Torá desde Jerusalem
Parashá Devarim - Palabras
Libro Devarim / Deuteronomio (1:1 a 3:22)
“Estas son
las palabras...”
(Devarim
1:1)
Estas son las palabras… Así comienza el último libro de la Torá, sobre el que nos comenta Rashi: Debido a que Moshé se disponía a criticar al pueblo de Israel, enumerando todos los lugares en los que se revelaron en contra del Todopoderoso, pues lo hizo indirectamente recordando solamente los lugares por respeto al propio pueblo. ˇQué grandeza demostró Moshé hacia el pueblo!, enseñando así todo un capítulo de dirección, no solamente como dirigente de un pueblo sino para todos los niveles.
Moshé Rabenu esperó cuarenta años para criticar al pueblo, en momentos
de despedirse del pueblo, ya que él sabía que no podía entrar a la Tierra de
Israel, de lo que aprendieron nuestros Sabios: “No critique una persona a su
hijo sino cerca de la separación, de manera que la crítica no sea bien
recibida”. Así se aprendió del
mismo Yaacob, que reunió a sus hijos para indicarles todas las criticas que
tenía hacia ellos, sino cerca de su fallecimiento.
La crítica no debe realizarse sino a quien quiere o sabe
aprovecharla. Como dijeron
nuestros Sabios: “No se presiona sino al que quiere ser presionado”.
La Torá nos obliga con el precepto: “Indicar, indicarás a tu prójimo y
no llevarás con el error”. La
responsabilidad que tenemos con el prójimo nos obliga no solamente a indicar,
sino que nos considera cómplices en el caso de no hacerlo; sin embargo, tanto
Yaacob con sus hijos y Moshé con el pueblo esperaron cerca de su fallecimiento
para realizarlo. Así nos quisieron
enseñar, que aunque la crítica es una obligación y no un derecho, debe
realizarse solamente cuando pueda alcanzar el mejor efecto y en absoluto, no
debe realizarse si sospechamos que los efectos pudieran ser
contradictorios. Dijeron nuestros
Sabios, por dos razones Yaacob no criticó a sus hijos sino cerca de su muerte:
para que no critique y tenga que volver a criticar, para que no se aparten sus
hijos de él, tal como ocurrió con el Rey Salomón que, mientras vivió su
maestro, no se apartó del camino de la Torá. Dice el refrán: más vale un amigo cerca, que un hermano
lejos.
El valor de los preceptos es considerado por el esfuerzo necesario
para realizarlos, como está dicho: “Según el esfuerzo, el valor”. El precepto de la crítica se encuentra
entre los preceptos más importantes que nos encomendó el Todopoderoso, no por
el esfuerzo necesario ya que existe casi un instinto de crítica al prójimo,
sino por la dificultad de realizarlo positivamente para corregir y no dañar.
Dijeron Nuestros Sabios: “La vida y la muerte en manos de la
lengua”. Cuántas críticas han
matado no físicamente, aunque también han ocurrido, sino espiritual y
sicológicamente, que no son menos graves que en lo físico. El que mata al compañero le hace perder
este mundo, pero el que lo desvía del buen camino le hace perder este y el otro
mundo. Por lo que, cuánto tenemos
que preocuparnos, padres, maestros, amigos y a veces hasta un sencillo vecino,
en el que nuestro deseo de corregir no se convierta en la razón de alejarlo y
empeorar la situación.
Las palabras que salen del corazón, entran al corazón; así dijo el
profeta: “Así como la cara se refleja en el agua, así es el corazón de la
persona con su prójimo”. La base
de la educación tiene que estar en el aprecio y cariño del educador con
respecto a su pupilo, y saber el valor de las palabras, las que pueden
construir y por desgracia también pueden destruir.
Moshé Rabenu no solamente era un gran educador y un gran dirigente
sino fue, sobre todo, un gran hombre en lo que supo esperar cuarenta años para
indicar, de una manera indirecta, toda las rebeliones del pueblo de Israel en
el desierto.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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