de toda preocupación o
interés, excepto el deseo de cumplir con la voluntad de Hashem. Todos y cada uno de los judíos poseen
esa capacidad de renunciamiento, que cada Shabat encuentra expresión en el cese
de la melajá (trabajo creativo).
Por consiguiente, el Shabat es un preludio necesario para recibir la
Torá. Tal como dice la Hagadá de
Pésaj: "Y Él nos dio el
Shabat y Él nos acercó al Monte Sinai". (Sfat Emet) "Y la Tienda de la Reunión viajaba en el
campamento de Leví en medio de los campamentos..." (Bamidbar 2:17) Entra a cualquier sinagoga.
¿En qué lugar se encuentra la bimá, el gran atril en el que se lee la
Torá? En el centro. ¿Por qué no está a un costado?
Cuando los Hijos de Israel viajaban por el desierto, la Tienda de la
Reunión viajaba dentro del campamento de Leví, que estaba justo en el centro
del campamento. La Tienda de la
Reunión se encontraba allí debido a que dentro de la Tienda de la Reunión
estaba el Arón, el Arca Sagrada donde se guardaba la Torá. La Torá tiene que estar en el centro. No está más cerca de una persona que de otra, ni más lejos
de una persona que de otra.
Cualquier judío puede estar tan cerca de la Torá como cualquier
otro. Del mismo modo, el Árbol de la Vida estaba plantado en el centro del
Jardín del Edén. La Torá es
llamada el Árbol de la Vida a aquellos que la sostienen. Las manijas con las que la asimos se
llaman "Etz ha Jaim", el Árbol de la Vida. Las manijas están en el centro de cada uno de los rollos, así como el Árbol de la
Vida estaba en el centro del Jardín del Edén. Y la Torá es el centro de la vida del judío. Si la mueve a un costado, relegándola a
ser un pasatiempo de fin de semana, pierde todo el equilibrio y sentido de la
vida. El materialismo enseguida se
encarga de llenar el vacío que quedo al dejar "a un lado" a la
Torá. La Torá exige concentración.
Debemos concentrarla en el centro de nuestra vida. Pues ella es el corazón de nuestra
fe. Y así como del corazón surge
la vida misma, por lo que su sitio se encuentra en el centro del cuerpo, la
Torá se encontraba en el centro de los campamentos de Israel. El corazón bombea la sangre a todas las
extremidades del cuerpo por igual, sin discriminación, sustentando así a todos
los miembros. La Torá Sagrada
bombea la fuerza vital del judaísmo a todos los miembros del pueblo judío, sin
discriminación, no importa quienes sean.
(Jafetz Jaim)
Shabat Shalom. www.mesilot.org yeshiva@mesilot.org
Parashá Bamidbar - En el desierto
Libro Bamidbar / Números (1:1 a 4:20)