Torá desde Jerusalem
Parashá Nitzavim - Presentes
Libro Devarim / Deuteronomio (29:9 a 30:20)
Enfoques sobre la Parashá
“No está en el cielo, para decir: Quién habrá
de subir por nosotros... Ni allende el mar está para decir: Quién habrá
de pasar por nosotros... en tu boca y en tu corazón, para cumplirla” (Devarim 30:12-14)
Una historia se cuenta en el "Tana deVei Eliahu" sobre un cazador
que le decía a Eliahu Hanavi que él no había sido favorecido con la
inteligencia necesaria para estudiar Torá. Eliahu le respondió: "¡Toma lino
e hílalo! ¡Teje redes, y atrapa un pez y un ave! ¡Seguro que los Cielos te dieron
inteligencia y conocimiento... para estudiar Torá! En otras palabras, no has salido de la
matriz de tu madre como un experimentado cazador, sino que la necesidad de ganar dinero fue el
maestro que te ayudó a desarrollar las técnicas de la caza. ¡Si hubiese sentido la misma
necesidad de aprender Torá, seguro que hubiese podido aprender Torá
tan bien como cazar!
(Ohel Torá en Mayaná Shel Torá)
“Pues la ordenanza está que Yo te ordeno a ti hoy - no está oculta de ti... no
está en los cielos... ni allende el mar... pues cercana a ti está en tu boca y
en tu corazón, para cumplirla” (Devarim 30:11-14)
¿Cómo es posible que algo tan cercano como
la boca y el corazón puedan alguna vez ser comparados con la lejanía
de los cielos o el mar? Para explicar esto
primero debemos recordar que el hombre consiste de dos elementos opuestos --cuerpo y
alma. Uno que pone su alma a cargo de su cuerpo
puede alcanzar un nivel más alto que los ángeles; pero uno que permite que su
cuerpo domine a su alma es comparado a un animal. Porque así como un animal no conoce
el sabor del discernimiento intelectual y sabiduría, sino que prefiere paja y heno,
así también una persona que centra su vida en lo físico encuentra a lo
espiritual sin sabor. El hombre es una amalgama de dos
elementos tan distintos como la tierra y los cielos.
Esto es lo que la Torá nos enseña aquí:
Cuando una persona da su espalda al mundo espiritual, ese mundo está extremadamente
distante de él -- literalmente "en los cielos". Sin embargo la Torá le está
diciendo aquí que realmente "está muy cercano a ti" si simplemente le dieras
dominio a lo espiritual sobre lo físico, "está en tu boca y en tu corazón
cumplirlo" -- verás el camino de la vida literalmente delante tuyo.
Estas palabras ilustran el enorme potencial del
Hombre. En un segundo él puede subir a
los cielos trayendo a su boca y corazón lo más lejano a él en el
mundo. En un abrir y cerrar de ojos, un pensamiento
puede transportarlo de languidecer en la sombra a estar bajo una gran luz. Seguramente "no
está oculta de ti"
(Adaptado de Or Ioel en Lekaj Tov)
“Y regresarán a
Hashem, Tu Di-s" (Devarim 30:2) Negro. Oscuridad total. De pronto un rayo de luz de una vela atraviesa
la sombra y la oscuridad se disuelve. Es como si la oscuridad nunca hubiera estado. Desapareció,
se desvaneció. Nada rige ahora más que la luz, y la oscuridad queda en la memoria
como un mal sueño vagamente recordado. Este es camino de la Teshuvá. Cuando regresamos a Hashem, somos como una creación
nueva, y todo nuestro pasado no es más que la vaga memoria de un mal sueño en
la iluminación de nuestro retorno... (Basado en Baal Shem Tov en Deguel Majane Efraim visto
en Iturei Torá) "Reúne a la congregación, los hombres,
las mujeres y los niños... de modo que ellos escuchen y aprendan..." (Devarim 31:12) Cada siete años, el Rey lee la Torá en presencia de
la nación entera. Esta es la Mitzvá de Hakhel. Aunque los niños no
entendían los que les era leído, los padres recibían recompensa por
traerlos. Esto nos revela un principio importante en la
educación de los niños. Aunque ellos hagan ruido y sean una
distracción para sus mayores, la experiencia para ellos es irremplazable;
pues ellos sienten, a través de osmosis, la importancia de la Torá. Aunque ellos
no puedan entender ni una palabra, han libado una lección vital: que la Torá
es la sangre viva del Pueblo Judío. Rabí Yaakov Kamenetzky z'l una vez visitó un
jardín de niños de una escuela de Torá. Al notar que todas las mezuzot
en las puertas estaban puestas en el tercio inferior del dintel de las puertas,
destacó: "Es una hermosa idea poner la mezuzá en un lugar en que
los niños puedan fácilmente alcanzarlas y besarlas, pero por favor
pónganlas en el lugar que corresponden, en el tercio superior del dintel, y
que los niños usen un taburete para alcanzar la mezuzá. De lo contrario
crecerán pensando que pueden poner la mezuzá donde quieran. Uno no
educa niños con falsedades". Esta historia sirve como parábola para toda nuestra
relación con la Torá. Debemos subir a la Torá, no bajar la Torá a nuestro nivel.
Donde sea que se haya intentado hacer el judaísmo "más fácil" el
resultado es que la gente viene a despreciar y rechazarla por completo. Puede ser que no seamos
más que niños espirituales, pero nunca creceremos hasta la madurez a menos que
alcancemos esa `mezuzá'. Y entonces, quizás, algún día, podremos
alcanzarlas nosotros mismos, sin la ayuda de taburetes. Pero si aprendemos que no tenemos
que hacer ningún esfuerzo para elevarnos hacia la Torá, cometeremos el error
de pensar que estamos a la altura de la Torá -que no necesitamos hacer ningún
esfuerzo para cambiar nosotros mismos positivamente y mejorarnos. Por ende quitaremos
la base de la Torá y no tendremos motivo para crecer. Nos sentaremos como pigmeos
contentos consigo mismos, convencidos que ya somos gigantes espirituales. (Basado en una historia de Rabí Zelig Pliskin) "Pues la cosa es muy cercana a tí; en tu boca y en tu corazón para hacerla." (Devarim30:15) Sentimiento. Habla. Acción. Este es el orden de las cosas. Primero viene el sentimiento -el corazón-
que luego es cristalizado en modo de habla -la boca. Entonces el habla se concretiza más,
vistiendo las ropas físicas de la acción física -hacer.
Esta es la secuencia normal de los eventos. ¿Por qué la Torá altera aquí el orden natural
de las cosas? ¿Por qué la boca -el habla- precede al corazón -el sentimiento- y
solo entonces viene a hacerlo -la acción-? Hay momentos en que no podemos apoyarnos en nuestros sentimientos
naturales para que nos lleven a hacer el servicio a Hashem de la manera correcta. Momentos en
que el corazón no necesariamente habla elocuentemente, cuando los sentimientos se
entumecen y estamos distantes de nosotros mismos y de nuestro Creador. Momentos en que podemos
estar confusos y carecemos de la voluntad de transformar un ligero sentimiento en habla, o mucho
menos el habla en acción. Es en esos momentos que debemos usar nuestras bocas para abrir
nuestros corazones, para llamar a Aquél que siempre escucha. A Aquél que abre
todos los corazones. Solo entonces seremos capaces de transformar la meditación del
corazón en el servicio activo al Amo del Mundo. (Basado en una idea escuchada de Rabí Mordejai Perlman) "No solamente contigo
sello este pacto... y con todo el que no
está aquí" (Devarim 29:13-14) Cuando el Pueblo Judío aceptó la Torá
en el Sinaí, la aceptaron no solamente
para sí mismos, sino también para todos sus descendientes, hasta el final
de los tiempos. Alguien puede preguntar: "¿Qué derecho
tenían a obligarme a mí a cumplir
la Torá? Si ellos la querían cumplir, muy bien, que la cumplan.
"Pero ¿por qué la tengo que cumplir YO?" Fijémonos en un árbol pequeño que
todavía no sacó ramas. Todas las ramas que van a crecer con el tiempo
serán parte del propio árbol. Las ramas no pueden separarse del árbol.
Si no fuera por el árbol no habría ramas, y aunque las ramas todavía
no hayan salido, son parte del árbol. Lo mismo con cada judío: él es una rama del
árbol que es el Pueblo Judío. Todos estamos obligados a cumplir con la Torá,
porque nuestro potencial de existencia ya estaba arraigado en nuestros antepasados. Y al
aceptar nuestros antepasados la Torá, es como si la hubiésemos aceptado nosotros.
Además, existe un concepto místico, según el cual cada alma judía que
hubo o habrá de existir "estuvo" en el Sinaí en forma incorpórea y
acepto la Torá. Por eso, en realidad, cada uno de nosotros estuvo allí. (Ohel Yoel) "Pues este precepto que te ordeno hoy, no te está oculto...
no está en el Cielo... ni está por encima del mar... pues está muy cerca de ti,
en tu boca y en tu corazón, para hacerlo" (Devarim 30:11-14) La Torá nos dice que este precepto no está por encima
del mar; está en nuestra boca y nuestro corazón, para cumplirlo. En otras palabras,
uno podría pensar que está encima del mar... ¿Cómo es posible que algo tan cercano como la boca y
el corazón puedan confundirse con algo tan lejano como el cielo o como el mar? El hombre consiste de dos elementos contrapuestos: el
cuerpo y el alma. Si ponemos nuestra neshamá, nuestra alma, a cargo del cuerpo, podremos alcanzar
un nivel más grande que el de los ángeles. Pero si dejamos que el cuerpo domine
nuestro lado espiritual, entonces seremos como animales. Porque así como el animal no sabe
lo que es la sabiduría y el discernimiento, y prefiere la paja y el forraje, la persona
que se centra en lo físico no le siente sabor a lo espiritual. Es así como el hombre
es una amalgama de dos elementos tan dispares como el cielo y la tierra. Eso es lo que nos enseña aquí la Torá: Cuando
una persona le da la espalda al enorme valor que posee el mundo
espiritual, ese mundo se aleja de él en extremo, y, para él, se encuentra
literalmente "en el cielo". Pero la Torá le dice que, en realidad,
"está muy cerca de ti", si tan solo permites
que lo espiritual domine a lo físico, entonces "esta en tu boca y tu corazón
para hacerlo". Estas palabras expresan el enorme potencial con que cuenta el hombre.
En un segundo, puede elevarse a niveles exaltadísimos, al traer a la Torá a
su
boca y a su corazón, al acercar a él lo más alejado del mundo:
en una fracción de segundo un solo pensamiento puede transportarlo de la
sombra más lúgubre a la luz más resplandeciente, elevándolo a
alturas insospechadas. "No te está oculta". (Mayaná shel Torá) Shabat Shalom.
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