La sucá
¿Cuando una casa no es un hogar?
por Rab
Yaakov Asher Sinclair
En Sucot, obviamente. La Torá nos ordena que salgamos de
nuestras casas el quince de Tishrei y que hagamos sucot (traducidas como
"cabañas" o "tabernáculos", pero mejor definidas como
"refugios") para que ellas sean nuestros "hogares" durante
siete días.
La razón revelada de este precepto reside en la explicación
de la Torá que nos dice que al habitar en sucot recordaremos la protección
sobrenatural contra el clima hostil del desierto, que Hashem nos dispensó tan
generosamente cuando sacó a nuestros antepasados de Egipto. Pero, tal como
ocurre con todas las mitzvot, son muchas las enseñanzas que podremos recibir si
analizamos y realizamos esta mitzvá de hacer de nuestra sucá un hogar durante
siete días.
Tal vez, la lección más básica sea el sentido de
"temporario". Si bien se supone que debemos hacer todos los esfuerzos
necesarios para convertir a la sucá en un lugar atractivo y cumplir con la
enseñanza de los Sabios de que "vivirás en ella tal como vives en tu
propio hogar", no podemos evitar sentir que se trata de una
"residencia temporaria". Cuando el comedor, el living y el dormitorio
se combinan en un área que normalmente alcanzaría para uno solo de ellos, por
separado, y cuando los muebles se reducen al mínimo indispensable, los
habitantes de la sucá son perfectamente conscientes de que no se trata de una
situación permanente.
El valor de semejante experiencia surge con claridad del
clásico relato del judío que fue a visitar al famosísimo gigante de la Torá,
Rabí Israel Meir Kagan z”l, el Jafetz Jaim, en su humilde residencia de la
ciudad Radin, en Polonia. "¿Dónde tiene los muebles?", le preguntó el
sorprendido visitante al Jafetz Jaim, al ver lo vacía que estaba la habitación.
"¿Y dónde tiene los suyos?", fue la respuesta del sabio. "Yo no
tengo muebles encima porque estoy de paso", explicó el hombre. "Yo
también estoy de paso por este mundo", dijo el Jafetz Jaim, "puesto
que nuestra vida en este mundo no es más que un preparativo para el mundo
verdadero, el Mundo Venidero. Y para alguien que está de paso, tengo muebles de
sobra..."
En nuestra búsqueda de confort y de un mejor nivel de vida,
inevitablemente caemos en la ilusión de que nos vamos a quedar aquí por siempre
y que tenemos que aprovecharla al máximo en términos de goce. Una semana en un
hogar temporario donde cabe solamente lo esencial para la supervivencia
devuelve nuestro foco a la naturaleza temporaria de toda nuestra existencia y
nos proporciona al menos una parte de la trascendente perspectiva del Jafetz
Jaim.
Otra lección vital de la sucá fue sintetizada con gran
vividez por un gran líder jasídico, quien dijo que "la mitzvá de la sucá
es la única mitzvá en la que uno puede meterse hasta con las botas".
Existen 248 preceptos positivos, pero todos requieren solamente una parte del
cuerpo para su cumplimiento: por ejemplo, para la mitzvá de tefilín utilizamos el brazo y la cabeza;
para el rezo y el estudio de la Torá, la boca y el cerebro; para agitar las
especies de Sucot, las manos. Pero en lo referente a la mitzvá de la sucá, nos
sumergimos completamente en su cumplimiento.
(El ishuv Eretz Israel es otra mitzvá en la que el judío
puede sumergirse por completo, pero está limitada por la geografía, mientras
que la sucá le brinda esta oportunidad a todos los judíos, dondequiera que
vivan).
Esta es una perspectiva crucial: la vida religiosa no se
limita al tiempo que uno pasa en la sinagoga o cuando cumple con uno de los 248
preceptos positivos. El judío debe servir a Hashem al comer, al dormir, y al
buscar un sustento.
La clave de este enfoque es la enseñanza bíblica que reza
"conóceLo en todos tus caminos", que nuestros Sabios interpretaron
como un desafío a dedicar hasta nuestros actos más mundanales "leshem
shamaim", por amor al Cielo. Si uno come, duerme y trabaja a fin de contar
con el bienestar físico y económico necesarios para llevar a cabo las mitzvot
de Hashem, se considera que Lo está sirviendo todo el tiempo. Con cuánta
efectividad la sucá, que abarca todas nuestras actividades diarias en la
santidad del servicio divino, nos recuerda y reitera este importante mensaje.
Otra dimensión más de la experiencia de Sucot se basa en
nuestra preferencia por la traducción "refugios" en vez de
"cabañas". La era nuclear en la que crecimos fomentó un cierto
sentido de "día del juicio final", con lúgubres visiones de alguien
del otro lado del mundo apretando un botón que habría de liberar una letal
tormenta de misiles capaces de destruir una significante proporción de la raza
humana. Inclusive con el colapso de tal amenaza, aún acecha la horrible amenaza
de terroristas suicidas que explotan junto con muchos otros, y el fácil acceso
que tienen esos asesinos en masa a las armas nucleares, que se venden al mejor
postor...
El aspecto más deprimente de esta sensación de "día
D" es que no hay salvación en ningún refugio diseñado por el hombre. La
sucá nos recuerda que cuando los judíos en el desierto se enfrentaron a los
peligros de un sol abrasador o un frío despiadado, se les proveyó el refugio de
las columnas de nube, que iban alrededor y por encima de ellos gracias a la
Merced Divina. Ese concepto, que el Cielo ha de proporcionar refugio contra
cualquier peligro, tanto natural como artificial, es el que nos da confianza
para continuar adelante con la vida, dedicándoLe cada uno de sus momentos a
Hashem, Quien ha de envolvernos en Su amor y Su protección, así como nosotros
nos envolvemos en la santidad de la sucá.
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