Con posterioridad a que Binyamín fuera señalado como quien robó la
copa de Iosef, Yehudá se acercó a éste y le dijo sobre el afecto especial que
su padre Yaacob tenía sobre el único hijo que quedaba de su fallecida esposa
Rajel y que si su padre al ver que Binyamín no regresaría, seguramente
muriese. Yehudá le transmitió a
Iosef que él había garantizado a su padre, que su hermano regresaría con ellos
y así fue que le imploró dejara en libertad a Binyamín y que lo retuviera a él,
en reemplazo.
Iosef no pudo contener la emoción que
sentía y ordenó que salieran todos de la habitación, salvo a sus hermanos. Entonces rompió en llanto y les dijo:
“Yo soy Iosef. ¿Vive aún mi
padre? Los hermanos no pudieron
responderle pues estaban sumamente asombrados y avergonzados por el trato que
habían tenido con Iosef, en el pasado.
Les pidió que se acercaran y los consoló pidiéndoles que no estuvieran
tristes por todo lo ocurrido entonces, ya que el Todopoderoso lo envió a él, a
Egipto, para que pudiera mantenerlos durante los años de hambruna. Luego les pidió que regresaran a la
tierra da Canaán y dijeran a su padre que se traslade con toda su familia y
bienes, a Egipto y que habitarían en la tierra de Goshen, donde tendrían
alimento suficiente para el resto de los años de hambre.
El Faraón se enteró de la presencia en
Egipto de los hermanos de Iosef y le pidió a éste que trajeran a Yaacob. Iosef les dio ropas y alimentos.
Cuando los hermanos llegaron a su casa y
le informaron a su padre que Iosef estaba vivo y que era virrey en Egipto, no
les creyó. Los hijos contaron todo
lo sucedido y mostraron los carros que Iosef envió, entonces Yaacob entendió
que todo era cierto. Decidió ir
rápidamente a Egipto, para verlo antes de morir. En el camino hacia Egipto, Yaacob y sus familiares pasaron
por Beer Sheva, lugar donde ofreció un sacrificio al Eterno.
El Todopoderoso se le apareció diciéndole
que no tuviera temor por descender a Egipto, ya que de su descendencia nacería
un gran pueblo. También le aseguró
que lo traería de vuelta a la tierra de Israel, en referencia al momento de su
muerte.
Fueron setenta personas las que llegaron
a Egipto junto a Yaacob.
Iosef fue al encuentro de su padre. El encuentro fue de gran emoción y
Iosef lloró al abrazarse con su padre.
Yaacob le dijo: “Ahora sí puedo morir después de haber visto tu rostro,
pues sé que vives”.
Luego Iosef informó al Faraón sobre la
llegada de su familia. Así le
presentó a su padre y a cinco de sus hermanos. Iosef les había indicado que dijeran que su profesión era la
de pastores para así poder vivir en Goshen, tierra de buenos pastos. Yaacob bendijo al Faraón.
Iosef había recaudado, para las arcas del
Faraón, grandes sumas de dinero por la venta de alimento. Pero el hambre continuaba aumentando y
ante la falta de moneda, Iosef exigió a los egipcios que pagaran con su ganado
y posteriormente sus tierras.
En Goshen, fue creciendo el número de
israelitas y sus pertenencias.
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