Torá desde Jerusalem
Parashá Masé - Marchas
Libro Bamidbar / Números (33:1 a 36:13)
“Aparejaréis ciudades, ciudades de
refugio...” (Bamidbar 35:11)
Y habló... “Aparejaréis ciudades, ciudades de refugio para vosotros y
se refugiará allí todo el que mata por error”. Una parashá muy especial se abre delante nuestro cuando la
Torá nos obliga a construir seis ciudades de refugio después del reparto de la
tierra, tres del lado oriental del río Jordán y tres del otro lado, en la
tierra de Canaán. Nueve tribus y media
recibieron solamente tres ciudades de refugio, mientras que las otras dos
tribus y media, en el otro lado del río Jordán, recibieron el mismo número de
ciudades, a lo que comentaron nuestros Sabios que la distancia del Templo y de
la kedushá de la Tierra de Israel fueron la razón de la diferencia entre ambos
terrenos.
La Torá advierte al que mató por error que, deberá vivir en la ciudad
de refugio hasta la muerte del Sumo Sacerdote, a lo que comenta la Mishná, que
las madres de los Sumos Sacerdotes acostumbraban enviar todos los días, regalos
a los refugiados para que no pidieran por la muerte de sus hijos. ¿Cómo podemos entender que las madres
tenían que enviar regalos para que no pidieran por la muerte de sus hijos? ¿Acaso el Todopoderoso escucharía una
petición como esa? ¿Qué culpa
tenía el Sumo Sacerdote para ser la “causa” de la desgracia de estos
refugiados? Aquí la Torá da una
lección a los dirigentes y a todos nosotros, que no somos responsables
solamente de nuestros hechos, sino también de los que pudimos evitar y no lo
hicimos. El Sumo Sacerdote como
máxima instancia espiritual, tenía la obligación de educar y encaminar al
pueblo en su comportamiento.
Existen situaciones imposibles de evitar y que el causante está
totalmente liberado de toda responsabilidad de esos hechos, pero, por ejemplo,
el leñador que bajando el hacha no tomó precauciones para evitar que la cabeza
del hacha o una astilla salieran disparados por el efecto de la bajada del
mismo, o quien bajaba el rodillo de alisar los techos y no tomó prevención, o
el que bajaba las escaleras…, todos ejemplos donde el accidente puede ocurrir y
no se tomaron medidas lógicas de precaución, están mas cerca de la negligencia
que de lo inevitable.
¡Cuántos deberían ir a la ciudad de refugio!, cuando en una noche de
fuertes lluvias circulan dentro de una ciudad a excesiva velocidad y los frenos
no pueden evitar el accidente.
Un terremoto, casas derrumbadas, familias sin agua ni electricidad, el
mundo entero sigue con preocupación el desarrollo de los acontecimientos. Miles de soldados, fuerzas de rescates,
bomberos y perros buscadores unen fuerzas para salvar a ese único damnificado y
qué bueno que sea así, ya que nos enseñó la Torá: “El que salva un alma, es
como si salvara al mundo entero”.
La vida humana no tiene precio y no depende de números, pero ¿por qué no
somos iguales en los accidentes de tránsito? ¿Por qué no luchamos con el mismo empeño, no para salvar al
que ya se encuentra enterrado bajo los escombros que no pudimos evitar, sino
por algo mucho mejor, para evitar el accidente y no solamente para curar al
herido? Más aún cuando la gran
mayoría de los accidentes de tráfico pudieran ser evitados con un poco más de
esfuerzo y educación cívica.
¡Cuántos regalos tendría que mandar la madre del Sumo Sacerdote!. Pero no se preocupen el Sumo Sacerdote
de nuestros días tendría la excusa que todos conocemos: ¡Los accidentes ocurren
en todo el mundo!.
No está a nuestro alcance evitar los terremotos, apenas podemos paliar
en algo sus efectos, pero los accidentes de tránsito, así como muchos otros
casos de negligencia, a veces, hasta previstos de antemano por las
estadísticas, son de nuestra responsabilidad y debemos considerarlos como casi
intencionales. Las estadísticas
enseñan que muchos trabajos realizados en ciertas condiciones como ser los
efectuados por las noches como las grandes construcciones, tienen una
probabilidad de accidentes trágicos exageradamente mayores que los realizados
de día. ¿Cómo puede ser que las
autoridades los autorizan, por más importantes y necesarios que sean esos
proyectos?
La respuesta por lo visto no está en la necesidad, sino en el valor de
la vida. Mientras la vida sea un
concepto de estadística, un número o un caso interesante, no podremos exigir al
Sumo Sacerdote la responsabilidad de lo ocurrido, solamente cuando la vida sea
un valor por la que todos sintamos la obligación de luchar, podremos entender
el mensaje de nuestra parashá.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
www.mesilot.org yeshiva@mesilot.org