Torá desde Jerusalem
Parashá Vayishlaj - Y envió
Libro Bereshit / Génesis (32:4 a 36:43)
“Y envió
Yaacob mensajeros...” (Bereshit 32:4)
El encuentro entre Esav y Yaacob ha sido la fuente de nuestros Sabios en sus consejos con respecto a las relaciones humanas, como explica Rashi: Yaacob se preparó en los tres niveles que la persona debe enfrentar todo problema. Preparó regalos para atraer el sentimiento del contrario y evitar el enfrentamiento; con Tefilá rogó al Todopoderoso que cambiara la posible ira de Esav hacia él y por último se dispuso para un encuentro agresivo, en caso de que su hermano decidiera atacarlo, y así es como estamos obligados a defendernos: “quien venga a atacarte, levántate y atácalo”.
Regalos: el ser humano es un ser
social por lo que su vida se verá siempre rodeada por otras personas, y
conciente o inconcientemente mantendrá una influencia interactiva con ellos,
como dice el conocido refrán: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. El agradecimiento es un instinto nato
como dijo el Rey Shelomó en los Proverbios (27:19): “Como en el agua el rostro
contesta al rostro, así el corazón del hombre al hombre”. El instinto “simpático” es tan fuerte
en la persona por la que todos hemos sido testigo en algún momento, de la
sonrisa en la conversación de personas que ríen, aunque pudiera ser que si uno
supiera el contenido de esa conversación no hubiera respondido de la misma
manera, o la predisposición a la alegría o a la seriedad cuando alguien
participa en alegrías o por lo contrario en desgracias, aunque los actos sean
totalmente ajenos a la persona.
Nos dijo el Pirkei Avot: “Yehoshúa
Ben Perahyá dijo: Hazte de un Rab, adquiérete un amigo y juzga a toda persona
para bien”. “Adquiérete un amigo”,
así nos aconseja la Mishná, pues los “amigotes”, esos que se consiguen sin
mucho esfuerzo y en cualquier sitio, no serán de mucho beneficio para la
persona en el mejor de los casos.
Es interesante que con respecto al Rab nos dice Rabí Yehoshúa: “Haz” y
no “adquiere” como en el caso del compañero, y la razón es muy sencilla: la
función del Rab como maestro, dirigente o consejero deberá ser siempre
desinteresada, como dijo Moshé antes de despedirse del pueblo: “acaso usé
alguna vez el animal de alguien?”.
Ya nos advirtió la Torá: “No recibas soborno, pues el soborno cegará los
ojos del justo y alterará las palabras del sabio”. No habla la Torá ni de perversos ni de malvados, sino todo
lo contrario, de justos y de sabios pero es de la naturaleza de la persona el
interés, el soborno que nos menciona la Torá y no es solamente con intención de
engaño sino, como nos relata el Talmud, sobre aquel campesino Aris (contratado
por porcentaje) que debía comparecer ante Rabán Gamliel por una querella con un
vecino, que pensó si tenía que ir hasta la ciudad por el pleito podía
aprovechar y adelantarle el alquiler que le debía al Rab. Tras el pago del alquiler se enteró el
Rab que su inquilino tenía que compadecer delante de él, por la disputa con el
vecino, a lo que alegó el Rab que no podría juzgar el caso pues se consideraría
soborno el adelanto del pago del alquiler que le había entregado su
inquilino. Consideró Rabán Gamliel
el adelanto del pago como soborno, a pesar de que el campesino lo hizo para
ahorrarse la molestia de tener que volver a viajar a la ciudad en su fecha para
el pago. ¡Qué soborno tan sutil!,
pero no olvidemos que después de cualquier favor, buen hecho o ayuda humana “le
debemos” a nuestro benefactor, por lo que nuestro pensamiento no será libre de
inclinaciones.
¡Qué sabias las palabras de
nuestros Sabios cuando nos dijeron: “Hazte de un Rab y adquiere a un amigo…”!.
Shabat Shalom
Rab. Shlomó Wahnón
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