Al cabo de dos años de que el jefe de las bebidas fuera liberado, el
faraón soñó haber visto junto al río, siete vacas flacas que devoraban a siete
vacas robustas. El faraón despertó
de su sueño y volvió a soñar, esta vez siete espigas flacas comieron a siete
espigas llenas de granos. El
faraón estaba perturbado y llamó a sus consejeros, pero no pudieron
interpretárselos. En ese momento
el jefe de los coperos recordó que Iosef, quien estaba en prisión, podía
interpretar sueños. Así fue que
traído frente al faraón, quien le contó sobre lo acontecido y que había oído
acerca de él y su poder de comprensión de los sueños. Iosef aclaró al faraón que no era su sabiduría la que
interpretaba los sueños, sino que era el Creador quien lo hacía por su
intermedio. Entonces Iosef le
explicó que los dos sueños señalaban lo mismo y representaban siete años de
prosperidad para la economía egipcia, al principio, y posteriormente siete años
de hambruna.
Iosef recomendó al faraón que nombrara un funcionario sabio como
administrador de la tierra de Egipto, explicándole que debían almacenar
alimentos durante los siete años de abundancia para luego ser consumidos
durante los siete años de pobreza.
El faraón aceptó la sugerencia y nombró al propio Iosef como
administrador y le dio el puesto de virrey de Egipto. Para ello le vistió con finas ropas, le puso el anillo real,
un collar de oro y le entregó la carroza del virrey. Le dio por esposa a Asnat hija de Potifera. Nacieron de ella dos hijos Menashé y
Efráim.
Iosef acumuló en todo Egipto grandes cantidades de granos, y luego
comenzaron los siete años de hambre y así es que ordenó abrir los depósitos y
vender a los egipcios los alimentos.
También en Canaán había una terrible hambruna, lo que motivó a Yaacob
a enviar a sus hijos a Egipto para comprar provisiones, pero retuvo a su hijo
menor Binyamín quien quedó en su casa por temor a que le ocurriera alguna
desgracia.
Llegaron a Egipto e Iosef los reconoció, aunque los consideró como
extraños y no se dio a conocer como su hermano. Los trató duramente acusándolos de ser espías a lo que
negaron ser. Así ellos se
presentaron señalando que todos eran una familia de la tierra de Canaán, de
doce hermanos de los que había desaparecido uno de ellos y que el más pequeño
había quedado con su padre, y que sus presencias en Egipto, eran para adquirir
alimentos. Iosef insistió en que
eran espías y que solamente les creería si alguno de ellos viajara a traer al
hermano menor.
Primero puso a todos los hermanos en prisión durante tres días y,
posteriormente, los liberó. Entre
los hermanos se lamentaban por lo hecho en su momento con Iosef, y consideraron
que todo lo que estaban padeciendo era un castigo Divino por la angustia que le
hicieron padecer. Los hermanos
hablaban en hebreo, y desconocían que Iosef lo entendía, ya que a éste le
traducían al egipcio lo que ellos expresaban. Iosef a oír lo que decían sus hermanos, no pudo contenerse y
se alejó y lloró.
Iosef regresó ante sus hermanos e hizo encarcelar a Shimón. Ordenó Iosef a sus sirvientes que en
secreto llenaran con cereales los costales de sus hermanos junto a dinero que
trajeron.
Al regresar a su casa, los hermanos
descubrieron que no sólo traían consigo alimentos, sino también el dinero. Luego relataron a su padre Yaacob todo
lo ocurrido y éste se negaba a enviar a su hijo Binyamín a Egipto. El hambre continuaba y Yehudá consiguió
convencer a su padre de les que permitiera llevar con ellos a Binyamín, en su
regreso a Egipto.
Llegaron nuevamente a Egipto y fueron
recibidos por Iosef, quien liberó a Shimón y nuevamente ordenó llenar con
provisiones los costales de sus hermanos, devolviendo el dinero. Pero en esta ocasión ordenó que, además, pusieran en la bolsa de Binyamín una
copa de plata. Al intentar partir
de regreso, fueron acusados de haber robado la copa de Iosef, ante lo que
protestaron clamando inocencia y fueron revisados. Al encontrarse la copa en el costal de Binyamín, rasgaron
sus vestimentas e Iosef ordenó retenerlo y dejar al resto en libertad para
volver a casa de su padre.
Al cabo de dos años de que el jefe de las bebidas fuera liberado, el
faraón soñó haber visto junto al río, siete vacas flacas que devoraban a siete
vacas robustas. El faraón despertó
de su sueño y volvió a soñar, esta vez siete espigas flacas comieron a siete
espigas llenas de granos. El
faraón estaba perturbado y llamó a sus consejeros, pero no pudieron
interpretárselos. En ese momento
el jefe de los coperos recordó que Iosef, quien estaba en prisión, podía
interpretar sueños. Así fue que
traído frente al faraón, quien le contó sobre lo acontecido y que había oído
acerca de él y su poder de comprensión de los sueños. Iosef aclaró al faraón que no era su sabiduría la que
interpretaba los sueños, sino que era el Creador quien lo hacía por su
intermedio. Entonces Iosef le
explicó que los dos sueños señalaban lo mismo y representaban siete años de
prosperidad para la economía egipcia, al principio, y posteriormente siete años
de hambruna.
Iosef recomendó al faraón que nombrara un funcionario sabio como
administrador de la tierra de Egipto, explicándole que debían almacenar
alimentos durante los siete años de abundancia para luego ser consumidos
durante los siete años de pobreza.
El faraón aceptó la sugerencia y nombró al propio Iosef como
administrador y le dio el puesto de virrey de Egipto. Para ello le vistió con finas ropas, le puso el anillo real,
un collar de oro y le entregó la carroza del virrey. Le dio por esposa a Asnat hija de Potifera. Nacieron de ella dos hijos Menashé y
Efráim.
Iosef acumuló en todo Egipto grandes cantidades de granos, y luego
comenzaron los siete años de hambre y así es que ordenó abrir los depósitos y
vender a los egipcios los alimentos.
También en Canaán había una terrible hambruna, lo que motivó a Yaacob
a enviar a sus hijos a Egipto para comprar provisiones, pero retuvo a su hijo
menor Binyamín quien quedó en su casa por temor a que le ocurriera alguna
desgracia.
Llegaron a Egipto e Iosef los reconoció, aunque los consideró como
extraños y no se dio a conocer como su hermano. Los trató duramente acusándolos de ser espías a lo que
negaron ser. Así ellos se
presentaron señalando que todos eran una familia de la tierra de Canaán, de
doce hermanos de los que había desaparecido uno de ellos y que el más pequeño
había quedado con su padre, y que sus presencias en Egipto, eran para adquirir
alimentos. Iosef insistió en que
eran espías y que solamente les creería si alguno de ellos viajara a traer al
hermano menor.
Primero puso a todos los hermanos en prisión durante tres días y,
posteriormente, los liberó. Entre
los hermanos se lamentaban por lo hecho en su momento con Iosef, y consideraron
que todo lo que estaban padeciendo era un castigo Divino por la angustia que le
hicieron padecer. Los hermanos
hablaban en hebreo, y desconocían que Iosef lo entendía, ya que a éste le
traducían al egipcio lo que ellos expresaban. Iosef a oír lo que decían sus hermanos, no pudo contenerse y
se alejó y lloró.
Iosef regresó ante sus hermanos e hizo encarcelar a Shimón. Ordenó Iosef a sus sirvientes que en
secreto llenaran con cereales los costales de sus hermanos junto a dinero que
trajeron.
Al regresar a su casa, los hermanos
descubrieron que no sólo traían consigo alimentos, sino también el dinero. Luego relataron a su padre Yaacob todo
lo ocurrido y éste se negaba a enviar a su hijo Binyamín a Egipto. El hambre continuaba y Yehudá consiguió
convencer a su padre de les que permitiera llevar con ellos a Binyamín, en su
regreso a Egipto.
Llegaron nuevamente a Egipto y fueron
recibidos por Iosef, quien liberó a Shimón y nuevamente ordenó llenar con
provisiones los costales de sus hermanos, devolviendo el dinero. Pero en esta ocasión ordenó que, además, pusieran en la bolsa de Binyamín una
copa de plata. Al intentar partir
de regreso, fueron acusados de haber robado la copa de Iosef, ante lo que
protestaron clamando inocencia y fueron revisados. Al encontrarse la copa en el costal de Binyamín, rasgaron
sus vestimentas e Iosef ordenó retenerlo y dejar al resto en libertad para
volver a casa de su padre.
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