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Rosh HaShana



Costumbres de Rosh HaShaná.

El comienzo es el indicio del fin de todo proceso, por eso vieron nuestros Sabios, como buena costumbre, comenzar el año con alegría y dulzura. Es por eso que nuestra mesa también debe expresar el carácter de la fiesta.

Se acostumbra comer, en la noche de Rosh HaShaná, dátiles, granadas, calabazas, garbanzos y puerro; todos estos vegetales sirven como buenos augurios por su fertilidad y rápido crecimiento, o porque se interpretan sus nombre hebreos como deseos de buena fortuna.

En la noche de Año Nuevo, se reparten porciones de cada vegetal y se pronuncian frases cuyo simbolismo favorable esperamos que se cumpla. De esta manera, se distribuyen entre los comensales las granadas, invocando que sea la Voluntad Divina multiplicar nuestros méritos como las semillas de estas frutas. Con el mismo sentido, se untan trozos de manzana con miel y se expresa el deseo de que el Señor nos prodigue un año dulce y placentero. (No se acostumbra comer alimentos amargos o muy picantes durante la celebración, a fin de enfatizar estas expresiones de deseos).

Tashlij.

Otra de las costumbres, difundida en todas las comunidades judías que demuestran el deseo del cambio y el anulación de las malas acciones del pasado, se cumple con el Tahslij (despojo).

Esta ceremonia, que se efectúa al atardecer del primer día de Rosh HaShaná (o en el caso de que coincida con el Shabat, en el segundo), consiste en "arrojar" en forma imaginaria nuestras transgresiones a la orilla del mar o arroyo pronunciando los versículos: "Nuevamente tendrá compasión de nosotros, sujetará nuestra iniquidades. Tú arrojarás todos los pecados de ellos a las profundidades del mar" (Mijá 7:19).

Aseret Yemé Teshuvá.

Los diez días que median entre Rosh HaShaná hasta Yom Kipur, fueron denominados por nuestros Sabios como los diez Días de Teshuvá (del arrepentimiento).

Así escribió Rambam (Maimónides): "Aunque el arrepentimiento y el dolor son siempre bien recibidos, en estos diez días, entre Rosh HaShaná y Yom Kipur, son aún mejor recibidos".

El judaísmo, a diferencia de muchas otras creencias, no acepta el fatalismo, sino que admite el reparo y arrepentimiento, como dijo el profeta (Oshea 14:2): "Retorna, Israel, al Señor, tu D-os, porque has caído en la iniquidad", o, como nos recomienda el Rey David: "Aún si tienes la espada sobre el cuello, no te desesperes ante la desgracia".

Mientras la persona vive puede cambiar su futuro, como dijeron nuestros Sabios: "Vuelve, aún en el instante antes de la muerte".

Para alentarnos, sostiene Rambam:

"El que retorna a D-os no debe imaginar que se encuentra a una distancia demasiado grande del justo por causa de sus transgresiones y errores pasados. No es así. Es amado y querido por el Creador como si nunca hubiera transgredido… No sólo eso, sino que su recompensa es mayor aún, porque él sintió el gusto de la transgresión y se separó de ella, dominando su mala inclinación. Nuestros Sabios afirman que en el lugar en donde se encuentra parado un Baal Teshuvá, no puede pararse ni siquiera el más perfecto de los justos. En otras palabras, su nivel espiritual es superior al de aquellos que nunca pecaron… Todos los Profetas llamaron al arrepentimiento, y la Redención final de Israel se logrará sólo a través de él…" (Hiljot Teshuvé 7:4-5).

Tres son los pasos del verdadero arrepentimiento:

  1. El reconocimiento de la trangresión realizada.
     
  2. El arrepentimiento del hecho, que debe ser expresado por el Viduy (reconocimiento del error) con las palabras: "D-os, erré, transgredí, e hice el mal delante de Tí, e hice... etc. He aquí que me arrepiento y me avergüenzo de mis actos y no volveré a hacerlo más" (Rambam, Hiljot Teshuvé 1:1).
     
  3. El verdadero arrepentimiento se concreta cuando la persona se encuentra en las mismas condiciones y en la misma situación en las cuales transgredió anteriormente, y logra sobreponerse y no repetir su mala acción.

3 de Tishré: Ayuno de Guedalia.

En la salida de Rosh HaShaná, fijaron nuestros sabios el Ayuno de Guedalia, en recuerdo del asesinato de Guedalia ben Ajikam por mandato de Ishmael ben Natania, circunstancia que determinó el fin del asentamiento judío en Israel, luego de la destrucción del Primer Templo.