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Torá desde Jerusalem



Parashá Mishpatim - Leyes
Libro Shemot / Éxodo (21:1 a 24:18)

Reflexiones sobre la Parashá


"Ojo por ojo..." (Éxodo 21:23)

Nuestros Sabios nos enseñan que cuando la Torá dice: "Ojo por ojo", significa que si una persona deja ciega a otra, tiene que pagarle una compensación financiera.  No significa que se lo castiga dejándolo ciego a él.

A eso apunta la Torá.  La traducción literal de la frase "Ojo por ojo" es "Ojo bajo ojo". ¿Por qué la Torá emplea tan inusual expresión?

En el alef-bet hebreo, las letras que siguen a las letras de la palabra "ain" (ojo) forman la palabra "kesef" (dinero).

En otras palabras, si tomamos las letras hebreas que están bajo la palabra "ojo", se obtiene "dinero".

Por eso, el "ojo" que esta bajo el "ojo" es el "dinero". La recompensa financiera es el ojo que está "debajo" del ojo.

(El Gaón de Vilna)



"Cuando un hombre robare..." (Éxodo 21:37)

Los judíos no son perfectos.  Pero su estadística delincuente es muy baja.  Y cuando los judíos cometen un delito, suelen hacerlo en secreto, no abiertamente.  El asalto es insignificante, estadísticamente hablando, entre los judíos, mientras que los delitos "profesionales" tales como el desfalco y el fraude fiscal ocurren con más frecuencia. ¿Por qué?

La Torá afirma que el ladrón que roba ocultándose "se vende en su robo", mientras que el ladrón que va a robar con desfachatez no se vende.  La esencia del pueblo judío es que no solamente son el Pueblo Eterno, sino que además son el Pueblo Interno.

Los judíos pertenecen al Mundo del Adentro, el mundo de la libertad.  Es por eso que debían ser redimidos de Egipto, pues, a un nivel místico, no forman parte del Mundo del Cautiverio, el Mundo del Afuera.

El ladrón que roba al descubierto ciertamente comete un delito, mas no usa ni distorsiona esa elevada y singular cualidad del pueblo judío.

Pero el que roba en secreto, engañando en sus impuestos, por ejemplo, está malversando esa elevada cualidad que constituye la esencia del pueblo judío: el Mundo de la Libertad, el Mundo del Adentro.

(Shem mi Shmuel)



"Si encuentras un buey de tu enemigo o su asno, vagando, se lo devolverás repetidamente" (Éxodo 23:4)

La espesura de la noche.  Reb Beryl, un judío jasídico, golpeó a la puerta de la posada.  El frio amargo le helaba los huesos.  No hubo respuesta.  Golpeó por segunda vez.  Después de lo que le pareció una eternidad, oyó el sonido del cerrojo que se abría.

Los ojos confusos del posadero contemplaron en la oscuridad.  Con la linterna en la mano, quiso ver quien era el que tocaba a la puerta a hora tan inoportuna.

"¿Tiene un cuarto?" preguntó Reb Beryl.

"Estamos llenos", dijo el posadero por toda respuesta.

"Pero seguramente tendrá algún lugar donde yo pueda dormir".

"Todos los cuartos están ocupados.  Llegó a la ciudad el circo.  No quedó ni una sola cama libre en toda la posada.  Lo único que se me ocurre es que comparta la cama con el payaso.  Usted decide.  Tómelo o déjelo".

"Lo tomo", dijo Reb Beryl.  "Y por favor, ¿me podría despertar antes de que amanezca?  Mañana tengo un viaje muy largo que hacer".

"¿También quiere que le lleve el desayuno a la cama?”

Reb Beryl se quedó en silencio.

"Bueno", dijo el posadero a regañadientes.

Reb Beryl se dirigió a su habitación, se desvistió, y colgó con cuidado su ropa en una percha, junto al traje del payaso.

A las cuatro y media, el posadero golpeó a su puerta.  Reb Beryl se despertó.  Con los ojos a medio abrir, salió a duras penas de la cama, se vistió y se dirigió hacia la primera luz del día.  Cerca de media hora más tarde, cuando ya hubo amanecido, Reb Beryl iba caminando por la calle principal del pueblo.  De pronto, un hombre lo señaló y estalló en una explosión de carcajadas. 

¿Qué tiene de gracioso?, pensó para sí mismo.  Cuando se cruzó con la persona siguiente, y luego con una tercera, y con una cuarta, y todos estallaron a carcajadas igual que el primero, se puso a pensar: 

"¿Qué pasa?  ¿En este pueblo están todos locos?

Justo en ese momento, pasó por un negocio con una enorme vidriera.  Y se vio reflejado en el vidrio. 

Helado ante lo que vieron sus ojos, se quedó contemplando su propio reflejo.

Frente a él, un judío con largos peiot y barba, vestido con un traje de raso rojo, con tres enormes pompones blancos en la parte delantera. Un traje de payaso.

"¡El tonto del posadero!" dijo Reb Beryl, "¡En lugar de despertarme a mi, despertó al payaso!"

Hoy en día, el Pueblo Judío sufre una crisis de identidad de incalculables proporciones.

¿Quiénes somos?  ¿Somos los hijos de Abraham, Yitzjak y Yaakov, los que recibieron la Torá, que nos compromete a un pacto eterno?  ¿O no somos nada más que una afiliación cuasi-étnica con carta blanca para redefinir el judaísmo como nos de la gana?

Lo único que nos preocupa es la Continuidad Judía. El problema es: ¿Qué es lo que estamos continuando? 

Hemos perdido la claridad de nuestros abuelos, y de sus antepasados, quienes sabían qué era el judaísmo. 

Y hasta cuando rechazaron el judaísmo, por lo menos tenían una idea de que era lo que estaban rechazando.

"Si encuentras un buey de tu enemigo o su asno, vagando, se lo devolverás repetidamente" 

Si la Torá demuestra tanto interés por el bienestar de la propiedad de una persona, ordenándonos que nos desviemos de nuestro propio camino para devolverle su animal, hasta cien veces si hace falta, cuanto más debemos preocuparnos por devolver una persona a sí misma.  Debemos hacer todo lo que podamos por llegar a nuestros hermanos y hermanas que tienen poca o no tienen ninguna idea de lo que significa ser judío, mostrándoles la belleza y la profundidad de la Torá.

La distancia más grande es cuando no hay sentido de la distancia.  Uno está más perdido que nunca cuando ni siquiera tiene idea de que está perdido, sin ningún deseo de regresar a su casa, porque cree que está en su casa.

Para aquellos de nosotros que podemos ser pastores, es una enorme Mitzvá servir de inspiración a la Comunidad judía, con un sentido genuino de autoconciencia y continuidad.  Porque detrás de la sonrisa pintada, se esconden las lagrimas del payaso... 

(Jafetz Jaim y Rabi Mendel Weinbaj)



"Y estos son los estatutos..." (Éxodo 23:9)

Es muy fácil distinguir al judaísmo de las otras religiones.  Los judíos no comen cerdo.  Llevan puestos "talitot" cuando rezan, etc. 

Pero cuando se trata de la justicia social, uno podría pensar que no hay gran diferencia entre el judaísmo y los otros sistemas de moralidad o religiones.  Sin embargo, puede ser que cometa un grave error.  Si bien el código de justicia social de la Torá, superficialmente hablando, es parecido a otros códigos, en realidad existe una enorme diferencia.  Y esa diferencia radica en una letra hebrea: la vav. (La letra vav al principio de una palabra significa la conjunción "y").

Rashi explica que la razón por la cual nuestra parashá se inicia con "Y estos...", en vez de solamente "Estos" es para conectar la parashá de esta semana con la de la semana pasada.  Así como las leyes que gobiernan la relación del hombre con Hashem provienen del Sinaí, las leyes de justicia social también se originaron en el Sinaí. 

En el judaísmo, hasta las leyes de justicia social son por mandato Divino del Sinaí. En el resto del mundo, se basan en la civilidad y el pragmatismo.  No hay sociedad que sea capaz de existir sin algún código de conducta aceptada, pero la diferencia entre la Torá y todos los demás sistemas legales es de un tono gigantesco, y fundamental.  Ninguna ley hecha por el hombre es capaz de soportar el ataque de los más bajos instintos del hombre.  En los momentos en que el hombre es puesto a prueba, las leyes "se van por la ventana".

En todas las épocas fluyeron ríos de sangre inocente, incluyendo la nuestra propia, a pesar de que "no mataras" es un dogma universalmente aceptado.

Para el judío, el imperativo esencial de la ley social no es moral, pragmático ni cultural.  No.  Es por la voluntad de Hashem, y tiene la misma validez que el precepto de no comer cerdo o de llevar puesto el talit.  Eso es lo que le da poder y durabilidad al código de justicia social de la Torá, incluso miles de años después de su institución.

(Rabí Shlomo Yosef Zevin)



"No provocaréis ni perseguiréis al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto" (Éxodo 22:20)

Todos los pendencieros son unos cobardes.  Cuando alguien piensa que no hay nadie que pueda impedir que él haga lo que se le antoje, se puede transformar en un tirano.  Pero si alguien viene con un palo en la mano, lo va a pensar dos veces.

Esa es la conexión existente entre este mandato de no oprimir al extranjero y el hecho de que los judíos fueron extranjeros en Egipto.

El Faraón se sintió libre de oprimir al pueblo judío debido a que pensaba que nadie los iba a defender.  Que no había Quien diera palos.  El rechazo a Hashem, negando que El protegiera al Pueblo Judío.

Del mismo modo, cuando alguien provoca a un extranjero o a un converso, está dejando implícito, tácitamente, que son "presa fácil", y que nadie se va a alzar a defenderlos.  Por eso, en cierto modo, está negando al Di-s que oye el clamor del converso, la viuda y el huérfano.

(Rambán)



"Y estos son los estatutos..." (Éxodo 21:1)

Deja vu.  Todos lo experimentamos alguna vez.  Alguien está hablando y uno sabe exactamente lo que está a punto de decir.  O estás a punto de entrar en una habitación y la visualizas exactamente como resulta ser.  No hay nadie que realmente entienda este fenómeno. Una teoría es que el cerebro experimenta una especie de corto-circuito.  La información que proviene de los sentidos (de la vista, los oídos), en vez de ser reconocida por el cerebro como información "viva", es re canalizada directamente a la memoria.  El resultado es que aunque uno piense que ya fue testigo de esta misma escena, en realidad uno la está viendo por primera vez.

"Y estos son los estatutos que colocarás ante ellos".

Rashi señala que la conjunción "y" nos indica que así como los preceptos supra lógicos tales como el kashrut o el shatnez fueron dados en el Sinaí, los preceptos "lógicos", tales como la prohibición de matar y de robar, con los que concuerda toda sociedad civilizada, también provienen del Sinaí. Uno podría pensar que los preceptos "lógicos" no tenían origen Divino, pues vemos que toda sociedad se subscribe a ellos. Por ese motivo, la Torá emplea la conjunción "y" para decirnos que no existe diferencia. Todas las mitzvot son la palabra de Di-s; tanto lo lógico como lo supra lógico.

En todo esto hay como una especie de deja vu. Las culturas civilizadas piensan que es nuestra propia lógica la que nos dicta las prohibiciones societarias en contra del robo y el asesinato. Estos conceptos nos resultan obvios. Pero la verdad es que estamos reviviendo un sentido implantado en nuestra psiquis por el Creador de la misma psiquis. Di-s no creo este mundo para que fuera un paisaje post-nuclear vacio y desolado, sin más que el sonido del viento resoplando a través de una tundra yerma. El creo el mundo para que fuera poblado, para que rebosara de vida.

La razón por la que estos preceptos nos parecen lógicos es porque conforman la base fundamental de la sociedad.  Sin dichos principios fundamentales, la sociedad desciende en forma instantánea al barbarismo y la anarquía.  Di-s creó dentro de nosotros la capacidad de reconocer esas leyes como sentido común, precisamente porque quería que la sociedad prosperase.

¡Qué grande es la mente del hombre, que, a pesar de estar encerrada en un mero marco mortal, es capaz de aspirar a la Torá de Di-s!  Y cuán importante es darnos cuenta de que todo a lo que puede aspirar el intelecto es solamente porque Di-s creó ese poder dentro de nosotros.

(Or Guedaliahu)



"Haremos y obedeceremos" (Éxodo 24:7)

El Midrash nos dice que antes de que el Pueblo Judío aceptase la Torá, Di-s se la ofreció a todas las demás naciones una por una  y ellas la rechazaron.  Se la ofreció a la nación de Esav. Esav preguntó que había en ella.  Di-s dijo: "No matarás".

"Nosotros vivimos por la espada", fue su respuesta. Di-s se la ofreció a Ishmael.  Ellos también preguntaron que había en ella.  "No cometerás adulterio".  Entonces Ishmael también la rechazó.  No guardaba congruencia con su estilo de vida.  Finalmente, Di-s se la ofreció al Pueblo Judío y ellos dijeron: "Haremos y obedeceremos".

En este Midrash hay algo muy difícil de comprender: todas las naciones que entonces rechazaron la Torá ahora cuentan con leyes que prohíben la matanza y el adulterio.  Si ellos mismos incorporaron estas leyes a sus sistemas legales, ¿por qué les costaba tanto aceptar la Torá?  Aparentemente, la Torá no les exigía más de lo que después ellos mismos aceptaron cumplir.

El Talmud nos dice que cuando avergonzamos a alguien, es como si lo hubiésemos matado.  La prueba reside en que la se le va la sangre del rostro.  También se nos enseña que el mirar al sexo opuesto es considerado un acto de indecencia.  Bajo la superficie de cada precepto, hay una sutileza y una profundidad que le exigen mucho a la persona.  La Torá no es solamente un sistema legal seco.  La Torá es el manual de la santidad.  Por eso las naciones no pudieron aceptarla.  Al darse cuenta de que la Torá connotaba infinitamente más que su apariencia superficial, la rechazaron de inmediato.

(Rabí Reuven Buckler en nombre de Rabí Yaakov Yitzjak Ruderman)



"La aparición de la gloria de Hashem era como un fuego que consume..." (Éxodo 24:17)

¿Cómo puedo saber si Di-s esta contento conmigo? ¿Como puedo saber si mi servicio del Creador esta en conformidad con Sus deseos?

A partir del versículo citado, podemos discernir una señal poderosísima del modo en que Di-s percibe nuestro servicio. Para demostrar si la "aparición de la gloria de Hashem" existe en nuestro servicio del Creador, debemos buscar un sentimiento de querer servir a Di-s "como un fuego que consume", con poderosísimo entusiasmo y profundo amor. Pues esto indica que Di-s acepta nuestro servicio. Como es el Cielo el que implanta en nosotros esas sensaciones, son señal cierta de que nuestro servicio es recibido con aceptación.

(Kedushat Levi)

Shabat Shalom.