Torá desde Jerusalem
Parashá Nasó - Levanta
Libro Bamidbar / Números (4:21 a 7:89)
Comentario
sobre la Parashá
“Y te
bendecirá el Eterno y te cuidará.
Iluminará el Eterno Su rostro a ti y se apiadará. Alce el Eterno Su rostro hacia ti y
ponga en ti paz” (Bamidbar 6:24/27)
Con estas palabras ordena el Todopoderoso a Aharón y a su descendencia
a mantener Su bendición sobre el pueblo de Israel, sobre lo que explicaron
nuestros Sabios que, la diferencia entre la bendición Divina y la humana es que
el humano busca el momento, pues pone mucho empeño en lo externo, así como con
un regalo, se preocupa por el envoltorio y, generalmente, no por su duración o
por lo trascendente del mismo, mientras que el Todopoderoso no solo asegura la
bendición sino también su cuidado.
“Y pondrán Mi nombre sobre los hijos de Israel y Yo los bendeciré”. La bendición verdadera, únicamente
proviene del Creador; los humanos, en su caso los Cohanim, solamente ponen Su
nombre, punto que debemos tener en considerar en todo momento ya que solo Él
puede cambiar el orden de la naturaleza y a los humanos nos queda la petición y
los hechos que demuestren nuestra creencia en su Hasgajá (control) de la
naturaleza y de todos los seres creados pues, como dijo el Talmud no hay quien
mueva un dedo en este mundo si no recibió permiso de los Cielos.
La famosa y antigua controversia entre lo determinado (que todo está
controlado por el Creador) y el libre albedrío, ya fue tratada por los
filósofos griegos que la compararon con el ejemplo de un pastor que estando en
lo alto del monte percibía los acontecimientos que ocurrían en la ladera del
monte, a lo que está claro el error de esa comparación pues, según el ejemplo
el pastor solo ve los acontecimientos después de ocurrido y no predispone los
hechos por ocurrir. Nuestros
Sabios por su parte nos aclararon el detalle más sencillo: ni el mover de un
dedo se puede realizar, si no se le permite desde los Cielos.
La inteligencia humana es incapaz de poder entender conceptos
metafísicos basados en leyes diferentes a las que conocemos en la física; pero
sí debemos saber que al igual que los cuerpos se rigen por sus leyes y la
piedra cae regida y definida por la ley de la gravedad, asimismo el mundo
espiritual se rige por una serie de leyes que el Creador fijó para su
comportamiento. Así, por ejemplo,
sería un absurdo dar a un niño la dirección de una farmacia, por la
irresponsabilidad de sus actos y la falta de conocimientos, tampoco es el uso
de la metafísica o lo que hoy en día vulgarmente se ha dado en llamar Kabalá,
en la que algunos que, sin entender el idioma creen comprender conceptos casi
inalcanzables.
Conceptos como Nazir o Sotá ¿son acaso entendidos fácilmente por la
persona sin conocimientos?. ¿Cómo
podríamos entender que el Dayán que estuvo presente en el proceso de juramento
y prueba, de una mujer sobre la que el marido tiene argumentos muy convincentes
por su incorrecto comportamiento matrimonial, a la que se la denomina
Sotá?. Ese Dayán (Juez), símbolo
de la corrección en su actuar y en la creencia sobre la verdad de la Torá,
luego de haber visto todo el proceso con los acontecimientos no naturales que
lo acompañaron, se ve obligado a apartarse de la sociedad y del vino por
treinta días. ¡No solo debe
apartarse de la sociedad y no beber vino ni sus derivados, sino que tras el
proceso tiene que traer un sacrificio de expiación!.
La influencia de los hechos que acontecen a nuestro alrededor, es
mucha más fuerte de lo que creemos; “los ojos ven y el corazón desea”, así
dijeron nuestros Sabios. Ese es el
camino de los placeres, donde la envoltura y los colores son más importantes
que el contenido. El hogar dejó de
ser la razón de la familia. Dijo
el Taná: “nunca llamé a mi casa, mi casa sino mi mujer, y nunca llamé a mi
mujer, mi mujer sino mi casa”. Más
que nunca y en la actualidad, debiera ser realidad el dicho de nuestros Sabios:
“La mayor educación de un niño, proviene de su casa”. La casa se convirtió en una estación de tren, entre unas
vacaciones y otra, o en el mejor de los casos en una posada para dormir, donde
cada inquilino tiene su cuarto con todas sus necesidades incluidas, “ para no
molestar al vecino”.
La calle se convirtió en una meta, dejó de ser el paso para
convertirse en la razón. Los
restaurantes, los centros comerciales, las distracciones, el Internet, los
cables, los casi infinitos medios de comunicación, los… etc. Ese sinfín de instrumentos que se
inventaron para facilitarnos la vida y poder tener más tiempo para con uno
mismo y para con los suyos, ha sido los causantes de que cada vez dispongamos
de menos tiempo.
La bendición de la Torá, a diferencia de las seudo bendiciones que la
tecnología nos ofrece, no solamente nos promete la bendición sino de
cuidárnosla que no se convierta en tropiezo. “Yebarejejá Hashem VeYishmereja”, “Te bendecirá Hashem y te
cuidará”.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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