Dr. Joseph (Yosi)
Turner
El Séder de Pésaj
como una Clave para la Continuidad Judía
En comparación con la suerte que han
corrido muchas de las leyes y costumbres asociadas con la tradición judía,
parece que ninguna es practicada por un segmento tan vasto de la judería
contemporánea como el Séder de Pésaj.
Mucho después que otros aspectos de la tradición judía han perdido su
trascendencia para muchos judíos contemporáneos, el Séder de Pésaj sigue siendo
significativo. ¿Por qué es esto
así? Creo que es porque el Séder
de Pésaj es el epítome del mecanismo educativo y cultural esencial que ha
garantizado la continuidad de la existencia judía a través de las generaciones.
El
aspecto central del Séder es el relato de la historia del éxodo de Egipto. Más específicamente, el Séder de Pésaj
es el cumplimiento del mandato bíblico mencionado en Éxodo 13:8: “Y en
aquel día contarás a tu hijo, diciendo: Es a causa de lo que hizo conmigo el Señor cuando salí de
Egipto”. Nos podemos preguntar
¿qué es exactamente lo que estamos obligados a “contar” a nuestro hijo o hija
“en aquel día”? ¿Qué es “aquel
día” en el que él o ella está obligado a realmente contar la historia? Y finalmente: ¿cuál es la naturaleza y el propósito de la historia que
debe ser contada? La respuesta a
estas preguntas se encuentra en el mismísimo capítulo del libro de Éxodo del
cual está sacado este versículo, y en realidad la delineación de esa respuesta
nos suministra una clara comprensión de los mecanismos de la continuidad judía
a través de los siglos.
“Y
será que cuando te hubiere llevado el Señor a la tierra... respecto de la cual
juró a tus padres... celebrarás este culto en este mes... Y en aquel día contarás a
tu hijo, diciendo: Es a causa de
lo que hizo conmigo el Señor cuando salí de Egipto”. Y te será como señal sobre tu mano y como recuerdo entre tus
ojos para que esté la ley del Señor en tu boca... Y será que cuando te
preguntare tu hijo en el día de mañana, diciendo: ¿Qué es esto?,
le dirás: Con mano fuerte
el Señor nos sacó de Egipto de la casa de servidumbre”.
En
primer lugar notamos que el mandamiento de contar la historia del éxodo es dado
en un pasado que fue una vez ‘presente’; es decir en el ‘presente’ real del
éxodo de Egipto del cual una generación entera fue testigo. Pero el mandamiento en sí mismo abarca
un período de tiempo que incluye no solamente el ‘presente’ sino también un
‘futuro’ en que los hijos de esa generación ya habrán entrado a la tierra de
Israel. Es en este futuro, después
de llevar a cabo el “culto” que incluye una reconstrucción de la noche que
precedió al éxodo, que la curiosidad de la generación de los hijos es
despertada como para enfrentar a sus padres con preguntas concernientes a su
pasado y al pasado de su pueblo.
Estamos obligados a contar la historia del éxodo sólo después que los
hijos se dirigen a sus padres y preguntan “¿qué es esto?” (refiriéndose al
ritual de la reconstrucción). La
historia del éxodo de Egipto, como está construida en el contexto bíblico que
antecede, parece, en este sentido, ser comunicada en el contexto de un dialogo
entre las generaciones que surge a raíz de las preguntas de los hijos.
Es obvio, que el
propósito de contar la historia del éxodo es la de traer a la conciencia de una
generación posterior todo lo que había sucedido con anterioridad, durante el
período del éxodo mismo. Esto es,
aparentemente, lo que los Rabíes quisieron decir cuando nos ordenaron, en
conexión con el Séder de Pésaj: “En cada generación cada uno está obligado a
verse como si él (también) hubiera salido de Egipto” (Mishná Pesajim 10:5).
La cuestión no es que los
judíos de generaciones posteriores experimenten directamente lo que sus
antepasados ya habían experimentado en el momento del éxodo. Eso sería imposible. Sino más bien que la historia del
éxodo, como es contada por la generación anterior debe convertirse en una parte
tan importante de la conciencia de la generación posterior, que la generación
posterior no pueda de ningún modo concebirse a sí misma, en la forma que lo
hace, sin recurrir a la comprensión de que su existencia actual y su carácter
en alguna forma es el producto de los sucesos decisivos que ocurrieron
previamente, y que subsiguientemente son contados una y otra vez a través de
las generaciones.
Esto,
claro está, quiere decir que el mandamiento de relatar la historia del éxodo de
Egipto no puede ser llevado a cabo en una forma técnica. En cambio requiere una gran habilidad
literaria, cultural y educativa.
La historia debe se contada de tal forma que haga receptiva a la
generación de los hijos, y por esto sólo puede ser contada en respuesta a una
pregunta que proceda de la boca de los hijos. Pero al mismo tiempo, la generación de los padres es siempre
la responsable de despertar la curiosidad y las ganas de preguntar acerca del
pasado de la familia.
Esto
constituye un desafío interesante para la continuidad de la existencia judía;
un desafío que tiene que ver directamente conque el Séder de Pésaj siga siendo
popular. La continuidad de la
existencia judía depende del éxito de los padres judíos en cada generación de
comunicarles la historia de su pasado a sus hijos. Si algún día sucediera que los padres ya no tuvieran una
historia que contar; o que los hijos ya no estuvieran interesados en escuchar
la historia de su pasado, la existencia del pueblo judío llegaría a su
fin. Esto, me parece, es el origen
de la asimilación.
A
veces sucede, que por un motivo u otro muchos padres ya no tienen una historia
del pasado judío que contar. A
veces son los hijos que están tan fascinados con cuestiones que no tienen nada
que ver con el judaísmo que no están interesados en escuchar la historia. Desde un punto de vista pedagógico esto
significa que aquellos padres que tienen poco o ningún conocimiento del pasado
judío deben adquirirlo y desarrollar a través de este conocimiento una afinidad
con ese pasado. Luego deben
comunicar esa afinidad a sus hijos a una edad anterior a que comiencen a
preocuparse con cuestiones que más adelante hagan su compromiso con el judaísmo
superfluo. Este principio, como
todos sabemos, se encuentra enraizado en la parte del Séder que prescribe las
formas en que la historia debe ser contada a los cuatro hijos. La respuesta sugerida para el hijo “que
no sabe (todavía) preguntar” es especialmente significativa aquí.
En
estas circunstancias podemos comprender la importancia educativa del
mandamiento de la Biblia, señalado en el texto que precede, “y te será como
señal sobre tu mano y como recuerdo entre tus ojos”. En la tradición Rabínica este versículo es considerado como
una referencia a los Tefilín o filacterias usadas en la oración de la
mañana. ¿Pero de qué son una señal
y un recuerdo? De acuerdo al texto
anterior, son una señal y un recuerdo del éxodo. El significado del acto de ponernos los Tefilín en nuestro
cuerpo no se encuentra en el acto mismo, sino más bien en el relato exitoso del
éxodo de Egipto, un relato que si, realmente es exitoso tiene como consecuencia
la familiaridad con las tradiciones del pasado. Y, en realidad, sin un relato exitoso del pasado de su
pueblo ningún judío pensaría jamás en llevar a cabo un acto ritual de este tipo
en la oración diaria. Porque sin
este relato bien contado, no hay realmente nada que ligue a la generación
actual que no fue testigo de sucesos pasados, con las tradiciones de sus
padres.
Una
rápida mirada a nuestro tiempo nos muestra una situación muy problemática que
el relato de la historia del éxodo de Egipto puede resolver. La gran mayoría de las leyes y
costumbres han sido olvidadas por la mayor parte de los judíos de hoy en
día. Y sin embargo, el Séder de
Pésaj continúa siendo un acontecimiento popular en el mundo judío contemporáneo. ¿Qué podemos aprender de esto? Podemos aprender que a través del
tiempo el relato exitoso de la historia se ha ido debilitando
considerablemente. Y sin embargo
al mismo tiempo, a pesar del debilitamiento acumulativo, bastante de la
historia inicial está presente aún dentro de la comunidad como para saber que
no todo está perdido, y que con la dedicación y perseverancia debidas el
proceso puede revertirse un día.
|
|