Torá desde Jerusalem
Parashá Kedoshim - Santos
Libro Vayikrá / Levítico (19:1 a 20:7)
“Diferentes seréis, pues diferente
soy Yo!” (Vayikrá
19:1)
Con estas palabras comienza nuestra parashá, la obligación a todo el pueblo de Israel de ser Kedoshim (diferentes) pues Él es diferente.
Más de uno llega, en diferentes
momentos de la vida, a la acostumbrada pregunta: ¿hacia dónde debería dirigir
mi vida? Ya el Rey Shlomó en su
gran libro Kohelet advirtió que “aunque he sido rey sobre Israel en Jerusalem y
dediqué mi corazón a buscar e indagar por medio de la sabiduría sobre lo que
ocurre debajo de los cielos... he visto todas las obras que se hacen bajo el
sol y he aquí que todo es vanidad y correr tras el viento”.
Nuestros Sabios nos comentaron en
más de una oportunidad sobre el camino a buscar dentro de la selva natural en
la que nos encontramos y nos dijeron: Así como Él es Bondadoso se tú bondadoso;
así como Él es... compárate con Él.
¡Si, nuestros Sabios nos exigen compararnos con Él!. Qué grandeza la del ser humano que
puede compararse con el Creador.
De ser un pequeño animal al nacer, con apenas conciencia ni sabiduría,
envuelto solamente por instintos de supervivencia, el ser humano va
desarrollando sus sentidos sentimentales; de pronto no solamente que empieza a
reconocer a su madre sino a desarrollar una dependencia y cariño con ella, aún
predominan sus instintos pero vamos viendo los cambios, la educación y la
enseñanza le van ofreciendo los medios para desarrollar sus propiedades
verdaderas que lo diferencia de los demás y hasta de los otros seres
animales. De pronto el
agradecimiento, el respeto, la preocupación, la bondad, la piedad... no son
modales sino valores, los modales pueden cambiar los valores no.
El aprendizaje es una necesidad,
la educación es una obligación, la enseñanza es el medio la educación es la
finalidad, necesitamos enseñarles a nuestros hijos matemáticas, historia,
física, cálculo y aritmética, pero eso no lo va a convertir en un mejor hombre
el día de mañana, sino tal vez mejor preparado para ser un mejor mecánico o tal
vez ingeniero, pero solamente debemos esforzarnos en dirigirlo y enseñarle la
diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, y eso es lo que le permitirá
hacerse con valores en su vida.
A la típica pregunta: ¿Y quién ha
dicho qué es lo correcto? ¿Acaso
alguien es dueño de la verdad?
Dijeron Nuestros Sabios: ¡Compárate con Él!. Es tan sencillo, la lógica nos obliga a pensar que si el
aparato más corriente viene acompañado con un manual de instrucciones, la vida
de una persona que no es más compleja que un aparato, sino tan compleja que aún
no se encontró quien la entienda en verdad. El cerebro aún es un enigma en muchas de sus funciones, el
hígado una maravilla incomparable, el riñón un filtro perfecto... no puede ser
que no venga con un manual.
Obligatoriamente ese manual no
puede estar escrito por un sicólogo que generalmente ni se conoce asimismo, ni
por un filósofo que por definición no conoce a la persona, ni por un médico...
ni... ni..., sino solamente por Quien hizo al ser humano.
No perdamos el tiempo buscando
teorías hipotéticas, que no fueron demostradas, en pro de algo que puede ser
que no existió, sino busquemos lo que durante muchísimas generaciones fue
corroborado, estudiado, tratado, criticado y realizado por miles de personas
que en su gran mayoría demostraron ser, además, grandes ejemplos en otros
campos de la ciencia que corroboran la realidad de ser seres muy inteligentes y
preparados.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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