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Talmud

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Talmud


El Talmud o en su traducción al arameo, Guemará, “enseñanza”, fue escrita o recopilada por Rabina y Rab. Ashí para recoger todas las diferentes ideas y “lógicas” desarrolladas a lo largo de los años de la post-Mishná.  Rabina y Rab Ashí recopilaron todos los comentarios, enseñanzas y discusiones que se habían ido desarrollando en las diferentes escuelas talmúdicas de Babilonia bajo el nombre “Talmud Babilónico” o Guemará, a la par que lo hicieran en Eretz Israel con el “Talmud Yerushalmi”.

La “Mishná” fue recopilada por Rabí Yehudá Hanashí y sus alumnos como necesidad imperante ya que la “Ley Oral” perdía su unicidad, y para salvarla Rabí Yehudá Hanashí se tuvo que basar en el párrafo ¡Et Lahashot La “Hashem” Eferu Torateja!, ¡En momentos de emergencia sobrepasarán Tu Torá!, ya que la misma Mishná nos enseñó que al igual que los escritos no se pueden recitar de memoria, entonces, la Ley Oral no debe escribirse.

Entre las razones por la que no debe recitarse de memoria un texto de la Torá, encontramos la exactitud de los escritos y las enseñanzas de las mismas, donde la carencia de una letra o la repetición de la misma, el uso de sinónimos y la repetición de expresiones, son la fuente de infinidad de instrucciones.  Solamente “lo escrito” y la exigencia por su importancia fueron el “seguro” que tras miles de años, después de su transmisión y de centenas de diferentes situaciones como diásporas, persecuciones y decretos, el Pueblo de Israel puede estar seguro sobre la veracidad de la Torá.

La obligación de “enseñarla” de transmitirla a las próximas generaciones, pudo realizarse cuando la Torá nos prohibió escribir la “Ley Oral” por lo que todos los interesados no pudieron confiar en un legado escrito que se pudiera transmitir por generaciones, sino que la prohibición de escribirla forzó a tener que enseñarla.

Las diferentes ideas y opiniones que generalmente encontramos en la Mishná y mucho más en el Talmud no son la consecuencia de equivocaciones ni de malas enseñanzas de generaciones anteriores, sino todo lo contrario, son la autenticidad de la pluralidad de la Torá.

“Setenta caras de la Torá”, “Shivim Panim La Torá”.  El Talmud en el Tratado de Shabat comparó las enseñanzas de la Torá como el golpe de un martillo en el hierro, en el que todas las chispas, aunque tomen direcciones contrarias, provienen de la misma fuente.  Asimismo, todas las enseñanzas, tanto de la Mishná como del Talmud como de lo expresado por nuestros Sabios en épocas posteriores, aunque nos parecieran contradictorios, proceden de la misma fuente, y sobre la base de ellos tienen que ser discutidos y demostrados.

No es posible decidir qué versión de las “setentas” versiones debemos aceptar o no como verdadera, pues todas desde el momento en que emanan de la verdad de la Torá, todas absolutamente todas son verdaderas, sino cual deberá ser la que “obligue” a mi comportamiento “Halajá” (camino), como nos enseñó la Torá: “Ajarei Rabim Lehatot”, “Tras la mayoría, la decisión”.  En cada generación “su mayoría”, no la mayoría de los que no saben ni la mayoría de una casta impuesta, sino la mayoría de los Sabios a la que no tenemos el derecho de pertenecer, sino que tenemos la obligación de participar: “Talmud Torá Kenegued Kulam”.

El estudio de la Torá es comparado con la realización de toda la Torá.  “Vedarasta”, “E indagarás”; la obligación de indagar, de no recibir las palabras de la Torá como axiomas o tabúes.

La Torá no obliga a realizarnos esa serie de preguntas con respecto a todos sus preceptos: por qué, de dónde se aprende, cuándo, cómo, etc.  Esa es la base del Talmud, la pregunta como principio y como incentivo la indagación.  “Vedarasta”, “E indagarás”.

El Talmud llega a nosotros en un idioma extraño “el arameo”, y muchos intentos de traducirlo a otros idiomas, como al propio hebreo, resultaron fallidos ya que el Talmud tiene su propia “neshamá”, que no puede ser trasplantada a ningún otro lugar, para así poder entender la discusión entre Abayé y Rabá, o entre las escuelas de Shamai e Hillel, o entre Rabán Gamliel y Rabí Yehoshúa.  No es suficiente con saber la traducción de las palabras y entender el tema, sino que hay que “vivirla”.

Muchas traducciones se han hecho del Talmud pero ninguna puede sustituir al “estudio vivo” donde se pierde el concepto de maestro-alumno y donde la discusión lleva a lo que dijeron Nuestros Sabios: “Mucho aprendí de mis maestros, más de mis compañeros y mucho más de mis alumnos”.

En este nuevo proyecto intentaremos facilitar el entendimiento de las palabras, pero siempre faltará la discusión, por lo que esperamos que gracias a los medios que la tecnología nos facilitó podamos suplir en parte dicha falta y que todos los medios de comunicación de Internet sean utilizados para la verdadera función que el Creador les encomendó..





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