Torá desde Jerusalem
Parashá Shelaj Lejá - Envía
Libro Bamidbar / Números (13:1 a 15:41)
“Envía a
hombres para que exploren la tierra...” (Bamidbar
13:1)
Uno de los acontecimientos más criticados durante los cuarenta años de
estancia en el desierto, fue el comportamiento de los jefes de las tribus en su
visita a la tierra de Israel. La
Torá nos define la condición de los mismos: “Culam Anashim” todos ellos grandes
personalidades, no eran de los sencillos del pueblo sino todo lo contrario los
“elegidos” y, ¿cómo podemos entender su comportamiento?
Si nos preguntamos en qué se equivocaron, vemos en Rashi una
explicación: El orden de los relatos nos enseña la intención; quien desea
alabar, comienza con los defectos y termina relatando las propiedades y, quien
desea criticar comienza alabando y termina criticando, y la expresión “pero…”,
demuestra lo que desde un principio quería recalcar.
Los espías alabaron la condición de la Tierra de Israel, una tierra
que mana leche y miel, y éste es su fruto, con habitantes valientes y ciudades
de grandes construcciones amuralladas; pero un pueblo que ha visto cómo el Mar
Rojo se abrió a su paso, que vio sucumbir los egipcios en el mismo, que estuvo
presente en la entrega de la Torá en el Monte Sinai, que vio los relámpagos y
las maravillas, ¿cómo es posible que se asustaron de unas ciudades amuralladas
y de su gente de alta estatura?
Nuestros Sabios comentan que en verdad no fueron los peligros de la
conquista lo que les preocupó a los jefes de las tribus, sino el pensar que
entrar a la Tierra de Israel, los volvería a la realidad de la vida cotidiana,
el preocuparse por la manutención de sus familias, mientras que en los cuarenta
años del desierto, la nube Divina arrasaba con todos los peligros y
dificultades del camino, el pozo de Miriam los acompañaba y el maná caía todas
las mañanas alrededor del campamento y cada cual saboreaba el gusto que
prefería. Entonces, ¿para qué
entrar a la tierra de Israel, cuando ahora se encontraban casi en el paraíso?
No solamente lo material era ideal, sino también en lo espiritual
llegaron a alcanzar los niveles más alto.
Ya dijeron Nuestros Sabios: “Vio la esclava en el Mar Rojo lo que no
alcanzó a ver Ben Buzi (el profeta)”.
En cuarenta años solamente diez veces hubo manifestaciones incorrectas
por parte del pueblo contra Moshé, que si analizamos lo que criticaban, nos
damos cuenta que sus criticas eran muy humanas: agua, comida… y generalmente de
la minoría que se había apegado al pueblo de Israel por intereses. Acaso, ¿podríamos compararnos con
ellos?
La respuesta de la Torá a todo este comportamiento es una sola Mitzvá:
“Tarimu Terumá… Jalá...”. Las
Mitzvot forjan a la persona al camino de la Torá y así culmina la parashá con
el precepto de hacernos Tzitzit en las esquinas de nuestras vestimentas: “Y
será para vosotros por flecos, y los veréis y recordareis todos los
mandamientos y los haréis y no andaréis detrás de vuestros corazones y detrás
de vuestros ojos, que vosotros erráis detrás de ellos”. Nuestros ojos son nuestros espías, y
así como los espías de la tierra hicieron revelar al pueblo en contra del
Todopoderoso, así generalmente nos hacen nuestros ojos, como los espías fueron
los elegidos del pueblo los ojos son los “elegidos” de entre los miembros del
ser humano, al punto que el Talmud discute sobre la responsabilidad de un ciego
y de su obligación. Dijo Rabí
Yosi: Haré una fiesta a todo el que diga que el ciego está libre del
cumplimiento de los preceptos, pues si los ojos no ven, el corazón no desea, si
no hay tentaciones, no hay posibilidad de pecar. El error se encuentra solamente en el que tiene la
posibilidad de elegir, así dijo el Talmud en el tratado de Shabat con respecto
a los Mandamientos sobre los que está escrito en la Torá: “Y los Mandamientos
están grabados “Jarut” sobre las tablas”.
Debido que la Torá no tiene vocales, lo que permite leer la escritura de
diferentes maneras según la tradición, dijeron Nuestros Sabios no leas grabadas
“Jarut”, sino libres “Jerut” pues no hay libertad sino para el que la
conoce.
La falta de conocimiento convierte a la persona en esclavo de su
ignorancia. Aunque el pensar
popular considera al creyente como pobre esclavo de sus creencias, la Torá que
está basada en el conocimiento que lleva a la creencia, considera la verdadera
creencia como resultado de su conocimiento. No hay persona libre sino quien se dedica al estudio.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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