Torá desde Jerusalem
Parashá Vaerá - Y me aparecí
Libro Shemot / Éxodo (6:2 a 9:35)
“Yo soy el Eterno...” (Shemot 6:2)
Y hablo Hashem a Moshé y le dijo: “Yo soy el Eterno; y me aparecí a
Abraham, a Itzjak y a Yaacob como el Omnipotente y mi nombre, el Eterno,
Hashem, no les revele. Además
pacté con ellos la entrega de la tierra de Canaán donde habitaban y también
escuché el llanto de los hijos de Israel que los egipcios tienen esclavizados y
recordé Mi pacto”.
¿Qué quiso Hashem significarle a Moshé, cuando le indica la diferencia
de los nombres con los que Se aparece, y por qué le recuerda el pacto con
nuestros Padres?, pero no olvida que el grito del pueblo le hizo “recordar” el
pacto.
Maasé Avot Simán la Banim.
Los acontecimientos y hechos que ocurrieron a nuestros antepasados son
una gran enseñanza para nosotros.
De lo dicho a Moshé, Hashem nos enseña la razón de toda la existencia y
la fuente de todos los hechos: “Yo soy el Eterno”, todo lo que acontece está
dictaminado y causado desde la Voluntad Divina, con una meta: “Para que sepan
que Yo soy Hashem...”. ¡No nos
pide la Torá creer en Hashem, sino que sepamos!. La idea de que la creencia no esta basada en el
conocimiento, es falsa, que cualquier duda la pone en cuestión. Mientras que ante la creencia basada en
el conocimiento, todas las dudas que puedan aparecer solamente incentivan a
indagar y responder sobre esas dudas.
“Y así habló Moshé a los hijos de Israel... y no escuchaban a Moshé por
la intransigencia y el duro trabajo”. Para escuchar, hacen falta dos condiciones: querer
aceptar la idea del prójimo y la tranquilidad física. Esta última condición la conocía muy bien el Faraón, cuando
tras la primer visita de Moshé y Aharón para exigirle la salida del pueblo de
Israel, les critica y dice: “... porque Moshé y Aharón molestan al pueblo en
sus trabajos, ¡vayan a sus obligaciones!...”. Y obligó el Faraón en aquel día a los opresores del pueblo y
a los guardias y les dijo: ¡No entreguen más paja al pueblo para la fabricación
de los ladrillos... pues vagos son, por eso dicen vayamos y sirvamos a
Hashem!”.
El Faraón sabía que el peor enemigo del pensamiento era la ocupación, el
trabajo, la preocupación, hechos que enturbian al pensamiento y no permiten su
examen. La era moderna, la
industrialización, la tecnología, soñaron con el hombre “sapiens” dedicado al
pensamiento, apartado de todo esfuerzo físico. Los sueños de Nóbel en que los mineros no tuvieran golpear
más las duras rocas de las minas, o el sueño de Oppenheimer en la fuente de la
energía. ¡Todo hacía pensar que en
el año 2000 comenzaría la época mesiánica, la robótica desplazaría a los
obreros, las computadoras a la burocracia, la democracia y la libertad a los
regímenes totalitarios... y el hombre llegaría por fin a su sueño!.
Sin embargo, nos encontramos algunos años después de esa fecha tan
esperada, y nos sentimos más apartados que nunca: Terrorismo sofisticado,
guerras electrónicas, nuevas clases de esclavitud...
Dijimos ¿nuevas clases de esclavitud? ¡Sí!. La
esclavitud en Egipto, que en un principio permitía pensar que no había algo más
humano que esa esclavitud, que tenía subyugada a más de la mitad de la
humanidad en condiciones ínfimas de trabajo de diez horas diarias por un plato
de comida, ¡era el espejo de una triste realidad!.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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