Por fin Libres
por Artie Fischer
Llega
Shavuot y, con esta festividad, la ocasión para darle forma, continente y canal
de transmisión, a nuestra libertad, también a nuestra identidad. No estamos del
todo libres, hasta que adoptemos la forma en que nos haremos responsables de
nuestra libertad, afirma el autor de esta nota, que además, nos cuenta cómo y
por qué se festeja.
Uno de los
programas de televisión que solía ver cuando era niño ofrecía el concurso:
"Barriendo la juguetería". El pequeño participante recibía tres
minutos completamente gratis e ininterrumpidos en una juguetería. El conductor
soplaba un silbato y el pequeño rapaz recorría las góndolas de arriba abajo,
cargando ávidamente un carrito de supermercado. Cuando se acababa el tiempo, el
conductor revisaba el botín del participante. Invariablemente los resultados
eran decepcionantes, incluso vergonzosos. Juguetes repetidos, juguetes no
queridos, juguetes llamativos pero insatisfactorios… De algún modo habían ido a
parar al carrito, y el niño quedaba clavado con ellos. A menudo, sin embargo,
había un juguete que el niño realmente había deseado, y se había tomado el
tiempo para buscarlo, enfocándose en la meta y trabajando por ella
metódicamente. Y así, el niño quedaba conforme.
Esta no es
una parábola acerca de la codicia, sino acerca de la definición de libertad.
¿Qué es la libertad? ¿Quién es libre? ¿Qué clase de libertad hace disfrutar a
quien está constreñido por reglas?
Mientras el
niño pudo arrasar con todo lo que tuvo a su alcance, debe haberse sentido
libre. Desembarazado de las admoniciones de los adultos –"¡No toques
eso!", "¡No rompas aquello!", "¡Eso no te hace
falta!", "¡Es demasiado caro!"- el pequeño participante del
concurso estaba en las nubes. Pero esas nubes se disolvían con rapidez.
Por el otro
lado, los pocos segundos utilizados en planear deliberadamente, decidiendo,
buscando y seleccionando, podían haber sido más estructurados, pero
paradójicamente eran más libres, y por lo tanto más gratificantes.
Cuando somos
jóvenes deseamos libertad, pero –en especial debido a todas las reglas adultas
que se arremolinan en torno nuestro- creemos que la libertad es ausencia de
reglas. ¿Recuerdan la película "Mi pobre angelito", sobre el niño
olvidado en casa por su familia? Como Kevin, nos imaginamos que un mundo sin
adultos es un mundo en el que nadie nos dice lo que hacer o lo que no hacer,
donde podemos saltearnos la cena y no comer nada más que "comida
basura", pasarnos días sin darnos un baño, y mirar toda la televisión que
nos da la gana.
Pero, como
Kevin, descubrimos cuando vamos creciendo que la licencia y la
irresponsabilidad no son libertad, y que la estructura y la rendición de
cuentas crean el único medio en el cual la verdadera libertad puede
desarrollarse.
En Egipto,
los Hijos de Israel fueron esclavizados por el Faraón. En la nación recién
liberada, la perspectiva de una vida sin capataces, pirámides ni trabajos
forzados, debió parecer ideal. Pero la libertad de todo es en realidad la
esclavitud más pura y total.
Desde el
principio, se les dice a los Hijos de Israel que el Éxodo de Egipto no es un
fin en sí mismo. El propósito de todo lo que les ocurre –las diez plagas, la
separación de las aguas, el maná y la extracción de agua de una roca- es
posibilitarles "servir a Di-s en la montaña"; es decir, encontrarse
con el Todopoderoso en el monte Sinaí, donde escucharían los Diez Mandamientos.
La meta de su libertad es recibir los mandamientos divinos; es igualmente
cierto que los mandamientos hacían su libertad posible y sostenible.
De esa
manera, Pésaj, la Fiesta de la Libertad, está conectada inseparablemente de Shavuot,
la Fiesta de la Entrega de la Torá. Esta conexión es creada por un período de
49 días llamada la Cuenta del Omer.
Hay un midrash
(parábola talmúdica) que describe de qué manera los Hijos de Israel
abandonaron Egipto con la promesa de conocer a Di-s en el Sinaí. Se les dijo
que en 50 días recibirían la Torá, de modo que pudieron contar los días con
excitada anticipación. Pero en lugar de contar regresivamente, contaron hacia
adelante, sintiéndose elevarse espiritualmente con cada nuevo día.
La práctica
contemporánea recrea esta escalada espiritual. Comenzando con la segunda noche
de Pésaj, se recita una bendición y la cuenta comienza:
"Bendito
seas Tú, Amonai, Di-s nuestro, Rey del Universo, que nos has santificado con
Tus mandamientos y nos has ordenado la Cuenta del Omer.
Hoy es un
día en el Omer… Hoy son dos días en el Omer… Hoy son siete días,
que es una semana en el Omer… Hoy son ocho días, que es una semana y un
día en el Omer…".
Esta cuenta
continúa cada noche por siete semanas. El día número cincuenta es Shavuot.
Omer,
la palabra hebrea para "gavilla", es también el nombre para una
medida de grano seco, aproximadamente equivalente a dos litros y medio. Pésaj
coincide con la cosecha de la cebada en Israel. En los tiempos del Templo,
la segunda noche de Pésaj era ocasión para una gran pompa. Una
delegación del Templo, acompañada por músicos y bailando, procedían a
preseleccionar el campo de cebada. Allí, el cohen (sacerdote) cortaba
una gavilla del Omer, que entonces era traída de regreso al Templo. La
cebada era molida, convertida en harina, y preparada como una ofrenda especial
para el altar, en gratitud por la cosecha. Era sólo después de esta ofrenda que
la siembra para el nuevo año era permitida. Además, en la noche cuando la
gavilla del Omer era cortada, comenzaba la Cuenta del Omer.
El final del
Omer, la festividad de Shavuot, coincide con la cosecha del
trigo, la primera de la producción principal (las primicias) en Israel. En
tiempos del Templo, el sacrificio central de la festividad de Shavuot consistía
en dos hogazas de pan de trigo.
En efecto,
el período de Omer se enfoca en la transición entre la cosecha de cebada
y la de trigo. Dado que la cebada se utiliza primordialmente en el alimento
para animales, se puede decir que el Omer explora el desarrollo de la
personalidad humana desde su lado animal desenfrenado hasta su lado espiritual
disciplinado. Esta maduración es asegurada por la aceptación de la autoridad de
la Torá, la libertad más enaltecida.
La
festividad de Shavuot dura un día en Israel (dos en la Diáspora), como si fuera
una culminación tardía de Pésaj. Como es común a todas las festividades
bíblicas, se celebra con ropa festiva tradicional, melodías, y abstención de
trabajar. Pésaj, Shavuot y Sukot (cinco días después de Iom
Kipur), son las Tres Fiestas de la Peregrinación: cuando el Templo estaba
en pie, los judíos venían desde lejos y desde cerca para celebrar juntos en
Jerusalem.
En Shavuot
la sinagoga y el hogar es decorado con flores y follaje, recordando el
milagroso verdor que crecía sobre el Sinaí cuando la Divina Presencia
descansaba allí.
Las comidas
de la festividad son lácteas, porque la Torá es comparada con la dulzura y la
nutrición dadora de vida de la leche. Los blintzes y las tortas de queso
son muy populares.
Existe
también una vieja costumbre, la de pasar una noche entera estudiando Torá. Esto
es seguido por un servicio religioso matutino muy temprano. Cuando sale el sol,
revivimos el momento en el que el sol salió sobre el Monte Sinaí, y los Hijos
de Israel tuvieron una visión de Di-s:
"Aconteció
que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y
espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo
el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo
para recibir a Di-s; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí
humeaba, porque el Todopoderoso había descendido sobre él en fuego; y el humo
subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera.
El sonido del Shofar iba aumentando en extremo; Moisés hablaba y Di-s le
respondía con voz tronante. Y descendió Hashem sobre el monte Sinaí, sobre la
cumbre del monte; y llamó Hashem a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés
subió" (Éxodo, 19:16-20).
Muchas
comunidades leen también el rollo de Rut antes de la lectura de la Torá. Rut,
que vivió en la era de los Jueces, elige incorporarse al pueblo judío como una
conversa. Por libre elección, ella opta por ingresar a un estilo de vida que
conlleva grandes restricciones y riesgos:
"A
dondequiera que fueres iré yo, y a dondequiera que vivieres viviré. Tu pueblo
será mi pueblo y, y tu Di-s mi Di-s. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré
sepultada; así me haga el Todopoderoso, y aun me añada, que sólo la muerte hará
separación entre nosotras dos" (Rut 1:16-17).
En este
sentido, Rut repite en un nivel individual el compromiso hecho por los Hijos de
Israel en Sinaí: "Todo lo que el Señor ha dicho haremos y
escucharemos" (Éxodo 24:7). El tataranieto de Rut es David, el Rey de
Israel. La tradición nos enseña que David murió en Shavuot, y que el
Mesías será su descendiente.
Con el
retorno del pueblo judío a la tierra de Israel, se ha producido una renovación
de la sensibilidad por el ritmo de la naturaleza. Hoy en Israel los niños de
todo el país celebran Shavuot como el día de las primicias. Como ocurría
en tiempos ancestrales, preparan una canasta con muestras de los nuevos productos
de la tierra:
"Una
tierra de trigo y cebada y vides e higos y granados, una tierra de olivo,
aceite y miel" (Deuteronomio 8:8).
Finalmente,
en Shavuot, con la esclavitud en Egipto dejada atrás, con las leyes de
la Torá como nuestra guía y seguros en la Tierra de Israel, podemos
considerarnos por fin libres.
|
|