Carta a Di-s y al Mundo
Esta es una carta
encontrada entre los restos de lo que fue el Ghetto de Varsovia. Sólo podemos decir que es más que
conmovedora, que no podemos dejar de leerla.
Carta a Di-s...y al Mundo
Yo, Yosef hijo de David Racover de Tamopol, un jasid del Rabino de Gur y
descendiente de las piadosas y grandes familias de Racover y Meisel, escribo
estas líneas mientras las casas del ghetto de Varsovia son presas de las
llamas, la casa en que me encuentro es una de las últimas que aun no arde.
Durante varias horas, tronantes salvas de
artillería estallan sobre nosotros y las paredes en torno se desintegran bajo
el fuego. Ya no falta mucho para
que la casa en que me encuentro se transforme, como todas las otras del ghetto,
en la tumba de sus defensores.
Cuando mi mujer, mis hijos y yo, seis en total,
nos escondimos en la noche y la noche sola nos acogía en su regazo, el día nos
devolvía a nuestros perseguidores y asesinos. Recuerdo con una dolorosa claridad el día que los alemanes
barrieron con fuego nutrido a los miles de refugiados en la carretera de Grodno
a Varsovia. Al alba, los aviones
zumbaban sobre nosotros, durante todo el día nos asesinaban. En esa masacre perecieron mi esposa con
nuestro hijito de siete meses en brazos y otros dos de mis cinco hijos restantes
que desaparecieron sin dejar huella. Eran David y Yehudá, uno de cuatro y otro de seis años de edad.
Al anochecer, un puñado de sobrevivientes
continuó su camino hacia Varsovia y yo con mis otros tres hijos comenzamos a
buscar en los campos y los bosques de la masacre a los otros dos niños.La noche entera los llamamos, solo el
eco nos contestaba.Nunca más vi a
mis dos niños, y más tarde un sueño me dijo que
estaban en manos de Di-s. Mis otros tres hijos murieron en el
término de un solo año en el ghetto de Varsovia.
Rújele, mi hija de diez años, oyó que era
posible encontrar mendrugos de pan en el basural público fuera de los muros del
ghetto. El ghetto padecía hambre
en esa época y la gente que moría por inanición, yacía por las calles como andrajos
amontonados. La gente del ghetto
estaba preparada para enfrentar cualquier muerte menos la del hambre. Rújele no me había contado nada sobre
su plan de escurrirse fuera del ghetto, lo cual estaba penado con la
muerte. Ella y una amiguita de la misma
edad emprendieron el peligroso viaje. Dejó la casa al abrigo de la oscuridad y al salir el sol ambas fueron
avistadas del otro lado de los muros del ghetto. Guardias nazis y decenas de sus agentes polacos comenzaron
la persecución de las dos niñas judías que se aventuraron a la búsqueda de un
pedazo de pan en un pote de basura. Los que presenciaron y presenciamos esta cacería desde las ventanas, no
podíamos creer lo que veíamos. Podía creerse que era la persecución de peligrosos criminales, esa horda
de personas persiguiendo a un par de niñas de diez años y hambrientas.
No pudieron soportar mucho esa competencia
desigual. Una de ellas, mi hija,
corriendo con sus últimas fuerzas, cayó exhausta al suelo y los nazis le
balearon la cabeza. La otra niña
escapó, pero dos semanas más tarde falleció trastornada. El quinto de mis hijos Yaacob, un niño
de trece años murió de tuberculosis el día de su Bar
Mitzvá. Mi última hija, Jaya, de quince años,
pereció durante una “kinderaction”, operación de niños, que comenzó al alba del
último día de Rosh Hashaná y terminó al amanecer.Ese día antes de ponerse el sol centenares de familias
dijeron Kadish por sus hijos.
Y ahora ha llegado mi turno, y como Job, puedo
decir de mí, no soy yo el único que puedo decirlo, que vuelvo a la tierra
desnudo, tan desnudo como el día en que nací. Tengo cuarenta y tres años y mirando hacia el pasado puedo
afirmar honestamente, tan confiado como el hombre puede serlo consigo mismo, que
he vivido digna y respetablemente, mi corazón lleno de amor hacia Di-s, fui
bendecido con éxitos pero nunca me he jactado de ellos, mis posesiones fueron
extensas y mi casa siempre abierta para necesitados. Serví a Di-s con entusiasmo y mi solo pedido era que Él me
permitiese honrarlo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis
fuerzas. No puedo decir que mis
relaciones con Di-s permanecen inalterables después de todo lo que ha sucedido,
pero puedo decir con absoluta certeza que mi creencia en Él no ha cambiado en
absoluto.
Tengo aún tres botellas de gasolina, son tan
preciadas para mí como el vino para un borracho. Éramos doce en esta habitación al comenzar la rebelión,
durante nueve días combatimos al enemigo, mis once camaradas cayeron muriendo
silenciosamente en la batalla incluyendo el pequeño de cinco años, que vino
aquí solo sabe Di-s cómo, y que ahora yace muerto cerca mío luciendo en su cara
una sonrisa como la de los niños que sueñan pacíficamente; también este niño
murió con la misma calma ética que sus camaradas mayores.
Escribo estas líneas recostado en el suelo,
alrededor mío yacen muertos mis camaradas. A menos que mi cara sea comida por las llamas, una sonrisa
similar a la de ese niño podría quedar grabada en ella después de mi
muerte. Mientras tanto aún vivo y
antes de morir, quiero hablar a mi Señor como un hombre viviente, una simple
persona viviente que tuvo la grande pero trágica suerte de ser
judío. Estoy orgulloso de ser judío, no a
pesar del trato que el mundo nos dispensa, sino precisamente debido a ese trato. Me avergonzaría pertenecer al pueblo
que engendró y crió a los criminales responsables de los hechos que se han
perpetrado contra nosotros. Estoy
orgulloso de ser judío porque es un arte ser judío, porque es difícil ser
judío. No es ningún arte ser inglés,
americano o francés, puede que sea más fácil, más cómodo ser uno de ellos pero
no es más honorable. ˇSí, es un
honor ser judío!. Soy feliz de
pertenecer al pueblo más infeliz del mundo cuyos preceptos representan lo más
elevado y bello de toda moralidad y leyes. Se nace judío tal como se nace artista, es imposible
renunciar a ser judío. Este es
nuestro atributo divino que nos convirtió en pueblo elegido. Creo en Ti, Di-s de Israel, a pesar de
todo lo que has hecho para que no creyese más en Ti. Creo en Tus leyes aún cuando no puedo comprender Tus
acciones.
La muerte no puede esperar más, desde los pisos encima mío
el tiroteo se debilita a cada minuto que pasa, los últimos defensores de esta
fortaleza están cayendo y con ellos caen y perecen los Jasidim judíos de
Varsovia, yeré elokim, temerosos de Di-s. El sol se está poniendo en una hora más a lo sumo estaré reunido con el
resto de mis hijos y de mi familia, y con los millones de miembros de mi Pueblo
que sucumbieron, en ese mundo mejor en el que ya no habrán mas dudas.
Te he seguido aún cuando me has rechazado, he
seguido Tus mandamientos aún cuando me has castigado por ello, Te he amado y Te
amo aún cuando me has arrojado a la tierra, torturado hasta la muerte y
convertido en objeto de vergüenza, de escarnio y de ridículo. Y estas son mis últimas palabras hacia
Ti mi airado Di-s:
Has hecho todo lo posible para hacerme perder mi
fe en Ti, pero muero exactamente como he vivido, gritando:
ˇShemah Israel HaShem Elokenu HaShem Ejad!
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