Viva la diferencia
Por Ziporah Heller
El
Maharal de Praga (Rabbí Yehuda Lowe) uno de los Kabalistas más
importantes de la filosofía judía, define la redención
como "la finalidad de la existencia tanto personal como colectiva, la
libertad de la individualidad".
El Judaísmo nunca dió opción
a la mujer de elegir. Esta tuvo
que escoger entre lo que la sociedad veía como algo masculino,
o de ser considerada algo menos que un ser humano totalmente actualizado.
Wendy Shalit, una de nuestras escritoras más liberadas de la actualidad,
afirma: "Sólo
una mujer puede tener esta única
opción, que no basta con ser ella misma."
La Torá ofrece
una tercera posibilidad, le permite que su femenidad forme parte de
su identidad. Ni se dan ni se aceptan disculpas por ser mujer. Si, nosotras
por naturaleza fomentamos y permitimos a nuestros seres queridos formar nuestras
familias y a nosotras mismas. Nuestra necesidad de comprender y ser comprendidas
es vista por el Judaísmo nada menos que como una fuente de bendiciones
y poder.
La Creación narrada en Génesis nos presenta claramente
cómo somos. "Y D-s creó a Adán.
Hombre y Mujer los creó".
No por equivocación dice: "Ellos" y no "él".
El ser humano no puede definirse como hombre o mujer por separado. El Maharal
señala: El hombre y la mujer proceden de una misma fuente, y son un
solo espíritu dividido en dos cuerpos, cada uno de ellos hechos del
dar y tomar, y sólo juntos forman un ser humano "Adán",
debiendo conocerse a sí mismos lo suficiente como para creer en el
poder de su regalo hacia el otro, ya que fueron creados para dar.
Bíblicamente, el hombre y la mujer fueron creados para darse
mutuamente, cualquier otra creencia es mera ilusión. Ninguno de nosotros
estamos separados de D-s ni de nuestros semejantes. Lo que podemos percibir
como independencia es sólo
el temor a la inseguridad o una visión limitada del potencial humano.
Vivir bajo el yugo de estas ilusiones podría privarnos de nuestra libertad.
La Biblia también se refiere a la función de la mujer como
de ser: "una ayudante igual a él"
Aquí la palabra "ayudante" podría considerarse
casi como "Mesiánica"
(cuán
fácilmente la mujer cumple la función de "gran sanador").
La facultad natural de apaciguar, amar y crear armonía forman parte
de la naturaleza divina innata de la mujer,
y cuando se le permite desarrollarla, ésta
florece y todo a su alrededor está bendecido. En esta mujer, el hombre
realmente encuentra una "ayudante", alguien que contribuye a elevar
sus conocimientos, con quien aprende a sentir amor, respeto y mesura. Cuando
se le niega dicha función, le
es negada, se hace tan sumisa al hombre que se convierte en esclava de un
amo insaciable.
Este versículo de la Biblia: "junto con él..."
tiene su explicación en una antigua parábola de Sforno, uno
de los grandes interpretes de la Biblia de la Edad Media: "Cuando ambos
lados de una balanza están a la misma altura, significa que las cargas
son iguales. Mientras que las diferentes funciones
son un canal necesario para actualizar la naturaleza especificada tanto del
hombre como de la mujer, podría afectar la relación si un lado
pesara más que el otro - bien sea más poderoso o importante.
La Torá quiere significar que ambos lados deben pesar lo mismo; ambas
partes deben estar libres...". Es por ello que D-os les dió distintas
misiones.
El hombre y la mujer pueden ir en la misma dirección, pero sus
pautas (significado literal de la palabra Halajá,
o Ley Judía) deben ser diferentes. La práctica de su conexión
con D-s debe honrar su diferencia. Están obligados a observar las mismas
leyes negativas; ambos florecen cuando tienen el mismo derecho a decir no.
Por el contrario, los mandamientos positivos ofrecen oportunidades de auto
expresión y por consiguiente son diferentes. Si estos fueran idénticos
el único resultado posible sería el de anular nuestra personalidad
y suprimir nuestra libertad. ¿Cómo se diferencian? Destaquemos las
diferencias más importantes entre el hombre y la mujer en la práctica del Judaísmo.
Las mujeres están exentas de observar muchos de los preceptos,
como colocarse los tefilín (que contienen la declaración de
la unicidad de D-s, la Shemá) y asistir a la sinagoga.
Esta exención tiene como finalidad colocar a la mujer en una posición
sin muchas formalidades, pero igualmente importante. Como mujer, yo puedo
ir a la sinagoga si quiero, pero no estoy obligada; tampoco tengo que rezar
todas las oraciones. A diferencia del hombre cuyo número
cuenta para la aceptación de su plegaria, la mujer tiene una conexión
directa con D-s. Un minián (quórum necesario para una mayor
aceptación de las plegarias) se completa con un mínimo de diez
hombres, pero el Talmud dice: "tanto la plegaria como las lágrimas de la mujer
llegan directamente al Todopoderoso". A las mujeres les fue dado el reto
- sin duda él más importante - de permitir realizar relaciones
personales muy profundas, delicadamente
específicas y de gran peso espiritual.
La segunda diferencia más importante entre el hombre y la mujer
en la Ley Judía es la "zeniut" (leyes del recato). Para proteger
a la mujer de la lujuria masculina, la Torá le prohíbe al hombre
comportarse como un cazador, y a las mujeres como
presas. La Torá nos recuerda continuamente que la mujer es la
fuente de la pureza y la santidad en este mundo. La razón de estas
advertencias es porque el Judaísmo sostiene que profanar a la mujer
equivale a insultar a la divinidad femenina, la Shejiná. Sólo
cuando el hombre y la mujer sepan apreciar la santidad de su unión,
serán ellos mismos.
La Torá ofrece pautas de respeto mutuo y reconocimiento. Aunque
es positivo que el talento de la mujer haya sido finalmente aceptado por la
sociedad, cuando se hacen comparaciones aparentemente más poderosas,
con frecuencia perdemos. Según Allen Bloom, de la Universidad de Chicago:
"en el nuevo orden las mujeres son discriminadas, necesitan del hombre,
pero sin poder contar con él, quedando atrapadas en el libre desarrollo
de su individualidad, la mujer aún no ha logrado su verdadera liberación"
Durante tres mil años la Biblia ha insistido en que se debe honrar
a la mujer y elevar su status. Un
gran sabio judío dijo: "una sociedad es juzgada según la
forma como trata a sus mujeres."
Insistiendo que tanto el hombre como la mujer entienden y aceptan sus
diferencias, la forma de vida que el Judaísmo ha abierto para un sin
fin de mujeres como yo es una puerta que se creía cerrada, la del respeto
y la libertad, la misma puerta
de la redención.