Selijot en Berditschev
Era erev Rosh Hashaná en Berditschev. El espíritu de santidad rondaba en el
aire. Cada corazón latía
fuertemente con el pensamiento del inminente Día del Juicio; cada mente estaba
ocupada con pensamientos de arrepentimiento. Las cuentas en la "hoja de balance " de buenas y
malas acciones del año anterior no daban - todos se encontraban con sus cuentas
"en rojo".
Se perdió demasiado tiempo que pudo haber sido usado en el
estudio de la Torá; quizás se debió haber dado más ayuda a los pobres - y ¿cuánto de ello se dio
con pureza de corazón? ¡Y qué
decir de todos esos chismes difundidos, a veces hasta dañinos! Solamente Di-s sabe cuantas malas
acciones, grandes y pequeñas, se han acumulado durante el año. Es un buen momento para pensar … Bueno, gracias a Di-s por las
selijot. Aquí está la oportunidad
de abrir nuestro corazón a Di-s, la última oportunidad para recurrir a Di-s con
súplicas reales, antes de que termine el año. Y el Misericordioso probablemente entenderá y perdonará, ya
que el nuevo año será definitivamente mejor...
Tales eran los pensamientos que prevalecían en las mentes
de todos, al levantarse con apuro los judíos de Berditschev de sus cálidos
lechos para ir a la sinagoga para las selijot. Estaba todavía muy oscuro afuera, ya que faltaban horas para
el amanecer. No esperaron que el
shamash los despertase en este último día del año. Al apurarse de camino a la sinagoga, el aire fresco del
otoño se llevó los últimos vestigios de sueño de sus ojos. Se encontraron ahora con el shamash,
quien continuaba tocando, golpeando con su largo bastón en las oscuras
persianas de los rezagados que se habían dormido, y llamando, "Santo
rebaño, levantaos para el servicio de Di-s". Y pronto las hendiduras en las persianas se llenaron de luz
ya que nadie --pero nadie-- iba a quedarse en la cama en esta solemne mañana.
Las estrechas calles pronto se llenaron con viejos,
jóvenes y chicos de todas las edades.
Muchos fueron a la mikve para su inmersión, y salieron sintiéndose
purificados e inspirados. Había
muchos visitantes en Berditschev, quienes habían venido a pasar los Días
Solemnes en la cercanía del santo Rabino Levi Yitzjak de Berditschev. Ahora iban hacia la casa del Rabino a
fin de acompañarlo a la sinagoga.
Al aproximarse al hogar del Rabino, lo vieron en la puerta
cuando salía. Se sorprendieron de
ver que sostenía una canasta, de la que sobresalía, el cuello delgado de una
botella de vodka. El tentador olor
de kijelej recién horneados y de arenque fresco no podía ser ignorado. "¿Qué va a hacer el Rabino con ese
refrigerio a esta hora?", se preguntaron, al seguirlo en silencio a una
distancia respetuosa. Se
aproximaron a la sinagoga. Las
ventanas brillaban con luz, y uno podía ver a través de ellas que la sinagoga
ya estaba llena de fieles de pared a pared, esperando al Rabino.
¡Pero el Rabino siguió de largo de la sinagoga! La expectativa de sus seguidores
aumentaba a cada paso.
"¿Donde va el Rabino?
¿Está tan absorto en su meditación que no vio la sinagoga…?".
El Rabino siguió caminando, hasta llegar casi a las
afueras del pueblo. Se dirigió a
la gran posada, con sus seguidores en sus talones. Entró, y sus seguidores lo acompañaron.
El gran salón de la posada estaba lleno del olor a tabaco
viejo, y botellas vacías de vodka se encontraban desparramadas por todo el
lugar. En el piso del poco
iluminado salón se encontraban hombres durmiendo, apretados como sardinas
--agricultores, comerciantes, caminantes y pordioseros-- muchos roncando en una
melodía de silbidos y tonos sonoros.
El Rabino se inclinó sobre un hombre que dormía, cuyos tzitzit
sobresalían de su caftan, con su kipá precariamente sobre su cabeza. Era un hombre delgado, un manojo de
huesos sostenidos por una pálida piel que parecía lista para quebrarse en
varios puntos.
Con gentileza, el Rabino lo despertó murmurando: "Reb
Yid, tu garganta está seca … debes haber roncado mucho tiempo. Despierta y toma un sorbo de este
schnapps! Tengo también una bebida
suave, arenque fresco y kijalaj, una delicia…". El judío abrió sus ojos con sorpresa, miró el refrigerio y
retrocedió con horror.
"No te conozco, mi amigo, ¿pero no tienes a Di-s en
tu corazón? ¿Tomaría yo antes de
haberme lavado mis manos? ¿Comería
antes de decir mis plegarias matutinas?
¡Debes estar bromeando...!”.
El Rabino pasó al siguiente judío que dormía. Con suavidad lo sacudió por los hombros
y repitió su oferta de una manera muy tentadora, pero la respuesta fue la
misma. No le fue mejor al Rabino
con el tercero y el cuarto...
Luego el Rabino se inclinó sobre un rústico y corpulento campesino que
dormía.
"Iván, ¿Quieres un schnapps y un refrigerio?".
Iván se levantó rápidamente. La palabra “schnapps" actuó como magia. "Déme!" dijo, y se tomó el
vaso de vodka de un solo trago.
Ansiosamente comió el arenque y un kijel, saboreándolo y lamiendo sus
labios. "Gracias amigo
…" murmuró, y cuando ya no había más para él, se volvió al otro lado y
pronto roncaba con felicidad de nuevo.
El Rabino pasó al siguiente agricultor que dormía. "Stefan, ¿quieres algo de
tomar?" La historia se
repitió y el Rabino le ofreció refrigerio a otros clientes, hasta que la
canasta estaba vacía.
Todo estaba en silencio, cuando el Rabino de Berditschev
levantó sus ojos al cielo y dijo, "Señor del Universo! ¡Mira a tus hijos! Yaacob se levanta en la mañana y su
primer pensamiento es para ti. Y
no dejaría que nada pasara por sus labios hasta haberte alabado. Pero el primer pensamiento de Esav es
la comida y la bebida… ".
Su cara brillando con satisfacción al haber logrado su
misión, el Rabino se volvió hacia sus seguidores. "Y ahora, rebaño sagrado, vayamos a la casa de
Di-s. Podemos ahora dar la cara a
nuestro Creador con confianza y rezar para un feliz año nuevo…”.