Torá desde Jerusalem
Parashá Mishpatim - Leyes
Libro Shemot / Éxodo (21:1 a 24:18)
“Y si
el siervo dijera...” (Shemot 21:5)
“Y si el
siervo dijera: Quiero a mi amo, a mi mujer y a mis hijos. No saldré libre”.
Con qué
cariño lo trató el amo para que pueda decir: amo... y compararlo con su esposa
y sus hijos, acaso ¿algo se puede comparar con el amor a los hijos?. Y mismo así dice la Torá: “Y lo
acercaras a la puerta o al umbral”.
Asimismo lo critica por no preferir la libertad a la servidumbre.
Este es el
mundo de los hechos, el siervo aunque trabaje veinte horas diarias no tiene
responsabilidades, mientras que su señor aunque físicamente no trabaje, la
responsabilidad lo hace el autor de los mismos.
En boca de
muchos se encuentra el dicho mal entendido de Torá ve Avodá, que lo quieren
traducir como Torá y trabajo, y se olvidan del verdadero sentido de Avodá:
Servicio del Santuario y hoy en día que no tenemos dicha posibilidad lo
reemplazamos con el rezo y el servicio del corazón. Cuando el carpintero hace una mesa de un tronco de madera,
él no crea nada, sino solamente transforma con mucho esfuerzo e imaginación un
pedazo de madera en una mesa, pero en verdad no hizo nada nuevo. Solamente en el mundo del pensamiento
podemos hablar de innovaciones verdaderas, la persona con su pensamiento crea
nuevos mundos, el trabajo verdadero no se encuentra en las manos. Hoy se encuentra solamente el esfuerzo,
el cambio, la moderación, la creación no se encuentra en la materia, así en el
lenguaje del Rey Salomón: “En Jadash Tajat Hashemesh”, “No hay nuevo debajo del
Sol”, o en la expresión de los conocedores de la física: La materia no se crea
ni se destruye sino solamente se transforma, la materia no se crea las ideas
sí.
El Talmud
en el tratado de Berajot comenta que en el momento en que la persona sale de
este mundo y aparece delante del Tribunal Celestial, se le pregunta: ¿Fijaste
tiempo para el estudio de la Torá?, ¿hiciste para tener hijos?, ¿fuiste
correcto en el trato con la gente?.
No se le pregunta si construyó el Concord, o la Torre Eiffel, o el
puente Golden Gates en California, o el nuevo rascacielos en Taipé, le
preguntan por Torá, hijos y corrección, ya que esos son los verdaderos hechos
de la persona.
Junto con
las leyes sociales más avanzadas que pudo soñar la civilización no solamente en
las épocas antiguas de nuestra historia sino mismo en las épocas más modernas
nos relata la Torá la abominación a las brujas y a las deformaciones sexuales,
siendo criticadas y condenadas a los niveles más severos. La actualidad de la Torá parecería terminar
en esos términos, a lo que hay que responder, ¡no y no! ¡Hoy se demuestra la realidad de la
Torá y lo absurdo de la suciedad donde vivimos! La Torá no se equivocó sino que como conocedora de las
tendencias humanas, criticó con energía lo que peligra a los valores sencillos
con los que la humanidad tiene que desarrollarse. Entre los defensores de dichas abominaciones escuchamos las
excusas: por qué criticar tendencias naturales, a lo que le preguntaría, acaso
¿la codicia, el orgullo, el placer y muchas tendencias naturales con las que
nace el niño no deben ser limitadas solamente por el hecho de ser
naturales? Ya dijeron nuestros
Sabios: Barati lo Ietzer Hará, Barati lo Torá Tablín, lo creé con tentaciones
pero le creé la Torá como remedio.
Dijeron nuestros
Sabios: Penei Hador Kepenei Hakeleb, los dirigentes de la sociedad se comparan
con el perro, que aparentan dirigir a su amo pero cuando llegan a un cruce
vuelcan la cara hacia el amo para ver que es lo que desea; aparentan dirigir
pero en verdad solamente continúan el camino que el pueblo quiere, no son
dirigentes, pues no saben dirigir sino ser dirigidos pues no saben el camino y
andan como el ciego en la oscuridad, que no solamente no ve el camino sino que
no tiene quien se lo indique, ya que se encuentran en la oscuridad.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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