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Torá desde Jerusalem



Parashá Behar - En el Monte
Libro Vayikrá / Levítico (25:1 a 26:2)

Reflexiones sobre la Parashá


"...en el Monte Sinai...."  (Vayikrá 25:1)

Una conversación imaginaria:

 - "Inventemos esta religión en la que decimos a la gente que cada siete años tienen que abandonar las herramientas, dejar de plantar y cosechar, y que milagrosamente van a recibir una cosecha abundante en el sexto año, el año siguiente y el año después de ese cuando, por supuesto, no va a haber nada para cosechar ya que nada habrá crecido en el año séptimo...".

 -"¿Estás loco, cómo puedes predecir el futuro?  ¡Tu religión va a fracasar en el primero de los siete años cuando todos comiencen a estar hambrientos, cuando no haya nada que cosechar ni que comer!"

La Parashá de esta semana se inicia con las palabras  "Y Hashem habló con Moshé en el Monte Sinai...". 

¿Por qué la Torá se toma el trabajo de especificar que  fue precisamente en el Monte Sinai que Hashem le explicó a Moshé la Mitzvá de Shemitá?  ¿Acaso en el  Sinai Moshé no recibió todas las otras Mitzvot?

El motivo por el cual la Torá conecta el Monte Sinai con la Mitzvá de Shemitá es para que entendamos que, asi como la Shemitá proporciona una prueba verificable de la veracidad de la Torá (pues seria imposible inventar una religión que tuviera un precepto semejante), del mismo modo, el resto de la  Torá, que fue transmitido en el Sinai, es igualmente auténtico, tanto en lo general como en lo particular.

(Rashi y Jatam Sofer Rabí Yehudá ha Levi - Kuzari)



"...en el Monte Sinai..." (Vayikrá 25:1)

Toda la enseñanza de la Shemitá es que "la naturaleza" es una ilusión.  Hashem dirige el mundo y asi como Él hace que no haya pérdida por no trabajar en Shabat, asi también él asegura que nada va a ser perdido por cesar de trabajar la tierra todo un año.  Esto es para enseñarnos a no convertirnos en esclavos de la "naturaleza", porque este mundo no es más que un corredor al verdadero mundo de la espiritualidad.  Pero el hombre no puede desasociarse a sí mismo del marco del mundo en el cual existe; la Torá claramente le ordena sembrar y cosechar por seis años, así como tiene que trabajar seis días por semana.  Pero a través de contar los días de trabajo en relación al Shabat y los seis años de cultivo en relación al año de Shemitá, podemos conectar lo mundano y la rutina con lo sagrado y lo especial.



"La tierra observará un Shabat para Hashem..." (Vayikrá 25:2)

Cuando el pueblo judío estuvo esclavizado en Egipto, Moshé fue a ver al Faraón y lo convenció de que debía aliviar el yugo de los israelitas.  Le explicó que cuando los esclavos trabajan sin descanso, al final terminan muriéndose.  Y asi fue como, simulando que aconsejaba al Faraón como aumentar la producción, le sugirió que le concediera al pueblo judío un día libre a la semana.  El Faraón aceptó su consejo, y le dio permiso a Moshé para que escogiera el día.  Cuando, más adelante, Hashem dio el precepto de que el Shabat debería ser un día de descanso, Moshé sintió gran alegría de haber anticipado cuál sería el día en el que el pueblo descansaría.

En otras palabras, en Egipto, el pueblo judío ya contaba con el Shabat, pero únicamente como un respiro del trabajo agotador, y no como un precepto.  Pero cuando Hashem les mandó el precepto del Shabat: "Observarán mis Shabatot", Israel descansa en Shabat, no porque necesite de un descanso, sino, única y exclusivamente, porque esa es la voluntad de Hashem.

En la parashá de esta semana hallamos un concepto parecido: "...La tierra observará un Shabat para Hashem".  En el séptimo año, cuando dejamos que los campos de Eretz Israel permanezcan inactivos, no es para darles un descanso, para mejorar su rendimiento o para que los procesos ecológicos los renueven.  Los dejamos inactivos únicamente porque eso fue lo que nos ordenó Hashem.

(Kedushat Levi)



".. en el Monte Sinai..." (Vayikrá 25:1)

La Mitzvá de la Shemitá le ordena al Pueblo judío que deje de trabajar sus campos cada séptimo año, con la promesa de que, milagrosamente, Hashem les proporcionará todas sus necesidades.

Sin embargo, el milagro de la Shemitá variaba de acuerdo con su nivel de bitajón (confianza en Hashem).

Cuando el pueblo judío tenía un nivel alto de bitajón, la cantidad de alimentos que se cosechaban en el sexto año no variaba de un año a otro; no obstante, alcanzaba para proveer nutrición durante tres años, en vez de uno.

Pero cuando el nivel de confianza en Hashem era bajo, los campos daban, en términos reales, tres veces la cantidad que se cosechaba en un año común.

En el primer caso, se producía un milagro oculto; en el segundo, un milagro descubierto. ¿Por qué el nivel más bajo invocaba un milagro aparentemente más grande, más abierto?  El milagro descubierto siempre es el "segundo mejor" en el plan de Hashem.  El Hombre es la criatura que está designada en forma especifica para tener libertad de elección.  Los milagros abiertos son tan compulsivos que limitan la libertad de elección del Hombre.

No obstante, Hashem responde hasta al nivel más bajo de confianza en Él y proporciona la pirotecnia de un milagro abierto, si eso es lo que hace falta para hacer que el pueblo se sienta seguro.

Una vez, Rabí Jaim de Volozhin le preguntó al Gaón de Vilna qué es lo que quiere decir el Talmud cuando dice que uno de los atributos de Hashem es "estar satisfecho con Su parte".  El Gaón de Vilna le respondió que la parte de Hashem es el pueblo judío.  El querría que estuviésemos en un nivel más elevado, pero no obstante está satisfecho con nosotros, cualquiera sea el nivel en que nos encontremos.



"Y Hashem le habló a Moshé en el Monte Sinai, diciendo..." (Vayikrá 25:1)

Hashem le dijo a Moshé todas las Mitzvot en el Monte Sinai.  Entonces ¿por qué la Torá registra en forma específica que la Mitzvá de Shemitá le fue transmitida a Moshé "en el Monte Sinai"?  ¿Acaso todas las otras Mitzvot no le fueron también transmitidas a Moshé en el Monte Sinai?

Uno de los efectos de la Mitzvá de Shemitá es implantar en el corazón de pueblo judío la idea de que Hashem, a pesar de toda Su Trascendencia, igualmente supervisa hasta el más mínimo detalle de este mundo.

La Shemitá nos enseña que Hashem nos proporciona todo lo que necesitamos a pesar de al parecer no somos más que un punto minúsculo en el espacio intergaláctico.  En Sus ojos, todos esos billones de años luz no son más que un parpadear de ojos.

No está "por debajo de Su dignidad", por decirlo de alguna manera, el interesarse por este plano físico nuestro.  Pues "en el lugar de la grandeza de Hashem, allí está Su humildad".

Hashem eligió, como el sitial para Su revelación, no al Monte Everest, la montaña más alta del mundo, sino al humilde, bajo Sinai.  Fue en el Sinai que Él quiso revelarnos Su Torá. Pues a pesar de toda la inefable Majestad y Trascendencia de Hashem, la humildad de espiritu Le son muy preciadas.

Y precisamente ahí está la conexión entre la Shemitá y el Sinai: asi como la Shemitá pone de manifiesto que Hashem se ocupa hasta de este mundo tan bajo, asi también Él nos reveló la Presencia Divina en el Sinai, la más baja de las montañas.



"Y haréis Mis jukim, y Mis mishpatim, las observareis" (Vayikrá 25:18)

Todo el mundo sabe que los judíos no comen cerdo.  ¿Por qué?

La historia se remonta a hace tres mil años, cuando la  refrigeración no había alcanzado aún gran nivel de sofisticación, y la contracción de triquinosis por comer cerdo era una amenazadora realidad. 

Pero ahora, que todos contamos con heladeras que  producen cubitos de hielo a montones, y se puede congelar una chuleta uno y hasta dos años, uno no tiene por qué negarse uno de los deleites gastronómicos más finos de la "haute cuisine".  Ese es el cuento que te cuentan...

Pero la verdad del asunto es que el cerdo, al igual que el shatnez (la mezcla de lana y lino en la ropa) es un jok, una ley que está más allá del entendimiento humano.

Las leyes que prohíben la conducta antisocial en la Torá se llaman mishpatim.  Toda persona razonable entiende que está prohibido robar o asesinar.  Ninguna sociedad civilizada permite semejantes actos.

Sin embargo, para el judío el asesinato esta prohibido debido a que la Torá dice que está prohibido.  Matar a  una persona y llevar puesta una prenda que contiene shatnez son dos actos que comparten una misma esencia: ambos fueron prohibidos por el Creador. 

Hashem le permitió a nuestra lógica comprender por qué está prohibido matar.  Pero no hizo lo mismo con la prohibición de comer cerdo.

En el versículo antedicho, la Torá habla de "hacer" los jukim (los preceptos supralógicos), mientras que al  referirse a los mishpatim (leyes aparentemente lógicas) habla de "observar".

¿Qué diferencia hay entre "hacer" y "observar"?  La esencia misma del jok reside en hacerla.  El desafió  del jok es decirse a sí mismo: "El mundo no se limita a lo que yo entiendo de él.  Y porque no pueda entender algo no significa que no sea cierto".  Por eso, la esencia misma del jok es hacerla.  Ese es el desafió.

Pero cuando se trata de los mishpatim, nos enfrentamos a un desafió diferente.  Es obvio que está prohibido robar y matar.  ¿Cuál es la prueba?

Hace muchos años, ocurrió una tragedia desgarradora.  Habia una mujer que sufría una terrible enfermedad incapacitada.  Día tras día, su marido la veía sufrir.  Un día, fuera de si de tanta angustia, le dio una sobredosis de barbitúricos.

El desafió de los mishpatim es observarlos.  No excusar el asesinato, llamándolo "muerte piadosa" o "eutanasia". Aquel Cuya piedad es eterna decreta que  no debemos matar. ¿Cómo vamos a ser nosotros más piadosos que Di-s, Cuyo Nombre es  "El Compasivo"?.  El desafío de los preceptos "lógicos" consiste en no manipularlos indebidamente, no pervertirlos según nuestros propios conceptos de bien y mal.

Incluso cuando el corazón se quiebra de dolor, cuando nuestros seres más queridos se enferman y  mueren, a veces con enorme sufrimiento, el desafío de los mishpatim es saber que nuestra mente no puede ni podrá entender nunca la lógica más esencial de hasta  aquello que nos parece lógico a nosotros.

(Rabí Isajar Frand)



"Cuando vengáis a la tierra que os estoy dando, la tierra observará un descanso de Shabat para Hashem" (Vayikrá 25:2)

Al mirar el membrete de algunos estudios jurídicos, uno podría pensar que está leyendo la guía de teléfonos de Nueva York.  Parecería que todo el mundo es un socio menor.

En cierto modo, nosotros también queremos ser socios menores.  Los socios menores de Hashem.  Pensamos: "Está bien, Di-s, Tú diriges el mundo.  Tú eres el Jefe.  Yo solamente quiero ser socio menor en mi zona, para poder hacer lo que me plazca.  Necesito tener mi  propio espacio".

¿Cómo vas a tener tu propio espacio cuando "Su  Honor colma la tierra"?  ¿Cómo vas a ser el socio menor de Aquél para el que no hay un "dos"?  El judío está de servicio las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, desde la cuna hasta la tumba. 

Nosotros somos el Pueblo que Di-s eligió para que Lo sirviera.  Pero esto tal vez suene un poco prohibitivo.  ¿Acaso no soy más que una cifra?  ¿Un autómata sin mente que obedece instrucciones?  ¿Dónde está mi espacio?  ¿Dónde está mi individualidad?

En realidad, Hashem sí nos deja ser los socios menores.  Pero no entramos en sociedad para poder "hacernos una escapadita" para ir a jugar al tenis a la tarde.  No.  Esta es una sociedad en la mismísima creación del tiempo.

Cuando Hashem creó el mundo, lo creó con dos clases de santidad, que están expresadas en el Shabat, por un lado, y en las Fiestas, por el otro.

La santidad del Shabat es fija e inmutable.  Cada siete días entramos a un mundo llamado "Shabat".  No precisa de intervención de nuestra parte.  El Shabat fluye desde los mundos superiores sin nuestra asistencia, y por encima de nuestro control.

Las fiestas de Pésaj, Shavuot y Sucot son otro tema.  Hashem le permite al Hombre, en tanto que Beit Din, que establezca el día en que comienza el mes, y, por ende, las fechas exactas de las fiestas.

Con respecto a la Shemitá (el año sabático para la tierra), la Torá afirma: "La tierra observará un Shabat para Hashem".  Exactamente la misma expresión que se emplea en la creación del Shabat.  "Un Shabat para Hashem".

Asi como hay dos tipos de santidad en los días y en los meses, el Shabat y las fiestas, también hay dos tipos de  santidad en los años.  El séptimo año es como un  Shabat de la tierra.  Su santidad es "fija", como la del Shabat.  La santidad de yovel (el año de jubileo) es  como la santidad de las fiestas.  Su santidad representa la relación de Di-s con el Hombre.  "Porque es un yovel; santo será para vosotros".

Si no se toca el Shofar al comienzo del año de yovel, entonces el año no es yovel.  Si no se libera a los esclavos, ese año no es yovel.  Si no se devuelven los campos a sus dueños originales, ese año no posee el status de yovel y está permitido cosechar y sembrar, como en cualquier otro año.

El año de Shemitá es diferente.  Su santidad es fija, independiente del Hombre.  Aunque no se hayan contado los años, aunque el Beit Din no hay santificado el año como un año de Shemitá, y no haya habido cese de cosecha y de siembra, el año de cualquier forma es de Shemitá.

Es por eso que la Shemitá es llamada "un Shabat para  Hashem".  La Semita, igual que el Shabat, no permite "socios menores".

(Torat Cohanim, Rosh Hashaná 9, Rambán Hiljot Shemitá y Yovel. cap. 26, Meshej Jojma en Iturei Torá)

Shabat Shalom.