Torá desde Jerusalem
Parashá Vayigash - Y acercóse
Libro Bereshit / Génesis (44:18 a 47:27)
Reflexiones sobre la Parashá
"Y Yosef les dijo a sus hermanos 'Yo soy Yosef'" (Génesis 45:3)
Al estudiar la historia y estudiar las guerras, las persecuciones y el holocausto, al leer acerca de los desastres naturales en los diarios, al
ver fotos de continentes enteros acosados por el hambre y la enfermedad... la gente se pregunta: ¿Dónde está Di-s?
Desde el momento en que los hermanos llegaron a Egipto a comprar comida se toparon con un desastre tras otro. Los hermanos se
preguntaron: ¿Por qué Hashem nos hace esto?
Con tres palabritas, "Yo soy Yosef", las preguntas de los hermanos hallaron
respuesta. En un instante, el objetivo de todo el sufrimiento de los últimos 22 años
se hizo evidente. Y en el futuro, cuando el mundo oiga las tres
palabras "Yo soy Hashem", todos los dilemas de la historia habrán de
resolverse en un instante.
"Y Yehuda se acercó (a Yosef) y dijo: 'Por favor, mi amo, permite que tu
sirviente hable a los oídos de mi amo'" (Génesis 44:18)
En la Rusia zarista se promulgaron incontables decretos de persecución contra el
pueblo judío.
Una vez el Jafetz Jaim fue a implorar que anularan un decreto ante un alto funcionario
gubernamental. Como el Jafetz Jaim no hablaba ruso, y el funcionario no hablaba Idish,
había presente un intérprete.
El Jafetz Jaim habló con el sentimiento y la sinceridad que sólo pueden surgir de
un corazón puro como el suyo, y, cuando terminó, el silencio colmó la sala.
El intérprete empezó a traducir... "Su excelencia, el judío afirma...".
El funcionario ruso alzó la mano y dijo: "No hace falta que me traduzca...
entendí perfectamente". Como resultado de aquel encuentro, el decreto fue anulado.
Hasta que no reveló su verdadera identidad, Yosef les habló a los hermanos a través
de un intérprete, y por eso Yehuda creyó que Yosef no entendía hebreo. No obstante, Yehuda
se acercó a Yosef para hablarle "en los oídos". Él sabía que el contenido de sus
palabras no sería entendido, pero quería comunicarle a Yosef la profundidad de sus
sentimientos, porque "las palabras que salen del corazón llegan al corazón".
(Rabí Zelig Pliskin)
"Yosef reunió todo
el dinero que se hallaba en la tierra de Egipto... y... trajo el
dinero al palacio del Faraón" (Génesis 47:14)
En términos generales, el mundo de los negocios no es más que un sistema
sofisticado de rascarse la espalda. Tú me entiendes. Tú me rascas la espalda a mí,
y yo te compro los F-16 a un precio exorbitante. ¡Qué placer cuando uno encuentra
a alguien que quiere terminar un trabajo simplemente porque se comprometió a
terminarlo! Alguien que antepone su integridad a su cuenta bancaria.
En la parashá de esta semana podemos encontrar el prototipo de esta clase
de persona. La subida al poder de Yosef en Egipto vino a cumplir su profecía
de que su padre y sus hermanos se inclinarían ante él. Y para hacer realidad
la promesa de Hashem de que los descendientes de Abraham habrían de ser esclavos
en Egipto y saldrían de allí con gran riqueza. El ascenso de Yosef no fue más
que un medio para cumplir con tales fines. Por eso, una vez que su padre y sus
hermanos se acomodaron a salvo en Goshen, por lógica Yosef tendría que haber dejado
de trabajar con el enorme vigor que lo caracterizaba. De ningún modo. Inclusive
cuando ya no hacía falta que Yosef siguiera sirviendo al Faraón, el tzadik
lanzó un plan agrario que consolidó toda la riqueza de Egipto bajo el dominio
del Faraón. Yosef continuó actuando
como un príncipe nacido en cuna real. ¿Para qué?
Yosef era el emblema del hombre íntegro. Incluso después de que alcanzó
sus propios intereses y ya no había más necesidad de enriquecer al Faraón,
Yosef fue recíproco con la confianza que había depositado en el Faraón, y
aseguró los logros financieros de su dinastía. De ese modo, santificó el
Nombre de Hashem ante el pueblo. Porque entonces todos supieron que Hashem
hace prosperar a los que Le temen.
(Rambán, Rabí Meir Schlessinger, Rabí Moshe Zauderer)
"(Yosef) cayó sobre el cuello (de su padre) y lloró excesivamente" (Génesis 45:14)
Imagínate que no has visto a tu padre durante veintidós años. Cuando,
por fin, lo vuelves a ver, es natural que estalles en una profusión de
lágrimas. Ahora imagínate que
tú eres el padre, y no solo que no has visto a tu hijo durante veintidós años,
sino que la mayor parte del tiempo lo diste por muerto.
¿No es cierto que llorarías todavía más que tu hijo?
Cuando Yosef por fin se reúne con su padre Yaakov, en la parashá de esta
semana, él vuelca su corazón en un mar de lágrimas ante la tremenda emoción
de volver a ver a su padre después de tantos años. Sin embargo, en ningún momento
se menciona la reacción de su padre.
Nuestros Sabios nos dicen que, en ese preciso momento, Yaakov se encontraba
recitando el Shemá. ¿Por qué Yaakov eligió precisamente ese momento tan
emotivo para decir el Shemá? El tzadik aprovecha cada oportunidad y cada
emoción para servir a Hashem. Al sentir el supremo impulso de felicidad y
amor ante la imagen de su querido hijo, lo primero en lo que pensó fue
en canalizar esa dicha personal a una expresión sublime de amor a su
Creador. Por eso recitó el Shemá.
"Y amarás a Hashem, tu Di-s, con todo tu corazón..."
(Maharal)
Shabat Shalom.
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