Torá desde Jerusalem
Parashá Ki Tisá - Cuentes
Libro Shemot / Éxodo (30:11 a 34:35)
Enfoques sobre la Parashá
"Los Hijos de Israel deberán observar el Shabat... a través de las generaciones" (Éxodo 31:16)
Después de que una persona deja este mundo, su alma experimenta un
estado de confusión. Si en sus
años de vida se sumergió en el mundo físico, aún después de la muerte su alma
sigue buscando los mismos placeres físicos.
Pero faltándole un cuerpo para experimentar esta dimensión, el alma
corre frenéticamente de un lugar del mundo a otro en una búsqueda vana por lo
físico. Sin embargo, si una
persona pasa su vida en una búsqueda por lo espiritual, y solo usa el mundo
físico para elevar su neshamá (alma), entonces, después de que se va de este
mundo físico, su alma reconoce al mundo venidero, que es completamente
espiritual, y corre a abrazarlo.
La frase "a través de las generaciones" en este versículo
puede ser traducido tambien como "como su lugar para morar". Cuando una persona cuida Shabat, se
"espiritualiza" a sí mismo, y al mismo tiempo, crea un lugar para
morar en el mundo venidero, `el mundo que es completamente Shabat'. Cuando se va al mundo venidero,
encuentra un lugar familiar para morar - Shabat será la casa para su alma.
(Or
Hajaim Hakadosh)
"Es (Shabat) una señal eterna entre los Hijos de Israel y Yo" (Éxodo 31:17)
En el negocio de un zapatero la puerta está cerrada al igual que todas
las ventanas; ni un poco de luz se puede ver en el interior. Realmente, uno podría pensar que el
zapatero se mudó a otra ciudad.
Solo la señal de arriba de la puerta - "Zapatero" - nos da una
clave para saber que el zapatero sigue en su negocio. Es así también con el Judío - por muy lejos que esté de la
fe de sus padres, y si todas las Mitzvot que deberían iluminar su hogar son como
ventanas oscuras, si todavía cumple Shabat, entonces hay una señal de que hay
vida Judía en el interior; que la luz del “Idishkait” no se ha propagado
completamente. Pero cuando la
señal -"Shabat" - desaparece, es como si el zapatero hubiese dejado
la ciudad para siempre.
(Jafetz Jaim)
"Aharón les dijo `Saquen los aros de oro que están en las orejas de sus esposas, hijos e hijas y tráiganlos a mí'" (Éxodo 32:2)
La parte de Aharón en el incidente del becerro de oro es difícil de
entender. No puede ser que
deliberadamente él incitó a la gente a hacer un ídolo para adorar. En realidad su intención fue lo
contrario: la voluntad de una persona es representada por su corazón. Y el corazón se expresa a través del "bolsillo". Al juntar el oro de todo Israel, y
hacerlo una sola unidad, Aharón estaba tratando de crear un símbolo tangible de
la unidad de la voluntad del Pueblo Judío: el oro sería derretido en el fuego,
y el fuego iría a remover las impurezas de la tendencia latente a adorar
ídolos. Lo que quedaría sería puro
y unificado, un símbolo de la Unidad de Israel y Di-s. Sin embargo, la multitud que se mezcló
cuando el Pueblo Judío salió de Egipto, cuyas intenciones eran verdaderamente
idólatras, introdujeron el poder de impureza espiritual en el oro. Israel fue atraído por esto, y como
resultado surgió el becerro de oro.
(Admor Rabí
Shmuel meSokajov)
"Y el séptimo día será día de descanso, dedicado al Eterno" (Éxodo 31:15)
Existen dos clases de descanso.
La primera clase de descanso es el descanso del cansancio, la
oportunidad de recargar las pilas, para poder seguir trabajando. Porque no hay nadie que pueda trabajar
indefinidamente. Todo el mundo
necesita hacer una pausa. El
segundo tipo de descanso es el que llega al final del proyecto. La última pincelada. La última frase de la novela.
El último ladrillo en la construcción de la casa. Uno siente la satisfacción de haber
completado su proyecto.
Listo. Tiempo de descansar
y disfrutar del fruto del trabajo.
"Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo". ¿Cómo se puede hacer todo el trabajo en
seis días? La Torá nos enseña que,
con el arribo del Shabat, aunque estemos en mitad del camino con nuestro
proyecto, debemos actuar como si ya lo hubiéramos acabado por completo. En otras palabras, en el Shabat debemos
sentir que disfrutamos de esa sensación de descanso y satisfacción que llega
después de un trabajo bien hecho, y no como una simple pausa. En cierto sentido, eso fue lo que hizo
Hashem cuando el mundo tenia solamente seis días de vida. Contempló la Creación y advirtió que estaba
lista, que el mayor proyecto de construcción que jamás se realizo, la Creación
de los Cielos y la Tierra, habia llegado a su fin. Cuando descansamos en Shabat estamos conmemorando aquel
primer descanso.
Esa es la diferencia sustancial que existe entre nuestro Shabat y la
idea secular de "día de descanso". Para el mundo no religioso, el día de descanso no es más que
una pausa, para poder luego retornar a la semana de trabajo revitalizados y descansados. Es solamente una pausa. Por el contrario, nuestro Shabat es
crear la sensación de que todos los proyectos de nuestra vida se han
completado. No queda nada por
hacer, excepto reclinarse y disfrutar de los frutos de nuestra labor.
(Rabí Shlomó Yosef Zevin en Le Torá U Le Moadim)
"Esculpe dos tablas de piedra" (Éxodo 34:1)
Había una vez un viajero que quería visitar un país remoto y exótico,
situado en la cumbre de una montaña altísima. Aquel país tenía fama de no aceptar turistas por ningún
motivo. De modo que, cuando
nuestro viajero recibió su visa de turista, se sorprendió muchísimo. No obstante, a pesar de su asombro,
estaba convencido de que lo detendrían en la frontera y le negarían la entrada
al país. Este hombre habia tomado
la firme decisión de conocer esta república, por lo que alistó los servicios de
un "agente especial", un tal Sr. Shaker, que tenía contactos con las
altas esferas del gobierno local.
Shaker podía abrir todas las "puertas cerradas". Y todo esto tenía un precio. Se depositó una abultada suma en la
cuenta corriente del banco. Y
entonces le llegó el mensaje.
Perfecto. Un funcionario lo
recibiría en el aeropuerto, y lo conduciría a través de la aduana y las
formalidades inmigratorias. No
necesitaba llevar nada consigo. Ni
siquiera su visa. Lo reconocerían
de inmediato, y lo harían pasar por el aeropuerto en un santiamén.
A su arribo, nuestro viajero bajó del avión y se presentó frente al
empleado de inmigraciones.
"Visa, por favor", le pidió el empleado uniformado. "¿Perdón? No entendí...". "Su visa, por favor", repitió
el empleado, algo molesto. "Pero... ¿no me reconoce?" "Si me diera la visa, tal vez
podría reconocerlo", respondió el empleado con sarcasmo. "Pero... el Sr. Shaker
dijo...". "Mire", dijo el empleado, "No tengo idea de quien
sea ese Sr. Shaker, pero una cosa sé: Ud. no puede entrar al pais sin una visa
válida".
Tal vez esta historia nos ayude a entender por qué las primeras tablas
del pacto fueron confeccionadas por Hashem, mientras que las segundas fueron
confeccionadas por Moshé. El
pecado del becerro de oro no fue un caso de verdadera idolatría, sino que se
basó en una equivocación: pensaron que, como Hashem habia hecho las primeras
tablas, resultaba imposible descifrar su profundidad sin la ayuda de ciertos
poderes espirituales muy elevados. Fue por ese motivo que el pueblo había
erigido la imagen de un becerro, porque se trata de una de las criaturas
místicas que rodean el trono celestial.
El pueblo pensó que los poderes místicos del becerro los ayudarían a
trascender los límites del alcance humano, y a acercarse a Hashem y a
comprender Su Torá. Mientras Moshé
estuvo junto a ellos, confiaron en que él los acercaría a Hashem, y no trataron
de hallar otros medios. Pero
cuando pensaron que Moshé había muerto, buscaron otras formas de elevarse
espiritualmente.
La verdad es que cada judío posee su propio pasaporte a la
espiritualidad. Ese pasaporte se
llama "Torá". Y contiene
todas las visas necesarias para elevarnos de este mundo. No hacen falta agentes especiales ni
intermediarios. Con nuestra propia
capacidad humana somos capaces de lograr lo sublime.
Fue por eso que Hashem le mandó a Moshé que confeccionara el segundo
par de tablas: para demostrar que en su confección trabajaron manos humanas;
que nosotros, a través de nuestros esfuerzos, podemos obtener la ayuda de
Hashem para comprender todas las palabras de la Sagrada Tora, elevándonos a
alturas increíbles. Y por eso la Tora se llama "Torat Moshe", la Tora
de Moshe, pues le pertenece al hombre. Con la visa del esfuerzo humano, es posible
obtener acceso a sus regiones más remotas y esotéricas.
(Rabí
Moshe Feinstein)
(Moshé Le dijo a Hashem): "Muéstrame Tu
gloria"... (Hashem le dijo): "Verás mi espalda, pero Mi rostro no
puede ser visto". (Éxodo 33:18-23)
¿Alguna vez condujo su auto por una ruta desierta, en una noche
nublada, y apagó las luces?
¡No lo haga más de un segundo, porque es como conducir hacia la nada!
Es sorprendente como esos dos finos rayos de luz nos permiten conducir
por una tortuosa ruta desierta, hasta en las noches más oscuras.
Uno a veces se pregunta: "¿Por qué no harán las rutas
derechas?"
Este mundo es como la noche.
El Mundo Venidero es como el día.
A la noche uno ve solamente si enciende las luces, pero en ese caso la
visión se limita a lo que iluminan los faros. Es una visión local.
Sin embargo, de día, uno puede ver toda la escena.
A la luz del día se entiende por qué la ruta tiene tantas vueltas y
tantos giros; por qué a veces sube, y otras, baja. Por aquí una montaña, por allá un precipicio...
En este mundo, la persona ve a través de un vidrio. Percibe unos cuantos vistazos de la
realidad, meros flashes del modo en el que rige la Creación el Amo del
Universo.
El resto es noche.
Contando con solamente unos pocos capítulos de la historia mundial a
nuestra disposición, no se puede visualizar toda la existencia, de dónde viene
y hacia dónde va.
Por eso el mundo es como la noche.
En el Mundo Venidero, todo se vuelve claro como el día. La distancia nos proporciona
perspectiva y entendimiento. Somos
capaces de comprender las razones por las cuales Hashem hace lo que hace: por
qué el camino tenía que hacer esta curva, por qué tuvimos que girar hacia el
otro lado...
Eso es precisamente lo que le dijo Hashem a Moshé cuando dijo:
"Mi rostro no puede ser visto".
En este mundo no se puede ver el "rostro" de Hashem, vale
decir, el control directo que Hashem ejerce sobre el mundo; pero Su
"espalda" -las huellas
reveladoras en la nieve de la Historia-
sí se pueden ver, si tan solo vamos con los "faros"
encendidos...
(Rabí
Shimshon Rafael Hirsch; Rabí Eljanan Waserman, `Moser Derech' - Rabí Simcha Wasserman, Rabí Yaakov Niman, Rabí Meir
Chadash)
"Y las tablas son la obra de Di-s, y la escritura, la escritura de Di-s" (Éxodo 32:16)
La proxima vez que vayas a la sinagoga, fíjate en los Diez
Mandamientos que están encima del Arca.
Las partes superiores de las dos Tablas son de forma arqueada. ¿Por qué
los Diez Mandamientos tienen esa forma?
El Talmud describe las tablas como cubos. No hay una sola fuente clasica judia que describa las Tablas
en la forma con que las conocemos hoy en dia. ¿De dónde provino esta forma?
Y otra pregunta más: si los Hijos de Israel ya habían oído los Diez
Mandamientos, ¿para qué hacía falta que esos Mandamientos se inscribieran en
Tablas? ¿Acaso no bastaba con la
imponente experiencia de oir hablar a Hashem?
Cuando se inscribieron los Diez Mandamientos en las Tablas, también se
inscribieron en los corazones del pueblo judio, para la eternidad. Inscriptos en piedra. Inscriptos en la "tabla" del
corazón. La escritura era la escritura de Di-s, Quien los inscribio en forma
indeleble en el corazon del pueblo judio por toda la eternidad.
Fijemonos nuevamente en los Diez Mandamientos que hay sobre el
Arca. La forma arqueada simboliza
la forma del corazón, el corazón del pueblo judío, en la que se mantuvieron
inscriptos durante cerca de tres mil años.
(Sfat
Emet en Mayana Shel Torá, Rabí Moshe Shapiro)
"Cuando los Hijos de Israel vieron el rostro de
Moshé, que el rostro de Moshé se había vuelto radiante, Moshé se volvió a
colocar la máscara en el rostro, hasta que vino a hablar con Él" (Éxodo
34:33)
Moshé se puso una máscara para evitarle al pueblo judío el bochorno de
no poder mirarlo.
Antes del pecado del becerro de oro, la Torá dice: "la apariencia
de la gloria de Hashem era como un fuego que consumía ante los ojos de los
Hijos de Israel". Tras el
pecado del becerro de oro, ni siquiera podían mirar al profeta de Hashem,
Moshé. Tal es el poder del mal.
Al transgredir la voluntad de Hashem, estamos embarrando las ventanas
de nuestra alma, de modo que no puede entrar la luz. Nos tenemos que poner anteojos espirituales, porque nuestras
almas ya no son capaces de tolerar la luz.
(Rashi, Be'er Moshe)
Shabat Shalom.
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