Torá desde Jerusalem
Parashá Jukat - Precepto
Libro Bamidbar / Números (19:1 a 22:1)
Enfoques sobre la Parashá
"Este es el
precepto de la Torá..." (Bamidbar 19:2) Shabat Shalom
La Mitzvá de la Pará Adumá (vaca roja) es de todos los preceptos, el que
más desafía el entendimiento humano.
Si se nos pregunta
por qué comemos, contestaríamos que debemos comer para
vivir. Si nos preguntan además,
por qué comemos pan y no piedras, contestaríamos que las piedras
no contienen los nutrientes necesarios para vivir, pero por qué el ser
humano necesita estos nutrientes, y por qué no podemos extraerlos de las
piedras, no podríamos explicarlo, porque solo Di-s lo sabe.
Aunque comemos para
vivir, Di-s creó el mundo de tal manera que nuestra comida también
tiene un aroma y sabor placentero.
Pero este gusto
nunca debe ser confundido con nuestra razón de comer.
Las Mitzvot son la comida espiritual para la Neshamá (alma). Por qué o cómo una Mitzvá
particular sostiene nuestra alma, nosotros no podemos saberlo más de lo
que sabemos sobre el por qué una proteína en particular sostiene
nuestro cuerpo. Di-s quiso que las
Mitzvot sean gustosas para nosotros, por eso les puso sabor -ideas y lecciones-
eso podemos entender.
Sin embargo, nunca
debemos confundir el sabor de la Mitzvá con su
razón verdadera, así como nunca debemos comer meramente para
satisfacer nuestro deseo.
(Adaptado de
Shiurei Bina, Rabí Zev Leff)
"...Una vaca
roja integra" (Bamidbar 19:2)
El Talmud relata la
historia de un no-judío, Dama ben Netina, quien poseía una joya
preciosa necesitada para reemplazar una piedra perdida de la pechera del Cohen
Gadol. Los Sabios fueron a él y
le ofrecieron una fortuna por la piedra, pero él no la iba a vender a
ellos porque la llave de la caja de seguridad en donde estaba la joya, estaba
bajo la cabeza de su padre que dormía. Él no iba a despertar a su padre, aun por la fortuna de
un rey.
Puesto que él
estaba dispuesto a dejar tanto para honrar a su padre, fue recompensado de tal
manera que una vaca roja nació dentro de su ganado, y vendió este
animal a los Sabios por la misma suma que había rechazado antes.
(Talmud, Kidushin
31a)
"...Una vaca
roja integra" (Bamidbar 19:2)
¿Por qué en
la historia anterior, Dama ben Netina fue recompensado específicamente
con una Pará Adumá
que nació entre su ganado?
El rol del Pueblo Judío
es ser una nación de sacerdotes y personas sagradas, destacándose
del resto de las naciones por su ejemplar comportamiento. Así, cuando Dama ben Netina un no-judío,
demostró tal auto-sacrificio para honrar a su padre, despertó una
acusación en las cortes celestiales en contra del Pueblo Judío,
ya que aquí había un no-judío que tenia una devoción
para la Mitzvá de honrar a los padres por lo
menos igual a la de los judíos, y entonces ¿dónde estaba el
ejemplar comportamiento del Pueblo Judío?
La vaca roja que
fue comprada por los Sabios demostró que aunque Dama ben Netina fue
capaz de dejar una fortuna por una Mitzvá que
la lógica dicta, el Pueblo Judío es capaz de dar una fortuna
similar por una Mitzvá que está
infinitamente mas allá de la lógica humana, simplemente porque es
la Voluntad de Di-s.
(Jidushei Harim)
"...que no
tiene imperfecciones, que no le fue puesto yugo" (Bamidbar 19:2)
Alguien que ve en sí
mismo que alcanzó su perfección, y se liberó de defectos y
`manchas', puede estar seguro de que todavía no comenzó a tomar
sobre si mismo el yugo del Reino del Cielo. Porque, si alguna vez experimentó este yugo, se hubiese dado
cuenta que todavía consiste mayormente en imperfecciones y `manchas'.
(El Seer de Lublin)
"Este es el decreto (jok) de la Torá" (Bamidbar 19:2)
La Mitzvá de la Pará Adumá (vaca roja) es el "jok" (decreto) esencial
que desafía al entendimiento humano.
El mundo es como un 747. A ningún piloto se le ocurriría sentarse ante el
panel de mando de un 747 antes de saber cómo navegar la aeronave en todas las condiciones
climáticas, y en todas las situaciones posibles.
Tiene que saber cómo despegar, cómo aterrizar, cómo balancear los alerones.
Tiene que conocer las funciones de cada uno de los botones y los interruptores que tiene enfrente.
Tiene que ser profesional. Las vidas de 500 personas dependen de su juicio y su experiencia.
Cada judío es un "piloto". Tenemos que saber cómo volar el 747 de la vida.
Cada halajá es un interruptor de la cabina de nuestro 747. Y únicamente con la ayuda de la
Torá podremos volar por el cielo de la vida sin hundirnos en el mar.
La profundidad de las mitzvot es imposible de entender, puesto que las mitzvot
son expresiones de la Voluntad del Creador, y trascienden el conocimiento de Sus creaciones.
Pero lo que sí sabemos es que las mitzvot son el panel de mando que conducen al mundo
espiritual.
No podemos comprender de qué modo obra cada Mitzvá, pero eso no debe interferir
con la precisión y la escrupulosidad con que debemos llevarlas a cabo.
Ningún piloto sabe por qué su avión vuela por el aire.
Pero lo que sí tiene que saber es cómo hacer que vuele.
El hecho de que no sepa explicar por qué el aire que pasa por debajo de las
alas hace que el avión vuele, de ningún modo reduce su concentración,
cuando está sentado sobre dos toneladas de metal que se lanzan en picada a más
de cien millas por hora. En ese momento, a él no le importa en absoluto el
hecho de que no entienda la dinámica del vuelo. ¡Él es conciente de que, a
menos que tenga un desempeño impecable, este vuelo no tiene mucho futuro!
(Rabí Simja Waserman z''l)
"Este es el decreto (jok) de la Torá" (Bamidbar 19:2)
Existen dos clases de letras. Las letras que se escriben, y las letras que se graban.
La diferencia está en que las letras que se escriben esencialmente se encuentran
separadas del papel en el que fueron escritas. No son parte del papel o el pergamino.
Las letras son de tinta, y se adhieren al papel, y recién entonces puede decirse
que conforman un solo ente.
Sin embargo, las letras grabadas pertenecen al mismo medio sobre el que fueron escritas.
No hay distinción entre lo que está escrito y sobre qué está
escrito; las letras no son entes separados y externos, sino que más bien, surgen de la propia
piedra.
La Torá fue dada en la forma de tablas grabadas, para enseñarnos que no
debemos tomarla como algo ajeno a nosotros, sino que, por el contrario, el pueblo judío y la Torá
son un ente único e indivisible. "Israel, la Torá y el Santo Bendito Sea,
son Uno". Las palabras de la Torá están grabadas en la tela de nuestro
corazón, no meramente bordadas. Ellas deben penetrar en las recámaras
más profundas y más recónditas de nuestra identidad, deben
atravesarnos, así como las tablas de la Torá podían leerse de ambos lados.
En hebreo, la palabra "grabado" tiene la misma raíz que la palabra que
expresa el decreto que va más allá de la comprensión humana:
jok. Nuestra actitud frente a la Torá debe ser la misma que respecto del jok.
Si bien no entendemos el jok, de todos modos lo cumplimos, porque es la Voluntad de
nuestro Padre del Cielo. Con esa misma actitud debemos cumplir con todas las mitzvot,
inclusive aquellas que pensamos que sí entendemos, simplemente por
el hecho de que están grabadas en las tablas de nuestro corazón,
como decretos del Rey de Reyes.
(Rabí Shlomo Yosef Zevin, z''l)
"Entonces Moshé elevó su brazo y golpeó la roca con su vara dos
veces" (Bamidbar 20:11)
Si alguna vez jugaste al golf, sabrás lo importante que es elegir
un buen palo. A veces, como cuando se juega en una pista de golf, conviene un palo de madera,
pero si juegas sobre arena, es mejor un palo de hierro, mientras que uno de madera
prácticamente no sirve para nada.
Todo depende de usar la herramienta correcta para el trabajo que haga falta.
El "palo de golf" del judío es su voz. Gran parte de lo que hacemos, lo hacemos con la voz:
el rezo, el estudio de la Torá, las bendiciones.
Como dijo Itzjak cuando palpó los brazos de Yaakov cubiertos de
pieles de cabra: "La voz es la voz de Yaakov, y las manos son las manos de
Esav" (Bereshit 26:22). La voz le fue dada a Yaakov. Y las manos, a Esav. El poder interno que
emana del corazón, es la voz. La mano es el dominio de Esav.
En nuestros días, es Esav el que envía hombres a la luna, el que
construye ciudades de vidrio y acero que arañan el cielo, el que se sumerge en
las profundidades del océano. Esav sabe muy bien cómo usar las
manos. Y si bien Yaakov también puede competir con Esav en estos campos,
en realidad no está jugando con su palo "ideal".
Cuando Moshé golpeó la roca en vez de hablarle, estaba enviando un mensaje que
contradecía la esencia fundamental del pueblo judío. Es como si hubiera dicho: "La voz
no es adecuada. Hay que usar las armas de Esav, las manos de Esav".
El poder del pueblo judío no está en los brazos. Está en la voz.
La voz que se eleva en una plegaria. La voz de la hermandad. La voz de la que resuena en las salas
de estudio. Ese es el único "palo" que hace falta...
"vaca roja pura..." (Bamidbar 19:2)
A nosotros nos cuesta imaginar, pero no hace mucho tiempo, había personas
de apariencia normal que demostraban poseer poderes extraordinarios. Existen, literalmente, cientos y
cientos de historias acerca de judíos, en la época de la Segunda Guerra Mundial,
que arriesgaron y renunciaron a sus vidas, antes que transgredir el más minúsculo precepto
de la Torá. Una de esas almas santas fue Rabí Shmuel David Ungar, líder
espiritual de Nitra. Rabí Ungar tenía fama de persona santa y de gran maestro,
fama que iba más allá de su nativa Eslovaquia.
A comienzos de 1944, Rabí Ungar huyó a los bosques de las afueras de
Nitra para escapar la deportación de los fascistas. A pesar de que se estaba muriendo de hambre,
no hizo el más mínimo compromiso en su observancia de la
Ley Judía.
Con el paso de las semanas, se puso más y más débil. Un amigo consiguió
unas cuantas uvas (Solo Di-s sabe de dónde) y le rogó que las
comiera. Él contestó: "¿Cómo las voy a comer
ahora? Si las uso ahora, no voy a tener vino para hacer Kidush el viernes a la
noche. ¿Acaso un judío tiene derecho a disfrutar de un puñado de
uvas cuando no tiene vino para santificar el próximo Shabat?"
Cuando llegó el invierno, se empezó a deteriorar su salud. No obstante, siguió
pasando horas sumergido en el estudio de la Torá, a pesar de la pesada nieve y el
frió amargo.
Víctima del hambre y de la intempestad del clima, Rabí Ungar
dejó este mundo unas cuantas semanas antes de la caída del Tercer Reich.
Y un judío santo, helándose en el invierno eslovaco, al que la lógica
le dice que coma las uvas y después se preocupe del Shabat,
tiene el poder de ignorar los retorcijones de hambre en su estomago. ¿Para qué?
Para no perder la oportunidad de santificar el día de Shabat y a Aquél que
lo creó.
(Maianá shel Torá: El espíritu inquebrantable)
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