Torá desde Jerusalem
Parashá Vayakhel - Y reunió
Libro Shemot / Éxodo (35:1 a 38:20)
Reflexiones sobre la Parashá
"Y todo hombre cuyo corazón estaba inspirado" (Éxodo 35:21)
Imagínate llegando a una impecable planta de
computadoras de alta tecnología y ofreciendo tus servicios como constructor de
chips de computación.
Cada chip tiene apenas unos pocos milímetros de
superficie pero contiene millones de transistores y es capaz de hacer millones
de cálculos en los pocos segundos que te lleva decir: "Vengo en busca de
trabajo".
Ellos te dicen: "Muy bien. ¿Qué experiencia
tiene?"
Tu dices: "Ninguna. Pero en el fondo de mi corazón yo sé que
puedo construir todos los chips que necesiten".
"Aja... bueno, mire, acá dando vuelta a la
calle hay una fabrica de alimentos. ¿Por
qué no prueba suerte allí? Me parece que
le va a ir mejor si fríe los "chips" de ellos, en vez de los
nuestros..."
Al irse de Egipto, los Hijos de Israel habían sido
esclavos en aquella tierra durante 210 años.
Las únicas habilidades que habían desarrollado en aquellos años de
aprendizaje eran mezclar mortero y cargar piedras. No precisamente el terreno de estudio más
ideal para el grado extremadamente elevado de artesanía que hacía falta para la
construcción del Mishkán.
¿De dónde aprendieron a ser carpinteros, bordadores,
herreros, escultores y tejedores?
Y asi y todo, fueron a ver a Moshé y le dijeron:
"Lo que mi amo ordene, lo haremos".
Y lo hicieron.
El Mishkán estaba a cargo de la complejísima función
de unir el Cielo con la Tierra. Pero por
ser un edificio espiritual, lo único que necesitaba era el deseo de sus
constructores de unirse a Hashem, y entonces Hashem, por asi decirlo, completó
el resto de sus "curriculum vitae".
Cuando se trata de servir a Hashem, de ser buenos
judíos y buenas personas, debemos recordar que no hace falta experiencia
previa. Lo único que se necesita es un
corazón inspirado.
"Los querubines... con sus rostros el uno hacia el otro" (Éxodo 37:9)
El Mishkán y, más tarde, el Beit ha Mikdash,
representaron el "casamiento" del pueblo judío con Hashem. Los querubines que estaban tallados en la
parte superior de la cubierta del Arca Sagrada eran como un barómetro que
mostraba el estado de ese matrimonio.
Si habia Shalom bait, "armonía marital",
entre el Creador y Su pueblo, los querubines tenían los rostros enfrentados;
pero cuando el pueblo judío se descarriaba y Le era infiel a Hashem, los
rostros de los querubines miraban en direcciones opuestas.
La Mishná en Avot nos dice que en Yom Kipur, cuando
todo el mundo estaba parado en el patio del Beit ha Mikdash, no cabía un
alfiler. Nadie se podía mover. Pero cuando llegaba el momento de postrarse
en el rezo, habia lugar de sobra.
Lo mismo ocurre con el casamiento de un hombre y una
mujer: Si la persona "se para", se para sobre su dignidad, si se para
únicamente para sí mismo, si se para con orgullo y la cabeza en alto, entonces
el matrimonio puede comprimirnos. Uno no
se puede ni mover.
Pero si la persona se agacha, rebajando sus
intereses personales en pos de los de su cónyuge, entonces hay lugar de sobra
para todos.
"...diez cortinas de lino, entrelazadas con lana turquesa, púrpura y carmesí..." (Éxodo 36:8)
¿Por qué a veces la Torá nos parece tan repetitiva?
En la parashá de esta semana, la Torá repite la
detallada descripción del Mishkán y de sus accesorios que ya había hecho en la
Parashat Terumá.
¿Para qué la repetición?
El Maguid de Dubno era famoso por sus mashalim
(parábolas), que siempre daban en el blanco.
Con una narración era capaz de ilustrar un concepto de Torá, iluminando
los ojos y las mentes de todos los oyentes.
Una vez, el Gaón de Vilna le preguntó cómo hacía
para narrar parábolas tan maravillosas.
El Maguid le respondió con otro mashal.
Había una vez un príncipe que ansiaba enormemente
transformarse en un tirador experto. Un
día, mientras viajaba, llegó a una pequeña aldea. Allí se llevaba a cabo una competencia de
tiradores al blanco. El príncipe
advirtió que uno de los competidores tenía una precisión inigualable. Siempre
daba en el centro del blanco.
El príncipe le preguntó cómo era que siempre obtenía
tan buenos resultados. Y esto fue lo que
le respondió: "Pues bien: en primer lugar le apunto al árbol. Después, una vez que la flecha se clavó en el
árbol, voy corriendo y le pinto círculos alrededor".
Prosiguió el Maguid de Dubno: "Yo hago lo
mismo. Antes que nada, encuentro una
historia interesante; después busco un versículo relevante o un pensamiento de
Torá que se le adapte".
Algo asi fue lo que hizo Hashem cuando creó el
universo. Primero, "escribió"
el mashal, que es la Torá, y después, observándola, creó el mundo. La Torá es el anteproyecto del mundo. Pero más que el anteproyecto del arquitecto,
que no tiene vida, la Torá es la dínamo, la fuente de energía espiritual, que
hace que el mundo de vueltas.
La luz fluorescente consume unos pocos vatios,
mientras que el aire acondicionado necesita varios miles de vatios.
Del mismo modo, la "electricidad
espiritual" de un versículo de Torá solo bastó para proveer a todas las
criaturas del mar: “Que en las aguas proliferen seres vivos..." (1:20).
Sin embargo, el Mishkán, que era la "morada" de Hashem en este mundo,
necesitaba una "corriente espiritual" mucho más grande.
Por eso hacen falta tantos versículos de la Torá con
referencia al Mishkán. Cada versículo
que lo describe es como un vatio más de energía.
"Todo hombre que elevó una ofrenda de oro a Hashem" (Éxodo 35:22-24)
Al hablar de los regalos de oro para el Mishkán
(Santuario), la Torá emplea la expresión "todo hombre que elevó
(literalmente: sacudió) una ofrenda de oro a Hashem". Mientras que al referirse a los regalos de
plata del Mishkán, dice "todo hombre que separo una porción de
plata". Con respecto a esta disparidad, el Rambán comenta que los que
llevaron oro fueron muchos menos que los que llevaron plata. Cuando alguien traía oro, o bien lo sacudía
él mismo o los recolectores de los regalos del Mishkán, en alabanza a su
importante donación.
Cuando uno usa la tarjeta de oro para sustentar la
residencia de Hashem en este mundo, tiene algo de lo qué jactarse.
(Rambán,
Rabí Moshe Zauderer)
Shabat Shalom.
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