Torá desde Jerusalem
Parashá Emor - Di
Libro Vayikrá / Levítico (21:1 a 24:23)
Reflexiones sobre la Parashá
"Y contareis para vosotros desde el día después de
Shabat (el día después de Pésaj) desde el día en que traéis
la ofrenda del Omer que es balanceada, siete Shabatot, completos y perfectos deben ser" (23:15)
"¿Cuándo son perfectos? Cuando cumplen con la voluntad del
Omnipresente" (Midrash).
En este mundo no hay nada que dure por siempre. Todo tiene su tiempo, y luego pasa. Incluso el
cielo y la tierra se transformarán en la nada. No obstante, todo lo que llega al mundo tiene
un cierto periodo de existencia, por más largo o corto que sea. Sin embargo, hay algo en el mundo para lo cual
ese concepto de "lapso de existencia"
no existe. Ese algo, ni bien aparece, ya cambió, pasó, y dejó de
existir. Ese algo es el Tiempo mismo. Cada segundo, al surgir a la Creación, en
un abrir y cerrar de ojos, ya dejó de existir. El tiempo pasado ya no existe, y
cada segundo se transforma inmediatamente, y enseguida, en pasado.
Sin embargo, el hombre, a través de sus actos, puede
brindarle al propio Tiempo una substancia que lo hace eterno. El acto le da
substancia y su propio carácter al tiempo en el que se lleva a cabo. Por eso,
si el tiempo se utiliza para realizar una Mitzvá, o para hacer un acto de
bondad, o para estudiar Torá, como todos estos actos son en si mismos eternos,
eternalizan al tiempo del Hombre. Eso es lo quiere decir el Midrash cuando dice
"¿Cuándo son perfectas (las semanas)? Cuando cumplen con la voluntad del
Omnipresente". La cuenta del Omer
es un paradigma de los años de vida del Hombre: los siete Shabatot aluden a
"Los días de nuestros años tienen 70 años" (Tehilim). La Mitzvá de
contar el Omer exige que "sean completos y perfectos". Cuando esas
horas realizan la voluntad de Hashem, el Tiempo mismo posee eternidad y
substancia.
(Rabí Shlomo Yosef Zevin)
"Todo hombre de tu descendencia a lo largo de sus
generaciones en el que hubiere una mácula no se acercará a ofrendar el alimento
de Di-s" (Vayikrá 21:17)
Las puertas del restaurante se abrieron de par en par,
dejando entrar el sonido y el aroma del Hollywood Boulevard. Un hombre bajito y acicalado, cuya sonrisa decaía
un poco en los bordes, se paró en la puerta. Miró en todas direcciones unos
instantes, y entonces empezó a caminar entre las mesas; un par de mozos, bandejas
en mano, hicieron piruetas para no chocarlo. El hombre finalmente llegó a mi
mesa, se sentó enfrente de mi y me miró varios segundos.
Le pregunté: "¿Y? ¿Cómo fue la audición?" El sonrió su antigua sonrisa gastada y dijo:
"Me acabo de enterar de que soy demasiado viejo para los papeles para los
que solía ser demasiado bajo".
En Hollywood no existe dicotomía entre la apariencia y la
realidad. La apariencia es la realidad. Lo único que cuenta es el aspecto que uno
tiene. Lo cual no significa que el
aspecto no tenga ninguna importancia. La Torá nos enseña que en una disputa
entre un rico y un pobre, el juez debe decirle al rico que le de ropa al pobre para
que se vista como él, o bien que el mismo se vista con ropa de pobre. Recién
entonces podrá juzgar su caso. Esto se debe a que el juez puede verse
influenciado por el status del rico.
Puede ocurrir que esté impresionado por su fortuna y sea
parcial en su veredicto, en favor del rico. O también puede ocurrir que sienta lastima
por el pobre, y juzgue en su favor.
Lo que resulta sorprendente con respecto a dicha ley es
que el juez ya sabe que el rico es rico y que el pobre es pobre. ¿De qué sirve
cambiarles la ropa?
Después de todo, el juez sabe perfectamente con quién está
tratando en cada caso, ¿no? La vista
posee un poder que no poseen los demás sentidos. El olfato podrá ser más evocador; el sonido podrá
ser más tranquilizante; pero no hay nada tan inmediato como la vista. Ver para creer,
como dice el refrán... Y al ver uno puede creer, incluso cuando uno sabe que lo
que ve no es cierto.
En nuestros días, somos conscientes del tremendo poder
que ejerce sobre nosotros la publicidad, aun cuando sabemos que todo su propósito
es vender más jabón. Lo visual se escurre por debajo de las vallas del
discernimiento y se instala en el inconsciente.
Con esta idea en mente, tal vez entendamos uno de los
aspectos más sorprendentes de la parashá de esta semana. La Torá le prohíbe al Cohén que tiene un defecto físico realizar el servicio del Beit
HaMikdash. Esos defectos físicos podían ser, por ejemplo, la ceguera, la
invalidez, la nariz sin caballete, un ojo mucho más grande que el otro, o una
pierna más larga que la otra, una joroba en la espalda, cejas extremadamente largas
o una línea blanca que se extendía desde el blanco del ojo al iris. Todos estos
Cohanim quedaban excluidos del servicio.
Pero si el servicio de Di-s es una empresa espiritual,
¿por qué la Torá excluye a los Cohanim que tienen un
defecto físico? La respuesta es que el servicio no solo debe ser perfecto, sino
que también debe tener un aspecto perfecto. Tal es la naturaleza del ser
humano: lo que ven los ojos, lo siente el corazón.
(Talmud Shavuot 32a, Or Yahil, Rabi
Mordejai Perelman)
"Estas son las fiestas designadas de Di-s, las santas
convocaciones, que designareis en su momento apropiado" (Vayikrá 23:1)
El versículo citado es un perfecto ejemplo de como la traducción
no logra transmitir la belleza de la Tora, por no decir nada de su inmensa
profundidad: "Fiestas designadas" "santas convocaciones".
¿Que significan estas frases?
En hebreo, la palabra que suele traducirse como "fiesta"
es moed. La palabra moed es un "tiempo de encuentro". Las fiestas judías
son momentos en los que podemos encontrarnos con Di-s. Casi literalmente. Cada
fiesta contiene dentro de si el poder primordial de aquel primer evento histórico,
de aquel primer encuentro con lo Divino, que estamos celebrando. Pongamos por caso Pésaj: una vez al año
pasamos por el paisaje espiritual de ese día. Igual que un tren que retorna a
la misma estación de alguna inmensa pista circular del tiempo. Al realizar ese día
ciertas mitzvot especificas, del modo debido,
estamos subiendo a este tren espiritual, en el que viajamos el año entero. El
sabor de la matzá se queda en el paladar del alma mucho maás
que una sola noche. Ahora es parte de nosotros, hasta que retornemos a esa
misma estación, a ese mismo punto de encuentro con Di-s.
El termino "convocación" significa literalmente
"citar o llamar a una reunión".
Sin embargo, en hebreo, la frase "mikrei kodesh" también puede significar
"llamados a la santidad". En otras palabras, las fiestas judías son
un llamado, que pueden atraer a la persona como un imán.
(Mijtav MiEliahu, Jidushei HaRim)
"Habitareis en tabernáculos" (Vayikrá 23:42)
¿Por qué salimos de la casa y vivimos en una sucá después
de Yom Kipur? En Rosh Hashaná, Di-s juzga el mundo. En Yom Kipur, sella el
decreto.
El Midrash dice que es posible que Di-s haya decretado
que el Pueblo Judío debe ir al exilio. Por
eso armamos una sucá, "exiliándonos" de nuestras casas, y Di-s
considera este "exilio" como si de veras hubiésemos sido exiliados.
Qué concepto tan extraño. ¿Cómo es posible que con solo
salir de casa y caminar unos pocos metros se considere que fuimos exiliados?
¡Por no decir nada de lo placentero que es este exilio!
Pero respondamos a este interrogante con otro interrogante.
¿Qué es lo que hace que las personas se alejen los unos de los otros? Si hay algo que separa a las personas, es la
avaricia, el deseo de tomar. La lógica
que hay detrás de la avaricia es que todo lo que posee la otra persona esta
restando de lo que yo poseo. En otras
palabras, el otro está llenando mi espacio, está respirando mi aire, está ocupando
mi sitio. Todo lo que posee el otro significa que yo tengo menos.
Cuando una persona siente esto, la existencia misma de
los demás le molesta. Esto es lo que se llama sinat jinam, odio porque sí. El sinat jinam es la causa del exilio del Pueblo Judío.
Hace dos mil años, fue destruido el Segundo Templo y
fuimos exiliados y dispersados por todo el mundo a causa del sinat jinam. Pero el castigo del sinat jinam, el exilio, es
también su cura. El exilio hace que la persona se sienta desarraigada y
desestabilizada. Inevitablemente, esto niega su avaricia. Ese sentimiento de
que los otros me están quitando lo que es mío por derecho es ahora reemplazado por
un sentimiento de unidad: "Tal vez no tenga mucho, pero lo que tengo, estás
invitado a compartirlo"
El castigo del exilio cura la separación entre las
personas que es la manifestación del sinat jinam. La sucá representa la anulación
del poder material y la avaricia, porque por más ricos que podamos ser, estamos obligados a abandonar el
dominio de nuestra riqueza, nuestra casa y todos sus símbolos de poder y de
status, todo lo que nos hace pensar que el mundo es nuestro, y habitamos en una
residencia temporaria. Ahora que estamos desestabilizados, sentimos cuánto necesitamos
la protección de Di-s; que nuestro poder en realidad no es nada. Habitamos bajo
la "sombra de la fe".
Al vivir en una residencia temporaria, nos sensibilizamos
a la naturaleza temporaria de nuestra residencia en este mundo. Este proceso de
vivir en la sucá nos prodiga una sensación de vulnerabilidad e inestabilidad
que es la estampa del exilio. Esta sensación unifica al Pueblo Judío, y anula
el egoísmo que conduce al sinat jinam, que fue la causa del veredicto del
exilio en primer término. Qué interesante que con solo alejarnos unos cuantos
metros de nuestros hogares hayamos, en realidad, vivido en el exilio.
(Mijtav MiEliahu, Yalkut Shimoni 651)
Shabat Shalom
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