Judaísmo sin culpa
Por Najum Braberman
Hace algunos años discutí con mi padre y me fui de mi casa. Regresé a la escuela y devolvía todas
sus cartas sin abrir, boté el reloj de oro que me regaló y me revolvía en mi
propia angustia. Por fin, después
de varios meses me calmé, retorné a casa y toqué a su puerta. No hubo recriminaciones. Estaba feliz de verme y yo a él.
En el Judaísmo, el concepto de pecado es como no entender la realidad
de algo, de perder el punto, en lugar de abrazar el mal. Con buenas intenciones cometemos
equivocaciones, confundiéndonos y distrayéndonos. En nuestra frustración podemos hacer daño a quienes amamos. Perdemos tiempo, confundimos nuestros
objetivos y prioridades. Cometemos
errores, a veces terribles, y daños que, en última instancia, nos
cuestan nuestra autoestima, robándonos el placer de vivir. Llevamos una carga muy pesada de
errores y metas incumplidas, pudiendo ser ésta casi
insoportable.
La respuesta judía a nuestras equivocaciones es la "teshuvá", o retorno - regresar
a casa cuando nuestros errores nos han alejado no sólo de quienes nos rodean
sino también de nosotros mismos.
Sólo a través de la reparación real de la trasgresión se logra ese
retorno. Es como una búsqueda de
gracia.
"Arrepentimiento" no es una palabra judía, sino una cargada de
recriminación, culpa y mortificación.
El "arrepentimiento" se logra con aflicción, mientras que la
teshuvá implica un retorno al alma, a quienes amamos y a nuestro Padre
Celestial.
Lo peor que puede hacer una persona es darse por vencida. Después de un tiempo el optimismo es
vencido por el "realismo" y nos sentimos derrotados y con pocas
expectativas. Si nos vencen nuestras
limitaciones, dejamos de creer en nuestro propio potencial y en cierto modo,
renunciamos a la verdadera felicidad.
No nos preocupamos más
por lograr una buena comunicación con nuestra pareja e hijos. Los padres dicen a sus hijos:
"Cuando tengas mi edad comprenderás". Cuando lo que quieren decir es: "Cuando tengas mi edad
te habrás rendido como yo".
Dejamos de crecer y nos preparamos para morir.
El mes anterior a Rosh HaShaná es Elul, un anagrama para el verso "ani
ledodi vedodi li" del "Cantar de los Cantares", que
significa: "Yo soy para mi amada y mi amada es para mí". Como amantes que han sido separados,
volvemos a intimidar, a enamorarnos nuevamente con nuestras familias, con
nosotros mismos y con Di-s. Con
dolor sentimos otra vez el extático regalo de la vida y a recordar su misterio
aterrador. Durante todo el mes de
Elul tocamos el shofar en la sinagoga como un recordatorio: "¡Despierten
Aletargados, la vida se les va!".
El mes de Elul y los Jaguim son días de evaluación y
rendición de cuentas del año anterior, para dedicarnos a la Santidad y a elevar
nuestras oraciones para obtener salud y bienestar continuo. ¿Cómo justificamos
estas oraciones? ¿Que hicimos el
año pasado? ¿Fue un año de
crecimiento, introspección y ayuda a nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestro tiempo o lo
desperdiciamos? ¿Realmente vivimos
o tuvimos poca actividad intelectual?
El proceso de evaluación invariablemente comienza lamentando lo que
hicimos mal y el daño que ocasionamos a nuestros seres queridos, aunque el remordimiento, la dolorosa toma de
conciencia de oportunidades perdidas, a veces se tiñe de culpa, cayendo en un
poco de abuso y evasión de responsabilidades. Cuando pierda dinero del bolsillo, laméntelo, cósalo y siga
viviendo, pero no pierda tiempo pensando en las culpas. Hemos pagado un alto precio por
nuestros errores como para repetirlos, pero sí debemos lamentarlos para abrir
paso a nuestras nuevas intenciones.
Durante mi vida he discutido muchas veces con mi padre, en los cuales
hemos reído y gritado, viviendo
momentos de mucha frustración y alejamiento. Sé que siempre estaremos unidos, porque ahora tengo
mis propios hijos y esto me ha enseñado a mejorar mi relación con él. No me daba cuenta cuánto me amaba y
cuán dolorosas debían haber sido para él nuestras discusiones. No sabía cuánto creía en mi y en mi
potencial; más que yo mismo. Cuando reíamos sentía resentimiento por su parte y
concebía erróneamente sus críticas.
No, no deseo que mis hijos se "arrepientan" cuando cometan
errores y yo no quiero reprenderlos, porque los amo y los extraño cuando
estamos alejados. Deseo que entiendan
sus errores y regresen a su hogar; quiero que sepan que no importa cuanto hemos
errado, ni cuán culpables podamos sentirnos, todos tenemos la oportunidad de
regresar a nuestro hogar.