Torá desde Jerusalem
Parashá Vayetzé - Y salió
Libro Bereshit / Génesis (28:10 a 32:3)
“Si Di-s estuviere conmigo...”
(Bereshit 28:20)
“Y prometió Yaacob y dijo: Si me
acompaña Hashem y me cuida en este camino que comienzo y me da pan para comer y
vestidos para cubrirme, y vuelva en paz a la casa de mi padre y será el Eterno
para mi Todopoderoso”.
Con estas palabras sale Yaacob al camino pidiendo pan para comer y vestidos para
cubrirse, y volver en paz a su casa. No pidió ni riquezas, ni fama.
La
sencillez de nuestros Patriarcas se demuestra en la sensatez de sus
pensamientos, como cuando Hashem se dirige al reciente nombrado Rey Salomón y
le pregunta en sueños diciéndole: “¿Qué te daré?”, a lo que respondió el Rey
Salomón: “Da a Tu siervo un corazón comprensivo para juzgar a Tu pueblo...” ¡Sabiduría para gobernar Tu
pueblo!.
Qué
grandeza la del Rey Salomón!. Tanto en Rosh Hashaná como en Yom Kipur en la culminación de los rezos
se acostumbra en la mayoría de las comunidades a abrir el Hejal (Aron Hakodesh)
y la congregación con mucho énfasis recita el Salmo 24 “Le David Mizmor..” en
el que el Rey David alaba la maravillosa obra de la Creación y se pregunta
quién pudiera compararse al Creador y eleva la plegaria al Todopoderoso para
que escuche nuestras oraciones, recalcando siempre la grandeza Divina. Tras el salmo se acostumbra a implorar
Yehí Ratzón (Sea la Voluntad...) en la que rogamos que por el mérito del Salmo
que recitamos y tras una larga petición por un buen año, que nos sea concedida
una vida de prosperidad y facil manutención sin sufrimientos...
Concretamos todo ese gran momento concluyendo el rezo: “Y nuestras casas repletas de la
Bendición Celestial, nos hartemos de pan y seamos buenos.
Así sea Su deseo Amen”. ¡Nos hartemos de pan y seamos
buenos! Qué conclusión tan rara. Acaso eso es lo que estamos deseando y
para eso ¿tanto esfuerzo? Aquellos judíos que compran la apertura del Hejal con grandiosas sumas de dinero como
muestra del interés y cariño en el cumplimiento de la Mitzvá, sabrán que están
pidiendo pan? En verdad lo dudo, debo ser sincero y decir, que aunque está prohibido sospechar de nadie y menos
de los pensamientos ajenos, no me queda mucho lugar para pensar que la gran
mayoría sueñan que la Bendición Celestial se encuentra en la riqueza y los
bienes.
Acaso, ¿no nos relata la Torá que Hashem bendijo a Abraham, a Yitzjak y a Yaacob, con
propiedades y ganados...? Es cierto que el Todopoderoso bendijo a nuestros Patriarcas con bienes que
llegaron a ser parte de un gran campamento, pero la bendición no se encuentra
en las propiedades sino en cómo nos relacionamos con ellas. Nos dijo el Pérek: Marbé Nejasim Marbá
Daagot (Cuantas más propiedades, más preocupaciones) o como dijeron nuestros
Sabios: La prueba de la riqueza es más difícil que la prueba de la pobreza, o
como dijo Hilel: Más necesitan los ricos de los pobres, que los pobres de los
ricos. Sin embargo en más de una ocasión escuchamos decir: “Rabino no se preocupe, déjeme los problemas para
mi”.
Cierto es que Abraham, Yitzjak y Yaacob fueron ricos, pero no fueron esclavos de sus
riquezas, no soñaban, como dice el Talmud: “El que tiene cien quiere doscientos
y el que tiene doscientos quiere cuatrocientos”, sino todo lo contrario, ellos
soñaban con el dicho: “¿Quien es el rico?, el que está feliz con lo que tiene”.
¡Danos pan que nos harte y seremos bueno!. Solamente el que sabe hartarse con pan puede ser bueno, lo que no quita
que tenga su mesa llena manjares de todo el mundo, como el caso de Rabí Yehudá Hanashí, a quien no le
faltó nunca ningún manjar en su mesa, pero él pudo, al final de sus días,
levantar sus manos a los cielos y decir “Señor del mundo Tu eres testigo que no
lo hice para disfrutar de ellos”.
La próxima Parashá nos va a relatar cómo Yaacob se volvió de noche para salvar, según
Rashí, Pahín Ketanín, pequeños objetos. Acaso, Yaacob que envió a su hermano Esav verdaderas fortunas en rebaños
y bienes, ¿se preocupa por pequeños bienes? ¡Sí! Pues para
Yaacob los objetos existen para cumplir una misión y no por el valor que
poseen, donde a veces una aguja es mucho más necesaria que un camión, aunque
este último pueda valer miles de veces más. Yaacob nunca despreció una aguja: No hay objeto que no tenga
su lugar y no hay persona que no tenga su momento.
La riqueza
no se encuentra en la cuantía, sino en su uso, y hay quien hace con una aguja
maravillas y hay quien no hace con un camión sino destrozos.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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