Torá desde Jerusalem
Parashá Jukat - Precepto
Libro Bamidbar / Números (19:1 a 22:1)
“Toma la vara y reúne a la comunidad”
(Bamidbar 20:8)
Tras el precepto de la vaca roja, donde el mismo Rey Shlomó, el Sabio
de todos los Sabios, reconoció no llegar a entender la profundidad del
precepto, nos maravilla la Torá con el relato de Mei Merivá (Las aguas de la
discordia) tras la obligación que le encomienda Hashem a Moshé de tomar la vara
y hablar a la piedra.
Moshé es criticado por no haber elevado Su nombre, pues en lugar de
hablar, Moshé golpeó a la piedra.
Está claro que Moshé aprendió de las plagas donde por petición del
Todopoderoso golpeó las aguas del Nilo para convertirlas en sangre, hecho que a
los ojos de todo el mundo es un cambio menor que sacar aguas de las
piedras. Por deducción lógica toda
persona hubiera llegado a la misma conclusión: Si para transformar agua en
sangre Hashem ordenó golpear las aguas, habría de realizarse lo mismo para
sacar agua de la piedra.
Sin embargo los dictámenes del Creador son estrictos y más con sus
Tzadikim, como dijeron nuestros Sabios: Hashem es estricto con los justos como
el grosor de un hilo, en el más mínimo detalle, a lo que cabría lugar
preguntarse el por qué de dicho comportamiento. La razón de la existencia de la persona en el mundo es
alabar a Hashem, por lo que en la calidad de la persona se encuentra la
capacidad de hacerlo. De los
hechos de Moshé dependían gran parte del comportamiento del pueblo, así como en
un barco no hay duda que el comportamiento de cada uno de los tripulantes es
vital para el buen desenvolvimiento del mismo y nadie puede desligarse de su
obligación y considerar su camarote como una ente independiente e irresponsable
del resto del buque. Está claro
que la responsabilidad del capitán del mismo es mucha más grande a la par de sutil. De la misma manera como no
criticaríamos enérgicamente el abandono del camarote, por parte de un pasajero,
sin observar las normas del barco de cerrar bien las puertas, sí criticaríamos
enérgicamente el abandono del timón por parte del capitán; de hecho
supondríamos al barco en peligro por algo tan pequeño como el abandono del
timón. Es así la razón de la
critica de Hashem a Moshé por el error de golpear la piedra en lugar de
demostrar al pueblo el control y el acato a la naturaleza, al deseo Divino,
donde paralelamente al las leyes de la naturaleza, la ley de la gravedad y
demás leyes de la física, existen las leyes de la metafísica desligadas de la
lógica.
Tras la critica del pueblo en contra de Hashem y de Moshé por la vida
en el desierto, el Todopoderoso castiga al pueblo con una plaga de
serpientes. Esa serpiente símbolo
por su lengua de las habladurías que, como explicaron nuestros Sabios la
mordida de la serpiente a diferencia de los demás animales, es sin beneficio
para la propia serpiente, así como lo es la habladuría que generalmente es
realizada sin ningún beneficio por parte de quien habla y su cura, nos cuenta
la Torá, fue mirar a una serpiente de cobre, ya que el remedio a la habladuría
es poner atención a los hechos. Si
nos preguntáramos qué beneficio tenemos de los mismos, en su mayoría no
hablaríamos, pues no encontraríamos no solamente bien a los mismos sino el daño
para con los demás y para con nosotros mismos. En ese concepto fue que el rey David no encontró el cómo
empezar sus alabanzas a Hashem en los Salmos, sino con la crítica a los bufones
y así nos dijo: “Feliz es el hombre que no ha andado en el consejo de los
malvados, ni se ha detenido en el camino de los pecadores, ni se ha sentado en
el asiento de los escarnecedores”.
¿Qué encontró el Rey David para considerar al bufón peor que al
malvado o al pecador? Tanto el
malvado como el pecador son responsables por sus hechos errados pero pensados,
mientras que el bufón está en una situación mucho más difícil ya que sus hechos
generalmente no son pensados sino frutos del azar.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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