Torá desde Jerusalem
Parashá Koraj - Coré
Libro Bamidbar / Números (16:1 a 28:32)
Comentario
sobre la Parashá
“Os arrogáis
demasiado...” (Bamidbar 16:3)
Dijo Rabí Elázar Hakapá en el Pérek: Tres cosas sacan a la persona de
este mundo: la envidia, el deseo y el honor, tres
cualidades humanas que mal controladas, pueden convertirse en su peor enemigo.
La envidia. Es una
de las condiciones humanas más criticadas por la Torá, hasta llegar a
especificar en los mandamientos: “No desearás la mujer de tu prójimo, no
desearás la casa de tu prójimo… La
envidia llega a tal nivel que distorsiona la verdad, como lo expresaron
nuestros Sabios: “Agua robada es mas dulce”. Aunque ambas proceden de la misma fuente, la envidia produce
un sabor diferente. La envidia, el
anhelo por las cosas del prójimo, fue considerada al mismo nivel que el asesinato
o el secuestro, ya que todos provienen de la misma fuente: niegan la Hasgalá
Divina en la que el Todopoderoso controla y dirige toda su Creación, por lo que
un reinado no puede apoderarse de otro, sino lo es por Su dictamen. Esa verdad por la que lo que no nos
pertenece no deberá ser nuestro, pues ese es Su deseo, llevará a la persona a
disfrutar de sus pertenencias, a lo que dijeron nuestros Sabios: “¿Quién es
rico?, quien es feliz con lo que tiene”.
El deseo. El
Todopoderoso incluyó en nuestra naturaleza el deseo o el placer como incentivo
para nuestras necesidades, sino fuese por hambre, ¿qué bebé se esforzaría en
mamar?, si no fuese por sed ¿cuántas veces nos olvidaríamos de beber? El defecto comenzó cuando el ser humano
sobrepuso el placer a la necesidad, como ser, los sabores trajeron la obesidad,
y así la imaginación se convirtió en el catalizador de los placeres.
Finaliza Moshé Rabenu las ultimas palabras de la Torá en la Parashá
Haazinu, luego de recordarnos todas las bondades que hará el Todopoderoso con
Su pueblo, advirtiendo a Yehoshúa sobre el comportamiento que tendrá el Pueblo
como respuesta, diciéndole: “Y se engrandecerá Yeshurún (el Pueblo de Israel) y
se revelará”. El defecto no se
encuentra en la combinación deseo-necesidad, sino en la falta de límites: Todo
lo creado, lo fue por la necesidad, pero debiendo considerarse el cuándo,
dónde, cuánto, con quién, cómo y demás limitaciones que hagan del placer el
catalizador de la necesidad.
El honor. Única
condición sobre la que nos advirtieron nuestros Sabios apartarnos de ella al
extremo: Sé muy, muy humilde, pues la esperanza de todo ser vivo es el
gusano. Así dijo Akavia Ben
Mejalalel: Pon atención en tres cosas y nunca errarás: De dónde vienes, a dónde
vas y delante de Quien darás cuenta.
La maravilla de la naturaleza es la razón para aceptar que es imposible
la no existencia de una causa de lo creado. El hombre buscó creer en la casualidad como religión para
liberarse de la responsabilidad, pero recordando la diferencia entre casualidad
y causalidad, que sólo cambian el orden de dos vocales, nos daremos cuenta de
cual fácil es el error, así como un traje sólo puede ser confeccionado por un
sastre, ninguna casualidad explicaría su confección, mucho más la maravilla de
la reproducción del ser mas ínfimo de la naturaleza nos demostraría lo mismo.
Kóraj Ben Yshar Ben Kehat Ben Levy, componente de una de las familias
más importantes del Pueblo de Israel, dentro de los levitas, había recibido las
obligaciones más importantes; incluso llegó a trascender en la historia de
nuestro pueblo como símbolo de riqueza, ¡rico como Kóraj!. En verdad no fue Kóraj el único hombre
que por sus sueños de grandeza y poder perdieron su vida. Rashi nos comenta hasta dónde llega la
influencia social y la vecindad, a lo que preguntaron nuestros Sabios, ¿qué
buscaban los 250 representantes de la tribu de Reubén, que se unieron a Kóraj
para criticar el nombramiento de Aharón como sumo sacerdote, qué beneficio
tendrían de dicha discusión, acaso no estaban de acuerdo que de ninguna manera
podían ser sacerdotes ya que pertenecían a la tribu de Levy?
Esa es la fuerza de la envidia que ciega a las personas y no les
permite ver la realidad de las cosas.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
|