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Torá desde Jerusalem



Parashá Reé - Mira

Libro Devarim / Deuteronomio (11:26 a 16:17)

Enfoques sobre la Parashá


"Mira: Yo pongo ante vosotros el día de hoy: bendición y maldición" (Devarim 11:26)

Cuando uno escucha a un Rabino exhortando a su rebaño para que lleven una vida más espiritual y rechacen los lujos, este pensamiento puede cruzar la mente de uno: "¿Qué sabe él sobre lujos para decirme que una vida espiritual es mucho mejor?  ¡Quizás si él tuviera un Rolls Royce, no rechazaría tan rápido al materialismo!"  Esto es lo que Moshé insinúa aquí: “¡Mira!  ¡Mírenme! Yo fui un príncipe en Egipto; yo soy una de las personas más ricas en el mundo; yo sé lo que es la riqueza material.  Por otro lado, yo he ascendido a reinados espirituales que otros mortales no han alcanzado.  Yo estuve 120 días hablando con Di-s "cara a cara". Como resultado yo llevo puesto un velo sobre mi cara en todo momento excepto cuando enseño Torá, porque mi cara irradia una luz que ustedes no pueden mirar. ¡Mírenme  Yo conozco los dos mundos y les estoy diciendo: Elijan el camino espiritual!"

(Adaptado de Or Hajaim haKadosh)



"Diezmar habrás de diezmar todo el producto de tu sementera: lo que sale del campo de año en año" (Devarim14:22)

En los años primero, segundo, cuarto y quinto de los siete años del ciclo de shemitá, los judíos que vivían en Eretz Israel tenían que separar un decimo de la cosecha y llevarla a Jerusalem para comerla.  En el año tercero y en el año sexto del ciclo, el diezmo era dado a los pobres.  Uno puede preguntar: "¿Por qué no se les pedía a los dueños de las tierras primero compartir con los pobres y luego disfrutar de sus productos en Jerusalem?"

El Rambam escribe que uno debe dar Tzedaká (caridad) con alegría y que dar de mala manera anula la Mitzvá.  No es suficiente hacer "jésed" (bondad), uno debe amar el "jésed".  Más que otra Mitzvá positiva, escribe el Rambam, tzedaká es una señal de la esencia del judío.  Al ordenarnos traer un decimo de nuestra cosecha a Jerusalem para disfrutarla allí,  Di-s nos enseñó dos lecciones vitales: Una: que nuestras posesiones materiales son un regalo de Di-s y Él puede decirnos cómo usar ese regalo.  Dos: usar riqueza material en la manera prescripta por Di-s genera sentimientos de alegría y santidad.  Una vez que internalizamos estas lecciones en los primeros dos años del ciclo, podemos ofrecer ese regalo a los pobres en el tercer año con un verdadero amor de Jésed.

(Rabí Zev Leff)



"¡Ved! Hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición" (Devarim11:26)

Nuestros Sabios nos enseñan que el individuo todo el tiempo debe imaginar que todo el mundo se encuentra en un estado de equilibrio perfecto: medio meritorio y medio culpable. Debe pensar que si él hace una sola Mitzvá, inclinará la balanza hacia el lado del mérito, pero si hace una sola averá (transgresión), inclinará la balanza hacia el lado negativo... (Kidushin 40).  En consecuencia, la Torá le dice a cada individuo "¡Ve! Con cada acción que realices... “hoy pongo delante de ti una bendición y una maldición”: tú eres el que tiene el poder de inclinar la balanza en una u otra dirección...

(Torat Moshé)


"¡Ved! Hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición" (Devarim 11:26)

La riqueza y la pobreza no siempre tienen el mismo efecto sobre la persona.

Están aquellos a los que la riqueza los influye para bien, y con la bendición de su riqueza pueden alcanzar una valoración más grande de Hashem. Pero que, de haber sido pobres, hubieran estado tan ocupados buscando algo que comer, que se hubieran olvidado de su Creador. Eso fue lo que ocurrió en Egipto, donde los israelitas estaban tan exhaustos por los duros trabajos que debían realizar, que no escucharon a Moshé. Por el otro lado, están aquellos a quienes la riqueza los aleja del sendero de la rectitud, como vemos con tanta frecuencia en nuestra historia, cuando el pueblo judío prosperó tanto que se olvidó de Quien les dio todo lo que tienen. Sin embargo, cuando la persona es pobre y sin recursos, Hashem no ignora sus súplicas.  Eso es lo que dice el versículo: "¡Ved! Hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición": y no creas que la riqueza es la bendición y la pobreza es la maldición. Todo depende del modo en que el individuo maneja su riqueza o su pobreza. Y tanto si es rico como si es pobre, si dirige su interés a la Tora y las mitzvot, entonces cualquiera sea su posición en la vida, siempre recibirá una bendición.

(Le Tora U Moadim)


"Pues surgirá entre vosotros un profeta..." (Devarim 13:2)

En la Parashá de esta semana hay una extraña  advertencia acerca de una situación de la cual hoy  somos testigos. Vivimos en una era en la que muchos judíos son presa de los misioneros de otras religiones. La Torá nos advierte que hay tres formas de alejar al judío de su religión:

1) Puede ocurrir que el judío se ciegue ante una persona carismática, una celebridad, un personaje de fama o hasta un "gurú" de alguna secta oculta...  A través de la fuerza de su personalidad, esa persona puede hacer que los judíos se alejen del judaísmo. La Torá nos advierte en ese sentido, diciendo: "No  escuchéis las palabras de ese profeta" (Devarim13:4).

2) A veces, un hermano puede hacer que una persona se aleje de sus raíces judías: "El judaísmo no tiene nada que ofrecerte. Escucha: yo soy tu hermano; hazme caso. ¿Por qué no vienes a un retiro de fin de semana con el "Maestro"? Te prometo que vas a estar súper bien..." En contra de este tipo de ataques, la Torá nos dice: "Si tu hermano, o tu hijo o tu hija o (tu) mujer... o tu amigo que es como tu propia alma te incitaren secretamente, diciendo: 'Vamos a adorar los  dioses de otros... desde un confín de la tierra hasta el otro confín de la tierra... no accedas y no lo escuches..." (Devarim 13:7).

3) El tercer ataque es el que ejerce la presión externa: uno no quiere estar fuera de ritmo con la marcha de las masas. Las modas de las ideas son tan transitorias como las modas de la ropa. El devoto de las modas es presa de cualquier "ismo" nuevo que surja. Está a merced de la mente de la plebe. Con referencia a esta  forma de "lavado de cerebro", dice la Torá: "Hombres sin ley han surgido de vuestro medio, y han hecho que los habitantes de su ciudad se descarríen diciendo: 'Vayamos a adorar a los dioses de otros..." (Devarim 13:15).

(Avnei Ezel en Maiana shel Torá)


"¡Ve! Hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición" (Devarim 11:26)

Cuando uno oye cómo el rabino exhorta a la gente a que viva una vida más espiritual y desdeñe las "ollas de carne", uno se pone a pensar: "Y ¿qué sabe él de ollas de carne, como para decirme a mí que es mejor vivir una vida espiritual? Tal vez, si él tuviera un Rolls  Royce, no rechazaría tan rápido el materialismo..."

Si hubo alguien que sabía lo que eran las "ollas de  carne", ese era Moshé. Moshé creció con una "cuchara de oro" egipcia en la boca. Moshé era uno de los hombres más ricos del mundo; príncipe de Egipto. El sabía lo que era el materialismo. El sabía lo que era el lujo. Pero, por otro lado, el no alentó al pueblo judío a que abrazara la espiritualidad debido a que odiara el materialismo. Moshé sabía mejor que nadie lo que tiene para ofrecer el mundo espiritual. 

Había estado en el cielo tres veces, 120 días en total, ¡4 meses entre los ángeles! Moshé conocía ambas caras de la moneda, como no las conoció ninguna otra  persona, ni antes ni después que él. En hebreo, las primeras frases de la Parashá de esta semana se pueden leer: "Mira, yo coloco ante ti..." o "Mírame, yo coloco ante ti la bendición y la maldición". En otras palabras, lo que decía Moshé era: “Cuando tomes decisiones trascendentales, cuando  elijas tu camino, mírame: yo estuve en ambos lados, y yo te lo puedo asegurar: ¡elige el camino espiritual!".

(Kli Yakar)


"¡Ve!, Yo presento ante vosotros hoy una bendición y una maldición. La bendición: que obedezcáis los preceptos de Hashem, vuestro Di-s, que yo os ordeno hoy.  Y la maldición: si no obedecéis los preceptos de Hashem, vuestro Di-s, y os descarriáis del sendero... para ir tras los dioses de otros, que no conocisteis" (Devarim 11:26-28)

Al escuchar una sinfonía, el oído reúne muchos sonidos separados y los combina en uno solo. Si se escucha con cuidado, uno puede separar el sonido en sus distintos componentes. Los violines tocan una sola melodía; los instrumentos metálicos de viento, otra; los instrumentos de madera de viento, otra.

En realidad, la sinfonía, en tanto que un todo cohesivo, no es más que una reunión de sonidos. El que escucha debe llevar a cabo el montaje de los sonidos individuales y oír la sinfonía. Tal vez ese proceso sea inconsciente, pero, de cualquier manera, es activo.

Un cuadro es algo muy distinto. Al mirar un cuadro, nos encontramos con una realidad externa que no exige un montaje en la mente del que lo percibe. Es verdad que podemos centrarnos en los elementos individuales del cuadro, uno por uno, pero el cuadro existe como un todo independiente frente a nuestros ojos.

La diferencia entre ver y oír es que el oír exige un montaje de los elementos en la mente del receptor; el acto de oír se crea en la cabeza. El ver consiste en recibir una realidad absolutamente externa.

Pero no fue siempre así. Antes de que el primer hombre, Adam, cometiera el primer pecado, era capaz de percibir la realidad a través del sentido del oído del mismo modo que a través de la vista. Cuando se entregó la Torá en el Sinaí, la gente "vio las voces". La experiencia del Sinaí hizo volver al Pueblo Judío al nivel del Primer Hombre antes del pecado.

Ahora acércate a una radio y gira el dial. El oído se ve atacado por una sucesión de frases desconectadas en muchos idiomas mezcladas con ruidos de interferencia. Un paradigma del mundo en que hoy vivimos. Un mundo de fragmentación, de medias oraciones y de “nonsequiturs”. Vivimos en un mundo de cacofonía. Un mundo en el que muchas veces reclaman nuestra atención.

"La bendición: que obedezcáis los preceptos de Hashem”.

La bendición que nos promete la Torá llega cuando apagamos todos los ruidos de interferencia del mundo, cuando montamos en la mente las palabras que se pronunciaron en el Sinaí. La naturaleza del acto de oír es que debemos tomar las palabras de la Torá y montarlas nosotros mismos. "Shemá Israel" "Oye, oh Israel". Debemos tomar esas palabras tan preciadas y transformarlas en los sonidos que han de guiar nuestra vida. Esa es la verdadera bendición: sintonizar la Torá, escogiendo lo que es esencial para la vida, sin oír la interferencia de un mundo que se empeña en el materialismo y el egoísmo...

(Sfat Emet)

Shabat Shalom.